Anécdotas y peripecias de un bibliotecario cualquiera

Compilación de situaciones graciosas que se han vivido en bibliotecas públicas

6 min
La biblioteca del Ateneo Barcelonès

Los bibliotecarios, como la mayoría de trabajadores que tienen que tratar con todo tipo de personas, han visto de todo: desde peleas por ser el primero en leer el diario hasta envoltorios de preservativos reutilizados como puntos de libros, pasando por parejas de adolescentes desatadas en busca de la intimidad que no tienen en casa de los padres y escritores autoeditados que se enfadan porque no encuentran su última gran novela entre las estanterías. Ahora bien, a pesar de que los bibliotecarios tienen motivos de sobra para guardar mal recuerdo de la multitud de anécdotas y peripecias de este tipo que han vivido, la mayoría las explican con deleite y entre risas.

Todo tipo de puntos de libro

Los bibliotecarios constatan que hay muchos objetos susceptibles de convertirse en puntos de libro. Además de envoltorios de preservativos, se han llegado a encontrar fotografías de la boda y de la mili, tickets de las ferias, quinielas y billetes de lotería, facturas, recordatorios de difuntos, cheques y dinero o, incluso, citaciones judiciales. “Un día nos encontramos una foto de una usuaria que venía muy a menudo en la que se la veía sin mucha ropa y en una posición sexy. El problema vino cuando se la tuvimos que devolver. Pasamos mucha vergüenza, más nosotros que ella”, recuerda Dani Rio Romo, de la Biblioteca Central de Igualada. Cuando trabajaba en otra biblioteca, Rio Romo también pasó un mal rato a la hora de pedir a un hombre que, en pro de la convivencia, dejara de comer ajos crudos. "No sé dónde leyó que iban bien para desinfectar, pero el caso es que cuando entraba dejaba toda la sala impregnada de ese mal olor".

La devolución de las películas también es una caja de sorpresas. “Una vez nos encontramos 700 euros, que eran para pagar el alquiler del mes. Se los devolvimos y, siempre más, cuando lo vemos, le hacemos la broma”, recuerda el trabajador de la Biblioteca de La Sagrera-Marina Clotet Manel Peña, que también explica que una chica le propuso mantener una relación amorosa a través de una “nota manuscrita” que le dejó en una revista. “¿Te gustaría salir conmigo?”, decía el mensaje. Al cabo de unos días, ella le pidió “en voz muy alta” desde un lugar escondido de la biblioteca que se acercara y le preguntó si había recibido la carta. Peña, “muerto de vergüenza”, alegó que tenía pareja y que, claro, en horas de trabajo no pensaba en estas cosas. “Desde ese día, no volvió a venir más”, ríe el bibliotecario.

En la Biblioteca Ramon Bordas i Estragués (Castelló d'Empúries) se encontraron un escrito todavía más “comprometido”. Un hombre “muy conocido” del municipio se dejó una misiva que era para su amante. Todo el pueblo hablaba de las relaciones extramatrimoniales del señor, y la mayoría de vecinos, tal como hicieron los bibliotecarios, habrían atado cabos. “Castelló es muy pequeño”, recuerda la directora, Roser Julià. A pesar de que para evitar ajetreo destruyeron la carta, la historia se acabó haciendo pública. El hombre ya está muerto, pero en el pueblo todavía es un tema jugoso y delicado que está lejos de prescribir.

Distritos y más

La intimidad de los baños

Los rincones menos concurridos de las bibliotecas no solo son los más buscados para leer o estudiar tranquilo, sino también para, en el mejor de los casos, hacer manitas. “Los jóvenes son los que tienen menos vergüenza, a veces he tenido que avisar de que se hacían morreos muy subidos de tono”, asegura la bibliotecaria de Castelló d'Empúries. De hecho, si la cosa se anima, uno de sus espacios predilectos son los baños. “Ya tratamos de evitar que entren dos personas a la vez”, añade. “Yo me lo he encontrado bastantes veces. Recuerdo que un día una señora se quejó de que oía ruidos como de un vídeo pornográfico. Entré en el baño y, al ver los cuatro pies por debajo de la puerta, ya me imaginé el resto. ¿Qué tengo que hacer cuando pasa esto, interrumpirlos? Los aviso después, pero a menudo vuelven a venir. Y si supiéramos todas las parejas que no pillamos…”, especula Peña, que también explica que se ha encontrado más de una vez a señores que utilizan los ordenadores de la biblioteca para mirar películas pornográficas. “Un día que volvía de comer me encontré a un grupo de chavales en la calle que estaban pegados a los ventanales de la biblioteca, fui a mirar y resulta que un hombre estaba mirando porno y desde fuera se podía ver”.

Por otro lado, en las bibliotecas de instituto, las situaciones más complicadas de lidiar varían un poco. La bibliotecaria Marta Cava asegura que, a pesar de que sí hay adolescentes que van a ligar, no ha tenido que echar nunca a nadie por este motivo, y apunta que hay otros tipos de incidentes más recurrentes, como los desayunos y las meriendas. “Tengo un sexto sentido, el de saber si alguien está comiendo; a veces no sé ni quién es ni dónde es, pero sé que alguien está comiendo”, dice Cava. También se ha encontrado, como el resto de bibliotecarios, con que algunos padres le dejan a los hijos como si se tratara de una guardería. “Un día, ya era la hora de cerrar y nadie venía a buscar a unos niños pequeños. Tuvimos que llamar a la policía y cuando el padre llegó nos dijo que pensaba que podía dejarnos a los hijos todo el día”, explica Julià.

Adivinanzas para encontrar el libro

Con el tiempo, los bibliotecarios desarrollan la habilidad de adivinar qué libro quieren los usuarios aunque les den informaciones muy inconcretas o se inventen el nombre del autor o el título, como Quim Follet, Stephen Hawking, Choque de reyes, Al general no lo quieren o La hija del taxista, en vez de Ken Follet, Stephen King, Juego de tronos, El coronel no tiene quien le escriba y El hijo del chófer. “A menudo me piden un libro por el color de las letras del título o por el género, por ejemplo, o más de una vez me han pedido un libro para leer, así en general, y resulta que quieren una novela”, ríe Rio Romo. “Hay gente que se piensa que somos como Google, pero todavía no hemos llegado a este punto, a pesar de que a veces, por muy imposible que parezca, acertamos el libro o película al que se refieren”, asegura Peña.

Todo el mundo es igual

A menudo los bibliotecarios se encuentran recomendando recursos a eminencias sobre diferentes campos, como historiadores, investigadores, escritores o directores de cine, o a personajes famosos, como periodistas y políticos. “Un día, cuando estaba en la biblioteca de Fort Pienc, vino el president de la Generalitat de entonces, que era un usuario asiduo, a dejar un libro. Era hora punta y, como hace mucha gente, para devolver cosas, como es un trámite muy rápido, se saltan la cola y se lo hacen en un momento, pero mi compañera, que es muy recta, le dijo que si quería algo que hiciera toda la cola, como todo el mundo”, recuerda Peña. Hay que decir que las colas en las bibliotecas son sagradas, sobre todo las que se hacen por la mañana antes de que se abran las puertas para ser el primero en leer el periódico. “Dos abuelos, que ya se habían enganchado más de una vez, llegaron a las manos porque siempre querían el mismo diario”, pone de ejemplo Peña. Rio Romo también explica que se ha encontrado con usuarios que acumulan más de un diario o revista para ir leyendo durante toda la mañana, y como los bibliotecarios no se lo dejan hacer, se los esconden dentro de los jerseis o, cuando se sientan, bajo el culo. “Lo descubrimos cuando vimos que los dejaban muy estrujados”, explica.

Morosos

A pesar de que uno de los asuntos más cansados y desagradables que tienen que afrontar a menudo es el de la morosidad, cuando reclaman la devolución de préstamos también viven momentos graciosos. La trabajadora de la Biblioteca Fages de Climent (Figueres) Yolanda Alcalá todavía ríe cuando recuerda que llamaron a una madre para que les devolviera el libro Educar sin gritar y, en ese preciso instante, estaba echándole la bronca a su hijo. Finalmente, confirmó: “Total, tampoco me está sirviendo demasiado”. También contestó de manera similar una morosa que tenía desde hacía tiempo unos libros de oposiciones: “Os los devolveré porque no me han servido para nada, las he suspendido”. Por otro lado, explican que reciben muchos documentos subrayados y rayados, y, en la Biblioteca de Lleida, los sorprendió encontrar que un usuario había respondido a otro en un libro de autoayuda. “Estoy aquí, solo, triste, sin esperanza, nadie me quiere y no quiero a nadie”, escribía el primero. “Primero tienes que quererte y querer, nunca estás solo, piénsalo bien”, respondía el segundo.

Imagen del libro de autoayuda escrito por dos usuarios
Selección de diálogos absurdos

En la Biblioteca de Lleida

Un chico se dirige directamente a la bibliotecaria:

-¿Las ventajas de ser un marginado?

-Mm… Creo que ninguna.

-No, que si tenéis el libro que se titula así.


-¿Tenéis La casa de Bernarda Alba?

-Toma.

-La quiero en novela, que leer teatro es muy pesado. Gracias.


-Perdona, ¿dónde está la biblioteca?


En la Biblioteca de Figueres

Llaman a una madre morosa justo en el momento en el que está echándole la bronca a su hijo:

-Nos tiene que devolver el libro Educar sin gritar.

-De acuerdo. Total, tampoco me está sirviendo demasiado.


En la Biblioteca de Igualada

-¿Tenéis un libro para leer?


En la Biblioteca La Sagrera

-¿Tenéis el último libro de Quim Follet?

-Querrá decir Ken Follett, ¿no?

-Sí, exacto.

stats