"Lo que te pasa de pequeño lo acabas amando muy grande"
La campesina y veterinaria Imma Puigcorbé rememora las salidas de la Escuela de Verano de las Llosas en la riera de Merlès
BarcelonaLas pozas de la riera de Merlès actualmente están masificadas e incluso se ha restringido el paso. "Ahora sólo se puede aparcar en según qué lugares y la gente tiene que caminar mucho para poder llegar. Es la única manera de poder preservar estos espacios", se lamenta Imma Puigcorbé, una de las caras visibles de Revolta Pagesa. Éste es el escenario de su mejor recuerdo de verano, pero ya no es lo que era: "Ahora me cuesta ir porque sé qué me encontraré. Antes, estos espacios eran mucho de la gente que vivía allí y con las redes sociales han perdido el encanto que tenían".
En la foto que comparte con el ARA, ella tiene 8 años, y está en el centro de un montón de niños y niñas de todas las edades, que formaban el grupo de la escuela de verano de Les Llosses (Ripollès), que se hacía en el ayuntamiento del pueblo, una masía aislada rodeada de montaña. Iba cada año durante julio y agosto: durante la mañana hacían cuaderno de verano y al mediodía salían a realizar actividades fuera. Su preferida era la salida acuática en la riera. "Cuando éramos pequeños, estaba lleno de cangrejos, de espinillas, de zapateros. Era una riera virgen y estábamos solos, solo con algunos bañistas que eran vecinos", apunta. La dinámica era totalmente diferente a su realidad durante el curso en una escuela concertada bastante estricta y con clases magistrales.
A veces, los mayores hacían excursiones a escondidas de los profesores y, un día, se encontraron un esqueleto de vaca medio enterrado en un arroyo seco. "No se nos ocurrió otra cosa que ir al ayuntamiento a coger las palas que había, unas palas que eran para sacar nieve, de aluminio. Pues nos cargamos las palas", exclama. Una anécdota que acabó con el castigo de recoger todas las piedras del jardín del ayuntamiento: "Siempre me acordaré".
Puigcorbé disfrutaba mucho de estas incursiones en la naturaleza. "Nos lo pasábamos tan bien yendo a buscar esqueletos de vacas. Recuerdo que había un arenal donde las lagartijas ponían huevos. Los poníamos en botes y nos nacían las lagartijas pequeñas. Era toda una aventura de lo más salvaje", relata con entusiasmo. Como campesina y veterinaria, ya apuntaba modos. "Vivir una infancia en contacto con la naturaleza hace que las personas lo acaben amando. Lo que te pasa de pequeño lo acabas amando muy grande. Los primeros años de nuestra vida lo que hacemos y dejamos de hacer nos marca para siempre. Este hacer junto a árboles, animales, pozas, pozas, me dice cuatro meses con su brazo", han forjado la identidad. El pequeño ya está inmerso en este mundo rural, en Begudà (Garrotxa), donde viven en una masía. "Creo que es vital para ser un adulto funcional que sepa de dónde vienen sus raíces, de dónde viene lo que comes, el porqué de las cosas, saber lo frágil que es la naturaleza... Esto es muy importante de aprender, es la base de todo ello antes de utilizar un móvil, un ordenador o una Nintendo".