Telecomunicaciones

Telefónica y el repliegue de América Latina 30 años después

Uruguay ha sido la última gran desinversión de la compañía en la zona

La sede de Telefónica en Madrid.
23/05/2025
3 min

MADRIDDe la euforia al desencanto. Así se podría resumir el repliegue de Telefónica de América Latina más de 30 años después de realizar la primera inversión. Su desembarco en la región se produjo en los años noventa gracias a la privatización del negocio en el Estado, pero también en el otro lado del océano Atlántico, donde muchos países vivían procesos de privatización de los operadores de telecomunicaciones estatales. "Telefónica ha sido uno de los motores para el desarrollo de América Latina y lo seguirá siendo porque estamos convencidos de que el desarrollo de las telecomunicaciones en la región será muy importante en los próximos años", defendía en 2004 el entonces presidente de la teleco, César Alierta.

Esta semana, sin embargo, ha vuelto a quedar ratificado que esa estrategia abanderada por Alierta ya es papel mojado. Telefónica ha anunciado la venta del 100% de su filial de Uruguay a Millicom Spain por unos 387 millones de euros. Una operación que ahora está pendiente de la autorización de los reguladores y que se enmarca en un proceso de desinversión en la región que se prevé que se acelere.

Pero vamos a palmos. Esta estrategia de repliegue empezó en el 2019 bajo la batuta de José María Álvarez-Pallete. En ese momento, sólo Brasil quedó fuera de la ecuación –de hecho, de la mano con España, Alemania y Reino Unido suponen el grueso del negocio de la teleco–. Los primeros países en sufrir el cambio de rumbo fueron Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Panamá. En el caso de los dos primeros, la salida de Telefónica benefició a América Móvil, propiedad de Carlos Slim, el empresario más rico de México y América Latina. Aquellos movimientos iniciados en el 2019 se han replicado con fuerza en los últimos meses, coincidiendo con la llegada del catalán Marc Murtra a la presidencia, que ya ha dicho que, por el contrario, busca la fórmula para crecer en España y Europa.

En Argentina, a pesar de la tensión con el gobierno de Javier Milei, Telefónica ha cerrado la venta de su filial a Telecom, propiedad del Grupo Clarín y del empresario David Martínez, por unos 1.190 millones de euros. En el caso de Colombia, ha acordado transferir el negocio (la operación está pendiente de recibir el aval de los reguladores), mientras que en Perú se ha cerrado la venta de la compañía por un irrisorio precio de 900.000 euros fruto de la crisis financiera de la filial, que sigue sumergida en un concurso de acreedores. Asimismo, México sigue en el punto de mira de las apuestas de este viaje de regreso, mientras que en el caso de Chile –el primer país de América Latina donde Telefónica invirtió en 1989–, Ecuador y Venezuela, la compañía no ha dado, por ahora, ningún paso. Por el momento, todo ello ha supuesto que la teleco cerrara el ejercicio del 2024 con unas pérdidas de 49 millones de euros y la tónica continúa en 2025: entre enero y marzo ha registrado unas pérdidas de 1.731 millones de euros.

¿Punto final al expansionismo de los noventa?

Cuando los directivos de Telefónica dejaron de ver brotes verdes en América Latina –durante un tiempo, el grueso de los ingresos provino de este mercado– señalaban las incertidumbres geopolíticas, el contexto macroeconómico, el marco regulador de los países y el crecimiento de la competencia como las causas que empujaban a asumir un giro de 180 grados de la Gran Recesión. Se añadía, también, la volatilidad de las monedas de los países, lo que no ayudaba a una Telefónica ahogada por la deuda y con una cotización por tierra: en el 2019 la acción llegó a bajar de los 6 euros, un descalabro si se compara con los casi 22 euros del 2008.

Telefónica, sin embargo, es sólo un reflejo del proceso que han atravesado otras muchas empresas españolas –principalmente las joyas de la corona del Ibex 35–. La imparable ola de privatizaciones iniciada en el Estado bajo los gobiernos de Felipe González (PSOE) y José María Aznar (PP), encargado de culminarla, fue de la mano del impulso del expansionismo. Este anhelo, abanderado sobre todo por Aznar, vio en Latinoamérica la génesis de la internacionalización de nombres como Telefónica, pero también Endesa, Gas Natural o Agbar (la presencia de todas ellas en la región ha ido desapareciendo con los años).

En el caso de la teleco, el propio Alierta cifraba en "108.000 millones" la inversión en la región entre 1990 y 2011, tal y como recoge un artículo deEl País. Sin embargo, el proceso no ha estado exento de sombras: las compras le permitieron desarrollar redes telefónicas, ganar clientes y hacerse fuerte en un sector estratégico, pero siempre bajo la duda de si gozó de privilegios, como la adquisición de negocios a un precio inferior al del mercado. Con los años, muchas de ellas vivieron lo que hoy también vive Telefónica.

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