El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante un anuncio sobre la reducción de los precios de los medicamentos en la Casa Blanca, en Washington DC
11/10/2025
3 min

El viernes por la mañana, medio mundo soltó un suspiro no sólo porque Donald Trump no había logrado su deseado Nobel de la paz sino, también, porque la ganadora le era afín y, por tanto, quedaba en parte aplacada su potencial ira. De hecho, María Corina Machado, curándose en salud, le llamó para decirle que él se lo merecía más que ella y que se lo dedicaba. Trump se jacta de haber detenido ocho conflictos, algo que no es del todo cierto, y el lunes estará en Jerusalén y también en Sharm al-Sheij, el balneario egipcio donde se firmará el acuerdo de paz, para recibir todos los homenajes que tanto desea. Sin embargo, la pregunta es si esto será suficiente para satisfacer su ego y, si no es así, qué hará. De momento, su imprevisibilidad sigue en todos los ámbitos y las incógnitas se mantienen.

En el ámbito geoestratégico, los dos focos de conflicto que siguen vivos, más allá de Gaza, son Ucrania y Venezuela. En el primer caso, Rusia da por terminado el impulso de las conversaciones de Alaska y se han roto casi todos los puentes con Vladimir Putin, lo que augura la continuación de la guerra. En el segundo, y espoleado aún más por el premio Nobel a su aliada opositora, parece que Trump seguirá aprovechando su guerra contra el narcotráfico para desestabilizar aún más el régimen de Maduro. Nadie las tiene todas sobre lo que pueda ocurrir en América Latina por lo general a partir de ahora.

El punto de tensión más claro ahora en el terreno internacional, sin embargo, son los aranceles y, específicamente, los aranceles con China. La madrugada del viernes Trump aseguró que el 1 de noviembre subiría los aranceles al 100% en represalia por la nueva regulación draconiana que Xi Jinping ha aplicado en las tierras raras. El conflicto, que parecía apaciguado en los últimos meses, en el que ha habido varias negociaciones bilaterales, se ha vuelto a encender e incluso peligra la reunión prevista de ambos líderes a finales de este mes en Corea del Sur en el marco del Foro para la Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC). Éste será un mes intenso en el que de nuevo la economía global, que se ha ido acostumbrando a la incertidumbre, volverá a temblar pendiente de las reacciones de ambos líderes.

Sin embargo, todo queda corto comparado con lo que está pasando en el interior del país. The Economist analizaba estos días cómo afectará negativamente a su la economía, a la larga, el hecho de que por primera vez en muchos años la inmigración limpia en Estados Unidos pueda ser cero o negativa. La campaña de deportaciones masivas ha tenido su efecto y no sólo se está impidiendo la entrada de nuevos inmigrantes y, por tanto, de mano de obra, sino que también se está expulsando buena parte de la que existe, haciéndolo además de formas inhumanas y sin demasiadas garantías legales. Quienes se oponen son considerados traidores y por eso está militarizando ciudades demócratas, como Chicago o Los Ángeles, que intentan evitar estas salvajadas. De momento ya ha enviado a la Guardia Nacional a cuatro ciudades y ha amenazado a otras dos. El clima de terror interno es cada vez más intenso.

Y así, mientras él lamenta que no le den el Nobel de la paz, el resto del mundo seguirá preguntándose cada día: ¿Y ahora qué más hará Trump?

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