Cuba, la crisis letárgica
La isla sobrevive entre cortes de luz, falta de combustible y dolarización mientras Trump le ahoga aún más


Buenos Aires"La Habana está triste", reconoce Lina, de 27 años, a su regreso de su Cuba natal a Buenos Aires, donde migró hace casi tres años. Se ha escapado dos semanas, a ver a la madre, al hermano, a los abuelos ya sus dos grandes amigas, que, por ahora, todavía viven en la isla. Explica que "a las siete u ocho de la tarde, la gente se cierra en casa, no hay ambiente en la calle como antes, parece la época de la pandemia". Lo dice con la mirada triste, haciendo que no con la cabeza, hasta que sonríe: "Pero que hermosa que es La Habana –hace–. Es la ciudad más bonita del mundo".
Es difícil identificar el punto de inicio de la crisis que hoy atraviesa Cuba. Algunos pueden decir que todo fue de mal borras a partir de la pandemia de coronavirus; otros ponen la fecha al 11 de julio de 2021, cuando miles de personas se arrojaron a las calles en todo el país en un estallido social sin precedentes, pidiendo corriente eléctrica, comida y "libertad", y en la que la ola represiva de las fuerzas de seguridad fue tan fuerte que todo el mundo quedó moralmente tocado, además de las. Otros deben ubicar el punto de inflexión en el denominado Periodo Especial de los años 90 del siglo pasado, cuando, con la disolución de la Unión Soviética, la aliada caribeña quedó desamparada. Y puede haber quien directamente irá al 1 de enero de 1959, cuando Fidel Castro, Ernesto Che Guevara y otros "barbudos" entraban en La Habana proclamando el triunfo de una revolución obrera y campesina.
Ha llovido mucho, y Cuba ha vivido etapas de mayor y menor bonanza, estabilidad y apertura al exterior, pero sobre todo ha oscilado en el sentido colectivo y compartido de una Revolución que, hasta el día de hoy, los gobernantes reivindican no como algo del pasado, sino como el contexto vivo del presente. Una Revolución que, en pleno 2025, a muchos cubanos les cuesta ver plasmada en su día a día, en un contexto de disparidad total entre el coste de vida y los salarios, la escasez de combustible, el éxodo masivo y los constantes cortes de luz. Sin embargo, Juan Alejandro Triana, director del Centro de Estudios de Economía Cubana (CEEC), pone en duda que "exista una desafección política general", aunque reconoce que el apoyo popular al gobierno y al actual mandatario, Miguel Díaz-Canel, "ha disminuido en comparación con los tiempos de Fidel o Raúl [Castro]".
"La monarquía", ironiza el Basilio en el diario ARA, vía audio de WhatsApp. El Basilio es un campesino de 64 años que vive en un pueblecito del centro sur de la isla, en la provincia de Cienfuegos. Se considera a sí mismo "uno de los tantos supervivientes de esa cosa que ya no tiene nombre –dice–, porque esto ya no es comunismo ni es nada". Actualmente, cobra 1.700 pesos cubanos de pensión por jubilación, unos 14 dólares, mientras que un sueldo estatal ronda los 5.300 y una cesta básica de alimentación, los 5.500 (unos 45 dólares). Con su ingreso actual, el Basilio llega a comprar una botella de aceite, un paquete de café y una calabaza o dos o tres yucas. Las conocidas como "libretas de racionamiento" –con las que las bodegas del estado habían llegado a repartir, a precios muy bajos y en otros tiempos, arroz, pollo, café, azúcar, huevos, aceite y yogur, entre otros alimentos– han ido menguando su oferta.
La aparición de la "moneda libremente convertible" (MLC) poco después de la pandemia sirvió para que desde el extranjero se pudiera depositar divisa en cuentas bancarias cubanas, que convertían los dólares en moneda nacional y con los que se podía comprar alimentos –a precios dolarizados– en lo que popularmente se conocía popularmente. Una incipiente dolarización de facto que, según Triana, "no ha funcionado" y que ahora se ha convertido en una dolarización en toda regla: desde el pasado enero y por primera vez en Cuba desde el 2004, se puede comprar y vender con billetes de dólares americanos. Supone el fin de una prohibición que Fidel Castro estableció cuando inventó el peso cubano convertible (CUC) para relegar el movimiento –que no la tenencia– del dólar en la isla, y un cambio que el gobierno justifica hoy como una captación de divisas necesaria para estabilizar la macroeconomía.
La vida entre adiós y apagones
Como tantos cubanos que viven en el campo, hace tiempo que el Basilio cocina con leña o carbón, por culpa de la intermitencia de la electricidad. El sistema eléctrico nacional ha colapsado cuatro veces en los últimos seis meses, a causa de una falta de mantenimiento de las instalaciones a lo largo de las últimas décadas y de un "nivel de obsolescencia muy alto", dice Triana, quien añade que el acceso a los combustibles fósiles es limitado, por los precios actuales en el mercado internacional y por las sanciones actuales al mercado internacional y las sanciones. En este sentido, el economista asegura que el gobierno se ha puesto "creativo" y está pensando en soluciones como la inversión en energía fotovoltaica a través de convenios con aliados como Rusia o China. Pero hasta que esto llegue –y el propio experto no cree que sea pronto–, parece que los apagones seguirán formando parte de la vida cotidiana de los cubanos: en La Habana son de entre cuatro y seis horas diarias, como en casa Miguel, un cocinero de 32 años que vive con su pareja y que asegura sentir "odio e impotencia" ción.
Cuba vive el mayor éxodo de su historia, con cerca de 900.000 personas (registradas) llegando sólo a Estados Unidos entre 2022 y 2024, y más de 200.000 solicitantes de asilo. Aparte, en este tiempo, más de 100.000 personas se han beneficiado del parole humanitario, un proceso administrativo de la era Biden a través del cual los residentes en Estados Unidos podían reclamar la entrada legal de sus familiares cubanos, venezolanos, nicaragüenses o haitianos, habiendo demostrado que podrían mantenerlos financieramente durante 24 meses. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha terminado con esta opción, en el marco de la nueva política antiinmigración. "Este éxodo es lo más triste que nos puede pasar", lamenta Miguel: "Lo que migra lo hace por necesidad, y eso separa parejas y rompe familias".
Tener hijos, un lujo
La única hija del Basilio, de 34 años, migró hace tres años hacia Barcelona. Recientemente, ha podido completar los trámites para que su hijo, de 15, se reúna con ella. "La familia es muy importante", dice el hombre, que tiene una hermana también en Catalunya y otra en Estados Unidos: "Pero creo que en Cuba la familia se extinguirá, porque los jóvenes se marchan, y tener hijos aquí, ahora, es un lujo". La baja natalidad y el envejecimiento de la población son dos problemas demográficos importantes: según datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), el único grupo poblacional que crece es el de adultos mayores, que se espera que, para este 2025, lleguen a más del 25% de la población total.
El abuelo de Lina sufre de Alzheimer, ceguera y sordera. Su madre se hace cargo, y con el dinero que su hija envía cuando puede desde Argentina, compra medicamentos –si los encuentra y "a precios absurdos"– y paga a los enfermeros que le atienden de noche. Lina sabe que, bien mirado, son "privilegiados" debido a que parte de la familia vive en el extranjero y puede ayudar a los que están en la isla. "Pero vivir pensando en esto me pone muy triste", reconoce: "A veces tengo que elegir no pensar, simplemente preguntar a mi madre cómo va todo, e ignorar la respuesta".