La competición para entenderse con los talibanes

Potencias como China, Rusia, Irán o Pakistán aspiran a ejercer su influencia sobre Kabul

Ricard G. Samaranch
3 min
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el de la China, Xi Jinping, son dos de los más interesados a ocupar el vacío de los EE.UU. en la Afganistán

TunisA la geopolítica, como a la física, le desagrada el vacío. Cuando unas fuerzas abandonan un espacio, siempre hay otras que se esfuerzan para ocuparlo. En el caso de Afganistán, el vacío que han dejado los Estados Unidos es tan grande, que puede acomodar a varias potencias. Los principales aspirantes son China, Rusia, Irán, el eje Turquía-Qatar, y Pakistán, que, de hecho, nunca ha dejado de tener un pie en su país vecino. Mientras todos estos países recalibran su estrategia en Afganistán, también lo hace Occidente, pero lo hace a la defensiva, con muchos más recelos y menos ambición.

Una de las preguntas clave para el futuro de Afganistán es si los talibanes han cambiado respecto a aquel movimiento retrógrado e inexperto que asaltó el país por sorpresa en los noventa. Al menos en la gestión de sus relaciones internacionales parece que han aprendido algunas lecciones y se han vuelto más sofisticados. Un ejemplo lo encontramos en sus relaciones con Irán. Cuando en 1998 conquistaron la ciudad de Mazar-e Sharif, asesinaron a los once diplomáticos iraníes que había en el consulado de la ciudad, así como a un periodista de la agencia estatal IRNA. Esta vez, en cambio, antes incluso de culminar su ofensiva, anunciaron que las legaciones iraníes serían respetadas escrupulosamente. Y así fue.

Claro que también la República Islámica ha ido cambiando su enfoque hacia los talibanes. A mediados de los noventa, el prisma religioso marcaba las relaciones. Para los extremistas suníes como los talibanes, los chiitas, la religión de estado en Irán, son herejes. Ahora bien, las invasiones norteamericanas de Irak y Afganistán rodearon Irán, y el régimen de los ayatolás, temiendo ser el próximo en la lista de Washington, empezó a proporcionar armamento a la insurgencia talibana. La derrota de los EE.UU. pasó a ser la prioridad. Ahora, una vez conseguida, Irán busca unas buenas relaciones con un vecino con el que es mejor entenderse para influir en varios aspectos, como por ejemplo la lucha contra el tráfico de drogas, el respeto hacia la minoría chiita o el control de las fronteras: Irán acoge a más de dos millones de refugiados afganos y no puede absorber más atendida su malograda economía.

Amistad con Rusia y China

Mientras tanto, los talibanes también se han invertido en estrechar lazos con Rusia y China, dos potencias con un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU y que, por lo tanto, podrían evitar dar una cobertura dentro de la legalidad internacional a una nueva invasión del país. Pero no es esta la única razón. Afganistán es uno de los países más pobres del mundo y no tiene ninguna salida al mar; por lo tanto, no le queda más remedio que tener unas buenas relaciones con sus vecinos. En el caso de Rusia, desde la llegada de Putin, Moscú ha conseguido volver a situar Asia Central bajo su esfera de influencia, y esto incluye las vecinas repúblicas de Uzbekistán o Tayikistán. En cambio, Occidente, y sobre todo los EE.UU., ha perdido fuerza. Después de haber evitado que Washington le arrebatara Siria, un aliado tradicional, en la partida de ajedrez geoestratégica, para Putin Afganistán es una pieza codiciada.

Igual que le pasa a China, en Moscú hay preocupación por el hecho que Afganistán se pueda convertir en una especie de  hub yihadista que irradie militantes por toda Asia Central y el Cáucaso. Hay que tener presente que Rusia tiene la minoría musulmana más numerosa de Europa, con más de 10 millones de fieles. Para China, su principal preocupación es evitar que Afganistán se convierta en un refugio del movimiento islamoindependentista uigur, su minoría musulmana.

Pero entre Pekín y Kabul hay un interés económico. La conmoción del cambio de régimen ha hecho caer a Afganistán en la crisis y ningún otro país tiene una capacidad inversora como China, que, por su parte, está interesada en explotar una tierra rica en materiales raros necesarios para las nuevas tecnologías, como el litio. Los talibanes también miran hacia Estambul para buscar una potencia económica musulmana que les pueda ayudar en asuntos como la gestión del aeropuerto. Para Turquía, como para Qatar, es interesante poder hacer de puente entre Afganistán y Occidente.

Y el último elemento de la ecuación es Pakistán, que ha jugado un papel de agente doble durante estos veinte años de guerra, poniendo unos huevos en el cesto de Washington y los otros en el talibán. Su obsesión ha sido siempre contar con un gobierno aliado en el país vecino y, sobre todo, hostil a su enemigo secular, la poderosa India. En caso contrario, Islamabad estaría rodeado y difícilmente podría aspirar a recuperar Cachemira.

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