Viajes

Dejarlo todo para dar la vuelta al mundo (en familia)

Carmen, Oriol y su hijo Leo, de 2 años, empezaron en abril este viaje con su velero, llamado 'Forquilla'

Cristina Torra
6 min
Carmen con Leo en brazos a bordo del Tenedor

BarcelonaPuerto de Alicante, 9 de la mañana. Leo, de dos años, y sus padres, Ori y Carmen, salen de su velero para ir un rato a la playa. Vuelven a comer a bordo y por la tarde van a dar una vuelta por el pueblo y buscan una lavandería para lavar la ropa que han ensuciado en los últimos días hasta que, sobre las seis y media, ya empiezan la rutina de la noche, como hace cualquier otra familia con niños pequeños: baño, cena, cuento y dormir. Es su día a día desde que hace dos años nació Leo. La única diferencia con la rutina de una familia convencional es que lo hacen a bordo de un velero, el Horquilla, y que cada pocos días están en un puerto distinto. Su proyecto de vida es vivir mientras viajan sin fecha de regreso.

Todo comienza hace 5 años

“Cuando conocí a Carmen en el 2019, ya le conté la locura que tenía en la cabeza: dar la vuelta al mundo en velero. Se lo propuse y ella dijo que quería acompañarme”, explica Ori. A partir de ahí fue todo relativamente rápido: en el 2020 compraron el velero en Sicilia, en el 2021 se fueron a vivir, en el 2022 nació Leo, en el 2023 se prepararon para marcharse y en abril del 2024 empezaron la aventura. "Los meses previos a la salida fueron muy intensos", reconocen. Gracias a diferentes patrocinadores que se han añadido a la aventura en los últimos meses, llevan el velero equipado con las últimas tecnologías, pero al incorporarse en el último momento, estas primeras semanas de viaje todavía han estado ajustando los equipos. “Hemos conseguido tener un velero que nos permitirá ser muy autónomos, con placas solares”, explica Ori. Previamente, ya hacía meses que se habían formado en mecánica, primeros auxilios, salvamento marítimo y un montón de disciplinas más que también deben ayudarles a solucionar cualquier problema. “Todos llevamos un salto salvavidas, pero nuestra preocupación era saber cómo funciona, qué hay dentro y tener técnicas para subir”, detalla, y también explica que han leído muchos libros sobre náutica, además de haber realizado cursos de medicina y de primeros auxilios pensando en Leo. “Poco después de comprarlo, desmontamos el velero entero para saber cómo funciona”, explica Ori. “Lo importante es conocerlo, descubrir todos los rincones y saber cómo y dónde puede fallar. Tienes que ser autónomo, porque en medio del mar no puedes llamar a nadie”. "Sinceramente, creo que nadie está preparado para nada, yo nunca pararía de aprender", reconoce Carmen. Sin embargo, admite que ahora se siente mucho más preparada que cuando la aventura era sólo un sueño.

Leo jugando a bordo del 'Forquilla'.

Un sueño que finalmente se ha hecho realidad. Estas primeras semanas han sido de adaptación. “Hemos ido tanto bulto antes de zarpar que nos ha costado frenar y coger el ritmo relajado que queremos vivir a lo largo de la aventura”, reconoce Carmen. También hacía tiempo que no navegaban y no sabían cómo reaccionaría Leo. “No sabíamos si recordaría las sensaciones desde la última travesía que hicimos el año pasado”, explica Ori, aunque añade que el niño ya ha recorrido más de 3.000 millas. Y superó con nota la primera navegación de 20 horas entre Vilanova y Menorca.

El viaje es el camino

Estos dos primeros meses han navegado por las islas Baleares y ha seguido parte de la costa española. A partir de ahí explican que quieren "centrar la navegación por los trópicos". Desde el estrecho de Gibraltar irán hasta Canarias y, después, a Cabo Verde, donde prevén llegar en noviembre para atravesar el Atlántico hasta el Caribe. Allí no saben cuánto tiempo permanecerán, pero el viaje seguirá por el canal de Panamá, las islas Galápagos, la Polinesia Francesa, diferentes islas del Pacífico como las Fiji y las Tonga, hasta llegar a Australia. El camino continuará por Indonesia y Malasia hasta el océano Índico, donde recorrerán la India, Sri Lanka y las islas Maldivas. “A partir de ahí la decisión de la ruta a seguir vendrá dependiendo de la situación geopolítica del momento. Nos gustaría cruzar por el canal de Suez, pero dependerá de si es seguro o no”, detalla Ori, que también dice que “es un viaje vital” y que “por suerte” no tienen fecha de regreso. "Tenemos ganas de descubrirlo todo, pero me hace especial ilusión llegar a las Galápagos porque soy una enamorada de los animales marinos", revela Carmen. En cambio, Ori dice que tiene muchas ganas de llegar a la Polinesia Francesa, porque “es un lugar muy remoto del mundo”. Ambos coinciden en que “todo está por ver”, que “el camino se irá haciendo” y que irán logrando retos poco a poco. Uno de los primeros será cruzar su primer océano: el Atlántico.

Un proyecto de vida y laboral

Lo cierto es que desde que tienen el velero han realizado varias travesías por el Mediterráneo, como ir hasta las islas griegas, recorrer Sicilia y parte de Cerdeña y hacer la costa española. Cuando en noviembre atraviesen el Atlántico aprovechando los vientos alisios será la primera vez que afronten tan larga travesía. “Los alisios son unos vientos portantes que te empujan de África hacia el Caribe y atraviesas el océano en 15 o 20 días, dependiendo de los vientos. Nosotros prevemos hacerlo desde Cabo Verde, que está relativamente en línea recta con el Caribe, el siguiente destino”, explica Ori. "Será la primera vez, pero hemos hecho mucho el Mediterráneo, con buenas y malas condiciones, y consideramos que tenemos experiencia para hacerlo", dice.

Foto de familia de Carmen, Oriol y el pequeño Leo.

En días de navegación, las rutinas del día a día cambian ligeramente. "Cuando estamos de travesía, nos movemos día y noche", explican. Leo se levanta a las 8, a veces un poco más tarde por el movimiento. “En lugar de salir después del desayuno, jugamos a bordo. Uno está controlando el velero y el otro, con él”, detallan. "Nos vamos relevante mientras hacemos los trabajos cotidianos y el quid de la cuestión llega por la noche: hacemos turnos de 3 o 4 horas para conducir el velero mientras el otro descansa", explican. Ambos tienen titulaciones de navegación, Ori es capitán de yate y Carmen, patrona de yate.

Oriol y Carmen preparando el 'Forquilla'.

Antes del mar, ambos se dedicaban al cine. Ella como ayudante de dirección y él como operador de cámara. De hecho, no lo han dejado: "Estamos conectados, nos siguen llegando cosas, pero no nos dedicamos al 100 por 100", explica Ori. "Consideramos la posibilidad, a lo largo de la ruta, de dejar el velero en algún puerto y venir a hacer una peli", añade. Para sacar adelante el proyecto también cuentan con ahorros y varios sponsors, ya que tienen más de 400.000 seguidores en las redes sociales, que abrió Carmen durante su baja por maternidad. “Al principio fue muy duro. Me encanta mi trabajo, pero no quise reincorporarme porque me apetecía más quedarme con Leo”, admite. “Abrí las redes y empecé a crear contenido. Me parecía evidente que la historia tenía valor, le di forma alstorytelling y ahora veo que mi carrera, más que terminarse, se ha transformado y, además, ha servido para que el proyecto vaya más lejos”, dice orgullosa.

Siempre juntos

Y todo esto ha venido por la necesidad de ofrecer a Leo una crianza respetuosa: “Es una forma de vida: queremos estar los primeros años de vida todo el rato con él, a mí me hubiera encantado que lo hubieran hecho los míos padres”, dice Carmen. "Es lo que nos da más trabajo, es dedicación 24 por 7, es duro y no tienes un respiro mental, ya que lo hacemos con el máximo respeto, con límites conscientes y haciéndolo partícipe de todo el día a día", añade . “Nuestra prioridad también es enseñar a Leo que hay otras culturas, colores o realidades sociales; que aprenda y conecte con el medio natural y social” dice Ori. No se plantean estar siempre embarcados, quieren bajar, ir al interior de los países, conocerlos bien y hacer amigos. “También queremos estar en contacto con la naturaleza, entender que debe respetarse”, añade Carmen, que dice que ya le están haciendo entender a Leo que no se puede llevar las conchas o las piedras de las playas porque forman parte de un ecosistema: “Queremos transmitirle que no estamos aquí para arrasar el medio, sino para respetarlo”.

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