Así hace de madre

Núria Gabernet i Díaz: "«Tengo ansiedad» es una expresión que yo ya decía de muy pequeña"

Bióloga, psicóloga, especialista en psiconeuroinmunología clínica y madre de Nahia, de 10 meses. Publica '¡Hola, ansiedad! Las claves para comprenderla y transformarla' (ed. Cossetània), basado en parte en la propia experiencia

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Núria Gabernet y Díaz

BarcelonaTuve un embarazo bueno físicamente, pero complicado emocionalmente porque viví el proceso de la enfermedad de mi madre. Tenía cáncer y después de mucha lucha y sufrimiento, desgraciadamente, murió solo once días antes de poder conocer a su nieta.

Lo siento.

— El embarazo lo viví con prudencia, de prueba en prueba. Aquello del disfrútalo se me hacía difícil. El embarazo suele ser largo y reposado, el parto intenso y breve, pero los meses que vienen después, a pesar de la presencia del hijo, generan un barullo de sentimientos no siempre agradables.

¿Cómo fuiste poniendo cada cosa en su lugar?

— El postparto y la crianza son momentos emocionalmente y físicamente complejos para la madre, que necesita el máximo de apoyo para sostener una nueva vida que, en esencia, depende de ella. Es un zarandeo. La pareja se tiene que transformar y no siempre es fácil, puesto que los roles cambian. Pesan la falta de horas de sueño y el poco tiempo que te dedicas a ti misma. Ante esta situación he intentado aplicar unas máximas que me han ayudado en otras ocasiones: ir paso a paso, intentar no anticiparme demasiado y abandonar las grandes expectativas. Hay que ir día a día. Y, además, hace falta mucho contacto con la naturaleza, paseos por el bosque, y que no falten alimentos de calidad y los micronutrientes, porque el desgaste físico, mental y emocional es grande: yodo, grasas saludables, omega-3 sobre todo tipo DHA, magnesio, vitamina D, vitaminas del grupo B, etc.

¿Los padres transmitimos la ansiedad a los hijos?

— Transmitimos sobre todo pensamientos y maneras de interpretar el mundo. La genética, contrariamente a lo que se creía cuando era estudiante de biología, ha demostrado tener poca influencia en los trastornos de ansiedad. Ahora, sí que transmitimos estilos de vida. Durante los seis o siete primeros años de vida, los niños y las niñas son como esponjas y el contexto en el que viven tendrá un peso importante en la ansiedad que presenten de jóvenes y adultos. Como madres y padres tenemos el reto de no transmitir nuestros miedos, ni de hacer a los hijos responsables de aquello que no les corresponde.

Pero la ansiedad también puede ser una aliada.

— A mí, en el ámbito laboral, la ansiedad me ha protegido. La ansiedad ha hecho acto de presencia de manera acusada en un entorno personal y un espacio físico muy estresante. En este caso, su mensaje era claro: ¡sal de aquí! Pero me forcé a seguir en el trabajo y el desgaste que la situación me ha generado, y que a estas alturas todavía no está resuelta, me ha creado otros problemas, como por ejemplo alteraciones en las tiroides.

De una manera u otra, la ansiedad siempre está.

— "Tengo ansiedad" es una expresión que yo ya decía de muy pequeña. Para mí es una sensación familiar, molesta, desagradable y pesada, a pesar de que nunca me ha impedido hacer las actividades cotidianas. A pesar de esto, no acababa de entender los motivos de mi ansiedad, lo que me desconcertaba. Creía que era algo que iba conmigo, que me había tocado y con lo que tendría que convivir toda la vida.

¿Y qué te pasó?

— En la adolescencia dejé la escuela del barrio y fui a un instituto lejos de casa, a unas cuantas paradas de metro. Entonces empecé a sentir agorafobia, con ataques de pánico. Supongo que me sentía demasiado pequeña en un mundo demasiado grande. Años más tarde, y después de sesiones de terapia y de reflexión personal, descubrí que la ansiedad escondía un mensaje: vuelve a casa, allí estás segura. Supongo que me quería proteger a mí misma porque me preocupaba qué les pasaría a mis padres, puesto que ellos me decían que yo era "su vida".

¿Qué se puede hacer con la ansiedad?

— Cada uno tiene que encontrar su manera de relacionarse. A mí me ha servido: 1) simplificar y priorizar, 2) ir paso a paso, 3) delegar y pedir ayuda, 4) no complicarme la vida, 5) disminuir el nivel de autoexigencia, no ser demasiada crítica y, sobre todo, 6) guiarme por el propio instinto y no hacer demasiado caso de los consejos.

Explícame una situación que, a pesar de que haya sido tensa, te haya hecho gracia.

— Fuimos a hacer la matrícula a la escuela infantil y llevaba a la niña en el cochecito con toda la documentación. Cuando me toca entregar los papeles, veo que de uno falta una parte. Ella abre la boca y dentro veo el trozo que faltaba.

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