“Sólo queda cortar esta cabeza sucia sin dudar”: China y Japón se enseñan los dientes
Sanae Takaichi rompió con la tradicional prudencia japonesa y advirtió sobre las consecuencias de un ataque chino en Taiwán
TokioLa luna de miel de la primera mujer que ocupa el cargo de jefe del gobierno de Japón, Sanae Takaichi, se ha desvanecido de forma abrupta. Una afirmación suya que respondía una cuestión parlamentaria a la Dieta, el Parlamento japonés, en la que advirtió de que un ataque chino a Taiwán podría poner en riesgo la supervivencia del país y justificar una respuesta militar conjunta con Estados Unidos, desató una crisis diplomática de consecuencias imprevisibles. Pekín tachó las declaraciones de una "injerencia grosera" en sus asuntos y reaccionó con una virulencia inédita hasta ahora.
La situación empeoró con la publicación de un tuit del cónsul chino en Osaka en X, que rompía los formalismos diplomáticos y profería una amenaza explícita: "Sólo queda cortar esta cabeza sucia sin dudar", en referencia a Takaichi. Tokio declaró el diplomático persona non grata por la gravedad de la frase y elevó la disputa a una magnitud que el país no vivía desde hace décadas. A esto se suma la decisión de Pekín de aplazar el foro Tokio-Pekín y de anunciar que el primer ministro chino, Li Qiang, no mantendrá el encuentro previsto con Takaichi al margen de la cumbre del G20.
El origen del choque estalló de forma inesperada cuando Takaichi declaró en una sesión de control ordinaria del Parlamento japonés que un ataque chino contra Taiwán –situado a unos cien kilómetros del territorio japonés– constituiría "una situación que amenaza la supervivencia de Japón", y abriría la puerta a una posible. La afirmación rompía con la prudencia tradicional de los líderes japoneses, que históricamente han evitado vincular a Taiwán con compromisos de defensa directa. En un momento en el que Pekín no descarta recurrir a la fuerza para tomar la isla y aumenta la intensidad y la complejidad de sus maniobras militares, las palabras de Takaichi resonaron con fuerza, tanto en Tokio como en Washington, donde la política de "ambigüedad estratégica" sigue siendo la piedra angular del Pentágono ante un hipotético conflicto en el estrecho.
La crisis tomó una nueva dimensión cuando el presidente estadounidense, Donald Trump, a raíz de una pregunta por el incidente en una entrevista en Fox News, evitó condenar a Pekín y criticó, en cambio, la posición japonesa. "Nuestros aliados nos han explotado más en comercio que China", afirmó y sembró la percepción en Tokio de que el principal garante de la defensa japonesa ponía públicamente en entredicho la solidez de sus alianzas. El presidente estadounidense, centrado en redefinir las relaciones con sus aliados tradicionales y poco dispuesto a asumir riesgos que pudieran tensar más la relación con Pekín, dejaba claro que no estaba dispuesto a entrar en ese juego.
"Diplomacia del lobo guerrero"
Para muchos analistas, la respuesta china evoca episodios de la denominada "diplomacia del lobo guerrero", el estilo combativo y teatral que algunos diplomáticos chinos practicaron en las redes a inicios de 2020, por la pandemia. Pese a los intentos posteriores de Pekín por moderar el tono y recuperar buena voluntad en Occidente, la maquinaria propagandística estatal ha aprovechado la ocasión para amplificar la indignación interna. Medios oficiales como el People's Daily acusaron a Takaichi de "hablar sin freno" y advirtieron de que quien atraviese la línea roja de Taiwán tendrá consecuencias. Hu Xijin, antiguo editor del Global Times, fue aún más allá, y se refirió directamente a la retórica del diplomático chino en Osaka: "La hoja de guerra de China, afilada hasta ser letal, está preparada para decapitar invasores. Si el militarismo japonés quiere venir al estrecho de Taiwán a sacrificarse a nuestros cuchillos,"
Detrás de la retórica, sin embargo, está la sombra de un poder real. China ha invertido años en ampliar y diversificar su arsenal de cohetes y misiles con sistemas como los DF-21, DF-26 y el DF-17 hipersónico, capacidades que, según informes del Pentágono y think tanks especializados, pueden abarcar las bases americanas, las principales ciudades y el conjunto del archipiélago japonés en cuestión de minutos.
Tras la escalada verbal, este lunes el gobierno nipón optó por la diplomacia de contención: Masaaki Kanai, secretario responsable de Asuntos Exteriores de Asia y Oceanía, viajó a Pekín para intentar calmar los ánimos y reiterar que la política de seguridad japonesa no ha cambiado. "Varios canales de comunicación están abiertos", subrayó el portavoz del gobierno nipón, que solicitó formalmente a Pekín dar los "pasos apropiados" para no romper las relaciones bilaterales, pero la petición choca con un endurecimiento del gobierno chino, que exige una rectificación pública de Tokio.
Esta crisis ha dejado a Takaichi aislada política y vulnerablemente estratégicamente, al tiempo que plantea una duda generalizable: ¿hasta qué punto las declaraciones públicas mal calibradas pueden transformar un conflicto retórico de manera exponencial en una crisis de consecuencias mundiales imprevisibles?