BarcelonaLos nórdicos son unos firmes defensores de los beneficios de dar un baño en aguas frías, por lo que no es extraño verlos sumergirse en aguas gélidas, incluso haciendo un agujero en el hielo para entrar. De hecho, puede que no sea necesario ir tan lejos, porque cada vez es más habitual ver en las playas del Mediterráneo (o en las del Cantábrico, donde el agua difícilmente supera los 10 grados), personas que empiezan el día haciendo unas brazadas en agua bien fría. De hecho, es una práctica que Hipócrates ya recomendaba en el siglo IV a. C. y que a lo largo de la historia ha tenido defensores bien conocidos como Thomas Jefferson, que aseguraba que su buen estado de salud se debía a los baños de pies en agua fría que hacía cada mañana.
Lo que para algunos puede parecer una locura, para muchos es una manera de ganar en salud y bienestar emocional, ya que diferentes estudios han ido demostrando que estas inmersiones aportan beneficios físicos y mentales. De estos beneficios habla la científica danesa Susanna Søberg en su libro Baños en aguas frías (Alienta Editorial), un manual para descubrir el secreto escandinavo para llevar una vida más feliz y saludable. Søberg defiende este tipo de baño, a la vez que explica dónde, cuándo y cómo hacerlo correctamente, analizando las consecuencias que tiene en nuestro cuerpo y nuestra mente este contacto con el frío. Asegura que bañarse en invierno es algo que la mayoría de gente puede hacer y que se puede aprender, aunque alerta de que no tendrán que realizar estas inmersiones las personas que tengan problemas de corazón o una hipertensión no tratada. La científica tiene un doctorado en ciencias médicas y de la salud, con especialidad en grasa marrón e inmersión en aguas frías ya partir de su propia experiencia y de sus investigaciones ha creado un método basado en la exposición deliberada al frío para aumentar el metabolismo.
Una sensación extrema que genera felicidad
Søberg asegura en su libro que "entrar en contacto con el agua fría exige toda la atención de cuerpo y mente para sobrevivir, ya que el cerebro lo interpreta como una situación de peligro". Produce una descarga de positividad que se debe a un aumento de los neurotransmisores –como la dopamina y la serotonina– que controlan el humor y el equilibrio mental. En cierto modo, este contacto con el agua fría genera efectos similares a los que provocan los antidepresivos. Quizás por eso podemos entender que la sensación de los bañistas después de la inmersión sea, en contra de todo pronóstico, experimentar una sensación "de calor y felicidad".
Así, en lo que se refiere a los beneficios para la salud mental y emocional, se ha demostrado que las duchas frías desencadenan la liberación de endorfinas y, según una investigación publicada en la revista Medical Hypotheses, se ha logrado demostrar que una ducha fría de hasta cinco minutos, dos o tres veces por semana, alivia los síntomas de la depresión y tiene efectos analgésicos. En este sentido, el dr. Juan Carlos Portugal del Pino, especialista en cardiología y miembro de la plataforma Top Doctors, apunta que no conoce estudios específicos sobre el tema, aunque no le sorprende que pueda ser una práctica beneficiosa, puesto que “poder aumentar nuestra capacidad de adaptarnos a entornos más hostiles siempre es gratificante”.
Unos baños que pueden ser muy saludables
Más allá de estos beneficios en el ámbito emocional, el dr. Juan Carlos Portugal del Pino reconoce que “hace ya algunos años que esta práctica ha ganado popularidad entre los atletas, sobre todo de alto rendimiento. Tras numerosos estudios, las últimas revisiones sistemáticas parecen dejar claro que existe beneficio para acelerar la recuperación y prevenir el daño muscular inducido por ejercicio. Además, demostró tener beneficios ayudando a regular la función del sistema nervioso autonómico. A nivel cardíaco, el beneficio parece producirse para aliviar la hipertermia y el consiguiente estrés cardíaco al que se somete el corazón para bombear más sangre en la piel y así perder temperatura, lo que a su vez alivia la fatiga del sistema nervioso central”. El dr. Portugal del Pino explica que “a raíz del estudio de los seguidores de Wim Hof, un hombre que es capaz de regular el sistema nervioso autonómico para soportar condiciones extremas de frío en aire y agua, se han realizado estudios sobre la exposición a inmersiones en aguas a bajas temperaturas que demuestran que estas prácticas desarrollan una liberación aguda de hormonas del estrés y que existe una regulación subsiguiente de las células inflamatorias y del sistema inmune siempre que se haga la exposición acompañada de un entrenamiento ejercicios respiratorios”.
¿Y cómo deberían ser estas inmersiones para poder aprovechar estos beneficios? El cardiólogo explica que “en el caso de los deportistas, se ha demostrado que las inmersiones cortas ya temperaturas muy bajas tienen mayor efecto que las prolongadas a temperaturas más templadas. En el caso de la regulación de la función inmunológica, se ha demostrado que sin realizar el ejercicio de respiración no tienen ningún efecto favorable y es el frío el que potencia los efectos de esta técnica de respiración”. En este punto, el doctor insiste en que “las personas que se someten al frío para regular el sistema inmunológico y el sistema nervioso autonómico tendrán que seguir un entrenamiento en las técnicas de respiración. Cabe destacar que algunas personas podrían desarrollar broncoespasmos (sobre todo los asmáticos) a causa del choque térmico. Es siempre recomendable realizar una exposición gradual en intensidad y duración”. Por último, añade que se trata de una práctica que será mejor que hagamos acompañados, "sobre todo en las primeras sesiones, hasta tener su hábito, sintiéndonos seguros de poder controlarnos al realizar esta práctica".
Las motivaciones de los bañistas
43% asegura obtener un bienestar físico
18% afirma conseguir un estado de relajación mental
18% experimenta un sentimiento de felicidad
11% disfruta del contacto con la naturaleza
11% agradece que les permite pasar tiempo con sus amigos
* Datos obtenidos de las investigaciones de Susanna Søberg
Baños en aguas frías: dónde y cuándo
Los baños en aguas frías son la inmersión en agua fría durante el invierno, ya sea al aire libre en mar abierto o en lagos, o en piscinas no climatizadas. Cada entorno determina la forma en que se practican. Por ejemplo, en Finlandia, el norte de Rusia, Noruega, Suecia, Estonia, Letonia y Lituania llevan años relacionando los baños invernales con la antigua tradición de la sauna, mientras que en otros países como Dinamarca esta vinculación es más reciente y en China cuentan con unas 140 organizaciones de natación en aguas frías que suman a más de 200.000 miembros. En los países nórdicos, los baños entre octubre y mayo se consideran baños en aguas frías, mientras que en los meses de más frío hay quien se baña entre el hielo, lo que se considera natación en aguas gélidas.
Baños en aguas frías: cómo
Sumergirse en agua fría de tres a cinco veces, ya sean unos segundos o varios minutos, y alternarlo con sesiones de sauna de entre 5 y 15 minutos, supone un gran reto para el cuerpo y la mente, y justo para esto muchas personas practican los baños en aguas frías como una alternancia térmica. Debería practicarse con regularidad, dos veces por semana, por ejemplo. Es importante realizar un entrenamiento previo, como con cualquier otro tipo de ejercicio, y el mejor momento para empezar es justo cuando acaba el verano, así podemos ir acostumbrándonos al agua fría de manera gradual. Así, también podemos practicar antes realizando duchas frías, empezando por unos segundos e ir alargando la exposición. Hay que tener presente que por la mañana somos más sensibles al frío, por lo que si somos principiantes, mejor empezar por la noche. También es importante hacerlo en grupo, para garantizar que sea más seguro y también más divertido.