Cabaret Pop

Kate Middleton, una piedra preciosa de la corona británica

La duquesa de Cambridge, que el lunes cumplirá 40 años, no ha dejado de aumentar su popularidad y la de la institución desde que se incorporó a la familia real

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Kate Middleton y Guillamos de Inglaterra en la foto con la cual desearon un buen año 2022 a través de sus redes sociales

BarcelonaEl 24 de diciembre por la noche Kate Middleton sorprendió a la audiencia al aparecer tocando el piano en la televisión británica, una faceta suya que era ampliamente desconocida. Y es que, a pesar de que hace exactamente veinte años que forma parte de la vida pública del país, la futura consorte del Reino Unido todavía guarda ases en la manga para continuar seduciendo al pueblo. Esta fue la reflexión mayoritaria sobre la aparición televisiva de Middleton, que además de demostrar su talento con el instrumento también era la organizadora de ese acontecimiento musical benéfico, que había llevado a cabo a través de Royal Foundation para homenajear a los trabajadores esenciales de la pandemia. Mientras acompañaba al teclado al cantante Tom Walker era difícil no visualizarla como el elemento más preciado de la monarquía británica actual, superada solo por la reina.

Siempre sonriente, siempre perfectamente vestida, comprometida con causas de su tiempo como el cambio climático y sin caer nunca en ninguna polémica pasajera, Middleton ha encontrado la fórmula perfecta para convertirse exactamente en lo que el mainstream espera de una futura reina: ausencia de polémicas y cierta transparencia. Tanto es así que son muchos los especialistas que la señalan como una digna heredera de Diana de Gales, la princesa del pueblo. Cuando su matrimonio ya iba de mal en peor y le preguntaron en una entrevista si se veía como una reina, la difunta suegra de Middleton contestó que prefería ser "reina en el corazón de la gente", una respuesta que ha quedado grabada. Con la eterna sombra de Diana proyectándose sobre ella igual que sobre todos los externos que llegan al club de los Windsor, queda claro que Middleton entendió el valor de ser querida popularmente, pero, además, lo ha mejorado. Ella, a diferencia de Diana, lo ha logrado sin tener que protagonizar un combate público contra la familia real, sino marcando un perfil propio desde dentro.

Kate Middleton tocando el piano el día 24 de diciembre en una gala benéfica televisada organizada por Royal Foundation

Kate Middleton, que tiene suficiente entidad por ella misma como para no haber perdido su nombre en los medios que habitualmente hablan de ella, a pesar de que su nombre oficial es el de duquesa Catalina de Cambridge, debutó en el radar rosa colectivo en 2001, cuando tenía solo veinte años y acababa de conocer a Guillermo en la prestigiosa universidad escocesa de St. Andrews, donde los dos cursaban los estudios superiores. Ella y el nieto de la reina Isabrel II estuvieron saliendo diez años hasta que él le pidió matrimonio, cosa que hizo que los tabloides empezaran a llamar a Kate Middleton Waity Katie, que podríamos traducir como Kate, la paciente.

Durante estos diez años en los que ella acabó la carrera de historia del arte, la pareja sufrió crisis retransmitidas en streaming por los tabloides. Nada fue muy grosero, pero evidentemente no era fácil de llevar para aquella chica que no provenía de la aristocracia ni tampoco de un entorno con trascendencia mediática. La joven Kate, en 2005, tuvo que hacer una queja pública a través de su abogado reclamando un poco de paz, puesto que no ostentaba ninguna posición pública que justificara la persecución mediática a la que estaba siendo sometida. Tan exagerada era su situación que en octubre de 2006 Buckingham anunció que estaría protegida por miembros de seguridad de la familia real británica, cosa que confirmó para muchos que ella era la elegida para casarse con Guillermo. Aún así, la confirmación oficial no llegaba, cosa que también dio lugar a especulaciones a lo largo de los cuatro años más que se hizo esperar la noticia del compromiso.

Tenían los dos treinta años cuando Clarence House hizo público que se habían comprometido. Quedaba definitivamente enterrado así el aviso de ruptura irreparable que estuvo a punto de suceder en 2007, cuando se dieron cuatro meses de libertad en que los dos aprovecharon para distraer la pena con otras personas, cosa que quedó correspondientemente retratada por la prensa.

Una vez comprometidos, su camino solo ha tenido una piedra en el zapato: Enrique y Meghan. A pesar de que Kate fue la tutora de facto para Meghan cuando entró a formar parte de la familia real, esta no demostró ningún agradecimiento ni afecto por Middleton cuando concedió su entrevista a Oprah Winfrey después de anunciar que abandonaban la familia real. Además de ellos, que siempre se han agarrado a la polémica para seguir facturando fuera del abrigo del erario público británico, el resto ha sido un in crescendo de afecto popular para Middleton, que ha demostrado que es una mujer de su tiempo sin ejecutar una ruptura violenta con las tradiciones reales inglesas. Tanta es la influencia popular que tiene que la ropa que se pone se agota de las tiendas, cosa que ya se ha denominado efecto Kate.

Ella ha criado a los tres herederos que ha dado al trono británico –Jorge, Carlota y Luis–, se ha construido una agenda oficial muy completa, ha decidido no vivir en palacio para criar a sus hijos y ha hecho públicas algunas aptitudes propias más allá de las institucionales, como su gusto por la fotografía. De hecho, las imágenes que distribuye Kensington Palace para celebrar los aniversarios de sus hijos son hechas por ella y los niños aparecen siempre en posturas y situaciones alejadas de las típicas imágenes protocolarias tradicionales de palacio. Recientemente, también ha dado fotos suyas al proyecto Hols Still, que recaudará dinero para Minds, una institución centrada en la salud mental.

Hija de dos trabajadores de British Airways –cosa que la llevó a vivir en Jordania sus primeros años de vida– que hicieron fortuna con una empresa de productos de fiesta, Kate Middleton cumplirá este lunes 40 años. De estos, la mitad los ha pasado inmersa en el huracán que supone para una plebeya entrar a formar parte de la familia real británica. No sabemos si cuando era Waity Katie esperaba por amor a él o al cargo. Pero lo que está claro es que su espera ha sido muy útil para los británicos, puesto que es una figura respetada también fuera de sus –cada vez más pequeñas– fronteras y también para la familia real, que tiene en ella su activo de futuro más preciado. Por cierto, que acabe heredando el cargo de consorte de Camila Parker también se puede considerar un agente multiplicador de sus virtudes.

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