"Guardo el dinero de la merienda por comprar cremas": la obsesión por la cosmética de los adolescentes
La 'cosmeticorexia' es la manía por el cuidado de la piel, que puede llevar al abuso de productos innecesarios y que cada vez se detecta más entre preadolescentes
BarcelonaUn grupo de niñas que no superan los once años entran en un establecimiento de cosmética con la misma emoción que si acabaran de entrar en un parque de atracciones. Frente a él, un paraíso de cremas exfoliantes, bases de polvo compacto y correctores de piel se despliega en un sinfín de marcas y colores. La escena, grabada con el móvil y colgada en TikTok, va acompañada de la etiqueta de Sephora Kids.
En el siguiente vídeo, una niña de tres años y su madre se graban frente al espejo para mostrar a los seguidores su rutina de belleza diaria. La niña, visiblemente emocionada, se deja restregar sobre su piel infantil hasta tres cremas distintas: para limpiar, tonificar e hidratar. Y así podríamos seguir durante un buen rato, surfeando vídeos con etiquetas que ya suman millones de visualizaciones, como #GRWM (get ready with me),Look of the dayoSkincare Routine.
El caso es que desde hace un tiempo, tiendas como Sephora y Ulta Beauty –en Estados Unidos– han detectado un nuevo fenómeno: cada vez más niñas menores de doce años entran a comprar cosméticos y productos para la piel. Una tendencia que, como ocurre con tantas otras cosas, también ha llegado a nuestra casa. Es así como nos encontramos con que una parte de la llamada generación alfa ya está ocupada comprando, o deseando, productos que contienen ingredientes como el suero, el colágeno o el retinol, tradicionalmente destinados a combatir los efectos del envejecimiento.
Marcas como Drunk Elephant, Yawn, Gryt y Bubble, que presumen de estar bioformuladas para las pieles más tiernas, se están convirtiendo en toda una tentación para muchas preadolescentes. Los productos suelen ubicarse en estanterías especiales en las tiendas de cosmética, donde también se aprovecha para vender neceseres divertidos con estampados de unicornios o gatitos.
"Me gasto 60 euros mensuales en cremas y maquillaje", confesaba Samira, de 14 años, hace unos días en elAhora Baleares. Su ritual de belleza consiste en ponerse crema con retinol (un principio que trata las arrugas) tres veces al día y repasarse el maquillaje cada hora. "No sé si soy adicta, pero sé que necesito hacerlo para estar tranquila", confesaba.
Lo mismo les ocurre a Marta, de 15 años, y su grupo de amigas, que cuando salen del instituto acuden a un centro comercial de la zona. Allí compran “dulces, una mascarilla exfoliante, una crema con ácido hialurónico y botellitas con efecto lifting”. "Quiero tener la piel más lisa y eliminar las arruguetas en la zona de los ojos", asegura Marta, que dedica una hora y media diaria a los rituales de belleza. ¿De dónde saca el dinero? “Guardo lo que me sobra de lo que me dan mis padres para comprar la merienda”, confiesa una de las amigas.
Obsesión creciente
La fijación por estar a la altura de los estándares irreales de belleza cada vez llega más bien, hasta el punto de que ya se empieza a hablar de situaciones en las que niños preadolescentes sufren de cosméticorexia. Aunque no está clasificado oficialmente como un trastorno psicológico, se trata de la obsesión por la compra y el uso excesivo de productos para el cuidado de la piel. Una situación que conlleva consecuencias físicas y mentales.
A las consultas de dermatología llegan pacientes preadolescentes con reacciones irritativas y lesiones de acné, a menudo provocadas por el uso generalizado de maquillajes y cosméticos sobre pieles sanas. O que simplemente buscan consejo para poder seguir sus propios rituales de belleza.
Eso mismo le ocurrió al doctor Alejandro Lobato Berezo, dermatólogo del Hospital del Mar, que hace algo de un mes recibió en la consulta un caso que le dejó asombrado. Un niño de 13 años, acompañado de su madre, le trajo más de nueve cremas distintas, entre hidratantes, contornos de ojos y productos para el pelo. “Me pedía que le pautara una rutina de belleza”, explica Lobato. Durante la consulta pudo percibir la mirada cómplice de la madre, a la que veía superada por la situación. "El niño cada semana le pedía ir a la perfumería a comprar algún producto", asegura.
Los dermatólogos aseguran que en estas edades prácticamente no necesitan ponerse ningún producto. “Solo hace falta que se laven la cara y que se pongan un poco de crema hidratante para el acné o protector solar, como mucho”, asegura Lobato. Sólo en los casos en los que el niño tenga acné se puede pautar algo de higiene con agua y un jabón regulador, o en casos más complicados un tratamiento oral, “pero siempre pautado por un dermatólogo”, remarca Lobato. Al igual que ocurre con los casos de niños que sufren dermatitis atópica. “Son productos que no deberían dárselos a la farmacia sin receta”, continúa.
Abusar de estos productos puede traer problemas a la larga. “Muchos llevan sustancias algo ácidas, como la vitamina y el retinol, que pueden producir irritaciones en la piel. Incluso se pueden acabar desarrollando alergias a algunas sustancias, como las fragancias o los conservantes”, explica Lobato.
Control familiar
Más allá de los problemas en la piel, la obsesión por el uso de los productos de belleza puede ser un síntoma de baja autoestima y de necesidad de validación externa. A la larga, si no se controla, pueden sufrirse trastornos como depresión y ansiedad. "Las marcas se están aprovechando de la vulnerabilidad de los preadolescentes y ya les interesa llevarles hacia la insatisfacción sobre su aspecto físico", explica Andrea Arroyo, doctora en biomedicina y ciencias de la salud y especialista en TCA del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña.
Sin embargo, la figura de los padres y madres también es muy importante a la hora de afrontar este problema. “Ya ocurre con los casos de trastorno de conducta alimentaria, que cuando conoces a la familia del paciente lo entiendes todo”, asegura Arroyo. "A veces es la misma madre la que no tiene una buena relación consigo misma y se centra mucho en su aspecto físico, una conducta que puede acabar fomentando en sus hijos", explica la psicóloga. Claro que no siempre es así, ya menudo las redes sociales son el principal factor de influencia en estas edades.
Ante la imposibilidad de controlar el contenido de las plataformas y los intereses de las marcas, Arroyo considera que es fundamental que el entorno educativo y familiar de los preadolescentes ayude a contrarrestar estas influencias. “Es necesario que los jóvenes se den cuenta de que muchos neuropsicólogos trabajan para empresas que quieren venderles productos a expensas de su propia insatisfacción”, asegura. Y no sólo eso, sino también tomar conciencia de que influencers que siguen a los jóvenes no tienen ninguna titulación ni formación para recomendar productos o rituales donde a menudo se utilizan hasta seis cremas diferentes. "Es una publicidad encubierta que engancha mucho a estos a estas franjas de edad", concluye.