Demografía

¿Por qué los japoneses no quieren tener hijos?

La natalidad cae a mínimos históricos y el gobierno alerta de que está en riesgo "poder seguir funcionando como sociedad"

Trabajadores en Tokyo, el Japón

PekínEl alto coste de la vida y el cambio experimentado por las mujeres, menos motivadas a abandonar el trabajo y renunciar a la independencia, sin olvidar la tradicional aversión a la inmigración, son las causas de una caída récord de la natalidad en Japón. Con un discurso dramático, el primer ministro, Fumio Kishida, ha advertido de que el futuro del país está amenazado, y por este motivo ha inaugurado el curso político 2023 poniendo el foco en ello. El líder del gobierno ha sido tajante ante la necesidad que tiene el país de fomentar los nacimientos. Y ha alertado de que ya no se puede esperar más, porque Japón se encuentra en una disyuntiva de "ahora o nunca". Ante los diputados del país, esta semana Kishida ha sido claro: “Japón se encuentra en un punto crítico para poder seguir funcionando como sociedad”.

En 2022 el número de nacimientos cayó por debajo de los 800.000, una cifra que según las proyecciones demográficas no se tendría que haber alcanzado hasta 2030. El dato muestra que el envejecimiento de la población avanza más rápidamente de lo que se preveía.

Japón ha conseguido aumentar espectacularmente la esperanza de vida, pero ha fracasado a la hora de incentivar la natalidad. El futuro que se dibuja es muy difícil, dada la continua disminución del número de personas en edad laboral, que tendrán que mantener a una gran población envejecida que necesitará muchas atenciones.

Excepto el pequeño y muy rico Principado de Mónaco, no hay ningún otro país en el mundo que tenga más gente mayor que Japón. La tasa de personas mayores de 65 años es casi del 28%, según los datos del Banco Mundial. En 2050 podría haber perdido ya una quinta parte de su población y haber pasado de los 125 millones actuales a 88 millones.

Prioridad del ejecutivo

Fumio Kishida ha prometido que en 2023 el aumento de la natalidad será una prioridad para el gobierno. En abril, cuando empieza el año fiscal en Japón, se abrirá la Agencia para la Infancia y la Familia y el gobierno pretende duplicar el gasto en programas relacionados con los niños y su educación. El primer ministro ha anunciado un plan de incentivos con tres ejes: ayudas económicas directas a las familias con hijos, incremento de las plazas de guardería y un cambio de cultura laboral que facilite la conciliación familiar, con horarios más flexibles. Un grupo de expertos tendrán que presentar en marzo las propuestas para llevar a cabo las nuevas políticas y especialmente detallar de dónde saldrán los 69.000 millones de euros de financiación pública que se calcula que se necesitarán.

La crisis de natalidad no es un problema nuevo. Los sucesivos gobiernos del Partido Liberal Democrático hace años que intentan fomentar los nacimientos sin éxito. Las recetas que propone Kishida siguen la misma estrategia de ayudas, pero no entran en reformas sociales profundas.

El alto coste de la vida, la caída de los salarios y sobre todo la inexistencia de una red de servicios sociales que garanticen el acceso a la sanidad y la educación y buenas pensiones desincentivan a las parejas ante la opción de tener hijos. La estructura social patriarcal tampoco contribuye a la maternidad. Las mujeres mayoritariamente abandonan el trabajo al tener un hijo y son ellas las que se ocupan de criarlo.

Hasta ahora las políticas para incentivar que las mujeres vuelvan al mundo laboral después de la maternidad –con trabajos a media jornada y ayudas para las empresas– parecen más encaminadas a recuperar fuerza laboral que a permitir que las mujeres desarrollen su carrera profesional. Sin olvidar que desde el mundo político se oyen voces que las acusan de ser las responsables del problema, por atrasar la edad matrimonial y de maternidad.

Además, los gastos de crianza son altos porque el sistema educativo es muy competitivo y los padres se ven presionados a invertir mucho dinero para que sus hijos obtengan los mejores resultados. Según un estudio del Instituto YuWa Population Research, Japón es el tercer país del mundo más caro para educar a un niño, después de China y Corea del Sur. Precisamente, tres países donde la natalidad se desploma.

Por otro lado, la llegada de trabajadores del extranjero no se percibe como una solución para revertir la descendente curva demográfica. Hoy por hoy, únicamente el 3% de la población de Japón es nacida fuera del país. A pesar de que poco a poco se han ido flexibilizando, las leyes de inmigración continúan siendo muy estrictas y la posibilidad de establecerse en el país, crear un proyecto de vida e integrarse no es nada fácil. Las cuotas de trabajadores que pueden entrar en el país están reguladas por ley, y dependiendo del sector se llega a limitar los años de residencia. Los hijos de los inmigrantes, de momento, no son una solución para aumentar la población. La crisis, que se ha gestado durante décadas, por razones económicas y también culturales, está servida.

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