Cinco cosas que quizás no sabes sobre las centrales hidroeléctricas
En Cataluña, la fuerza del agua es estratégica para abastecer energéticamente al país. Ante las dificultades técnicas de almacenar energía solar y eólica, las centrales hidráulicas se han convertido en las principales baterías de energía renovable. ¿Cómo funcionan y por qué son clave para el sistema eléctrico?
Durante el siglo XX, la construcción de centrales hidroeléctricas transformó el paisaje, la economía y la vida de muchas zonas del país. Las presas no sólo sirvieron para generar electricidad: impulsaron infraestructuras clave para el territorio, garantizaron el abastecimiento de agua a las ciudades y facilitaron el riego a miles de hectáreas. Fueron motores de desarrollo y dejaron un legado técnico y social que todavía hoy está vigente.
Actualmente, en Cataluña, Endesa gestiona 55 centrales hidroeléctricas que se han confirmado como un tipo de instalaciones clave para el sistema eléctrico del país. Dado que la tecnología todavía no ha evolucionado lo suficiente para permitir el almacenamiento de la energía solar y eólica a gran escala, el agua se ha convertido en la principal batería energética renovable. Te contamos cinco aspectos esenciales para entender mejor la importancia de las centrales hidroeléctricas.
La energía del agua, clave para la estabilidad del sistema eléctrico
La energía hidráulica es la energía renovable más antigua instalada en nuestro país y son clave para dar flexibilidad al sistema eléctrico: las centrales pueden entrar en funcionamiento casi de forma inmediata para cubrir picos de demanda y llenar, así, el pool eléctrico cuando otras fuentes no son suficientes. Esta rapidez es fundamental para mantener el equilibrio entre la oferta y la demanda y garantizar un suministro estable.
En Cataluña, la potencia neta instalada de las centrales hidroeléctricas supera los 2.000 MW. La energía hidroeléctrica es la fuente renovable que más aporta al mix energético catalán, y sólo en 2024, la producción de Endesa en este ámbito creció un 60% respecto al año anterior. Este aumento se debió a las lluvias caídas en puntos estratégicos, a la eficiente gestión de las centrales y embalses ya las inversiones y mejoras tecnológicas implementadas durante el año.
El salto adelante de la digitalización y la IA
La tecnología aplicada a la producción hidroeléctrica ha experimentado una profunda evolución a lo largo de las décadas. En los primeros años todo era analógico: la interacción con la maquinaria era directa, las órdenes se daban manualmente y el mantenimiento se basaba en la experiencia y la intuición de los técnicos. Las maniobras se hacían in situ, y cualquier incidencia dependía de la habilidad y conocimiento del personal a pie de central.
Con la mecanización y la automatización, el sistema dio un salto cualitativo. A partir de los años cincuenta y sesenta, se empezaron a instalar sistemas automáticos para gestionar turbinas, compuertas y otros elementos clave. La supervisión se centralizó, se redujeron los riesgos asociados a la manipulación directa y se ganó en eficiencia operativa.
Hoy, el sector vive plenamente inmerso en la tercera fase: la digitalización. Las centrales funcionan con sistemas avanzados que permiten una gestión remota, predictiva e inteligente. Se utilizan tecnologías como el Digital Twin, que simula en tiempo real el comportamiento de la infraestructura, y algoritmos de inteligencia artificial que optimizan la producción, anticipan averías y mejoran la seguridad. Todo ello contribuye a una red hidroeléctrica más eficiente, segura y sostenible. Sólo en 2024, Endesa invirtió 31,6 millones de euros en la operación, mantenimiento y digitalización de las instalaciones hidráulicas. .
Estas centrales no gastan agua porque poseen un sistema cerrado que les permite moverla para producir energía sólo cuando es necesario. Así, el excedente disponible se aprovecha para bombear agua desde el embalse inferior hasta el superior. De esta forma, la electricidad se transforma en energía potencial, almacenada en forma de agua en altura. Cuando llega una hora punta y la demanda crece, este agua se suelta de nuevo hacia el embalse inferior y, al atravesar las turbinas hidráulicas, genera la electricidad necesaria para suministrar la red.
Las centrales reversibles, un sistema cerrado para generar energía
No todas las centrales hidroeléctricas son iguales. La forma en que aprovechan el agua y la cantidad de energía que pueden producir sirve para clasificarlas en diferentes categorías. Sin embargo, hay un tipo que se ha convertido en estratégico para el conjunto del sistema: las centrales reversibles o de bombeo. Las centrales de bombeo disponen de dos embalses situados a distintas alturas, conectados mediante tuberías y turbinas reversibles. La mejora en la eficiencia y la aportación de las centrales de bombeo permitieron durante 2024 que se incrementara la producción un 60% con sólo un 20% más de agua disponible.
Estas centrales no gastan agua porque tienen un sistema cerrado que les permite moverla para producir energía sólo cuando es necesario. Así, el excedente disponible se aprovecha para bombear agua desde el embalse inferior hasta el superior. De esta forma, la electricidad se transforma en energía potencial, almacenada en forma de agua en altura. Cuando llega una hora punta y la demanda crece, este agua se suelta de nuevo hacia el embalse inferior y, al atravesar las turbinas hidráulicas, genera la electricidad necesaria para suministrar la red.
Más allá de la producción de energía
Cuando hablamos de centrales hidroeléctricas, es fácil pensar sólo en su función energética. Pero su razón de ser va mucho más allá. Estos embalses garantizan reservas de agua, aseguran su abastecimiento a la población y permiten el regadío agrícola a miles de hectáreas de cultivos.
Al mismo tiempo, sirven para laminar crecidas de ríos y reducir el riesgo de inundaciones. También por mantener el caudal ecológico necesario para la vida de los ecosistemas fluviales. En algunos casos, incluso se liberan crecidas extraordinarias dos veces al año para limpiar el cauce del río y garantizar la salud ambiental del curso de agua.
Deporte, turismo y cultura: la otra cara de las centrales
Las centrales hidroeléctricas también se han convertido en un motor de vida social y cultural en los territorios en los que se ubican. La regulación de los caudales permite que ríos como el Noguera Pallaresa, el Noguera Ribagorçana o el Garona sean escenarios privilegiados para deportes de agua como el rafting, el piragüismo o el eslalon.
El legado hidroeléctrico del siglo XX, además, se ha preservado como patrimonio industrial y se ha abierto al público. Espacios como el Museo Hidroeléctrico de Capdella, el Espacio Patrimonial de la Central de Talarn o la central subterránea de Tavascan ofrecen la posibilidad de viajar en el corazón de la producción de energía. La cultura ha encontrado también un escenario singular con iniciativas como el ciclo de conciertos "Música a Contracorriente", impulsado por Endesa, con actuaciones en Camarasa, Talarn o El Pont de Suert.