'Copyright', la idea que cambió el mundo (para quedarse en manos de las grandes multinacionales)
El académico David Bellos y el abogado Alexandre Montagu analizan en un libro la deriva especulativa de los derechos de autor


BarcelonaDavid Bellos reconoce que si muriera hoy mismo, las ideas de su libro aún estarían protegidas otros setenta años, durante los cuales la editorial y sus herederos seguirán explotando un ensayo que critica, precisamente, la deriva especulativa de los derechos de autor. En Copyright, la industria que mueve el mundo (Península, 2025), este profesor de francés y literatura comparada de la Universidad de Princeton analiza con el abogado especializado en propiedad intelectual Alexandre Montagu cómo este concepto ha acabado convirtiéndose en una herramienta que beneficia a unas pocas grandes multinacionales y frena la creatividad que prometía defender.
El libro hace un repaso a la evolución del copyright desde que éste surgió en el Londres del siglo XVIII, cuando era objeto de discusiones entre los grandes pensadores de la época. Antes de esto, en la Venecia del siglo XV ya se había empezado a recompensar la autoría de los artesanos por atraerlos a crear en la ciudad italiana. "Es una idea sencilla que se complicó cada vez más debido a consecuencias imprevistas, analogías extremadamente dudosas, ansias de poder y puro crecimiento azaroso", sentencia Bellos en una videollamada con el ARA desde su casa de Nueva Jersey. El académico recuerda que la ley considerada como el origen del copyright sólo hacía referencia a los libros y se aprobó, justamente, para acabar con una crisis en el incipiente sector editorial. "Pero entonces llegó un artista extremadamente talentoso y ligeramente peligroso", añade. Bellos se refiere a William Hogarth, un pionero británico de los grabados que se levantó contra la piratería y exigió que sus obras fueran también protegidas. "Podríamos decir que no tenía muy buenos argumentos, pero ganó. Es una historia de oportunismo, no de lógica".
A partir de ahí, la idea del copyright se fue expandiendo a prácticamente todos los ámbitos de la vida y la cultura moderna como la música, el cine o incluso los programas informáticos. "No hay absolutamente ninguna razón fundamental que explique por qué el código debería considerarse una obra literaria", dice Bellos. Aun así, la industria tecnológica ha protagonizado algunos de los litigios más sonados en este campo, como la demanda de Oracle contra Google para obligarle a pagar por utilizar determinados aspectos del lenguaje de programación Java. De hecho, el profesor universitario avisa de que hoy en día seis de las mayores corporaciones del mundo –Apple, Microsoft, Alphabet (la matriz de Google), Amazon, Meta y Disney– basan su dominio sobre todo al ser propietarias y controlar el copyright de películas, canciones, diseños, patentes y software.
Existen pocas esferas del conocimiento humano que se hayan salvado de caer en este entramado de legislaciones relacionadas con los derechos de autor. "Hay agujeros, como las matemáticas. Nunca han sido objeto de una ley de propiedad, y creo que es absolutamente fundamental porque no existe un uso más creativo e importante del cerebro que las matemáticas", razona Bellos. También quedan fuera todas las publicaciones gubernamentales y las leyes, ya que nadie puede reivindicar su autoría. Otra excepción sería el uso de títulos o frases cortas. Pero mientras que un autor podría utilizar Guerra y paz para su nueva novela, sería prácticamente imposible que TS Eliot volviera a escribir su poema La tierra yorca. En estos versos el poeta incorporaba extraídos de Charles Baudelaire, Paul Verlaine o Friedrich Nietzsche y en el 2025 habría tenido que pagar a sus descendientes por utilizarlos. "¿Cuántos casos como éste tenemos hoy que nunca se han podido escribir por esta razón?", incide Bellos, para quien esos límites legales cortan las alas a la creatividad.
¿A quiénes benefician los derechos de autor?
El académico defiende que la mayoría de autores –a excepción de una pequeña élite muy popular– no ganan mucho dinero a través del copyright. Artistas como Bruce Springsteen o Bob Dylan han vendido sus catálogos de música a cambio de sumas millonarias a grandes grupos discográficos, que pretenden explotarlos hasta recuperar su inversión. En este sentido, reivindica que habría otras formas de que los creadores "no se mueran de hambre", como los subsidios gubernamentales o los sindicatos de escritores. "Si aboliéramos el copyright, la creatividad humana no desaparecería", remarca Bellos.
Sobre las posibilidades de alternativas como Creative Commons, la organización que lucha por reducir las barreras legales para compartir creaciones, alaba que haya conseguido éxitos incontestables como la Wikipedia para fomentar el conocimiento colectivo. tienen un titular. "Se ha temido por el colapso del copyright desde la invención de la radio. Con cada nueva tecnología hay pánico, pero al final siempre hay más leyes que lo limitan", lamenta.
Ahora, sin embargo, la noción de que las ideas también tienen propietarios se enfrenta a una última amenaza: la inteligencia artificial (IA). "No soy optimista", espeta una de las obras como una que sólo aquellas creadas por humanos pueden quedar protegidas por el copyright. "Lo que no dice es cómo se podrá implementar cuando no puedes apreciar la diferencia entre las obras generadas con IA y las creadas por humanos", se pregunta. Asimismo, la guía también establece que no harán falta nuevos cambios en la ley para adaptarse a ellos. Para Bellos, todo ello deja la puerta abierta a que las empresas de IA registren estas obras con el nombre de la compañía y sean ellas las propietarias del copyright: "Todo terminará, otra vez, en manos de un puñado de corporaciones que controlan los medios de producción y distribución".