El regreso de los talibanes

España, comparsa de la geoestrategia de los EE.UU.

Zapatero dio marcha atrás en Irak pero amplió recursos en Afganistán

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Felip VI, en el acto de reconocimiento a los militares destinados en la Afganistán, que volvieron a España el 13 de mayo

MadridEl 14 de abril Joe Biden anunció la retirada de los Estados Unidos de Afganistán. Rápidamente se sumó la OTAN y, un mes después, los soldados españoles eran recibidos por Felipe VI en la base aérea militar de Torrejón de Ardoz. Pocos ejemplos más reveladores para determinar el papel de España durante diecinueve años en el país que ahora recuperan los talibanes: seguir la estrella de los Estados Unidos. “No tenía un interés de ganancia directa, sino estar en el club”, resume Alejandro Pozo, investigador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau.

27.000 hombres y mujeres que han participado, 102 víctimas mortales –una sexagésima en el accidente del Iak-42– y más de 3.500 millones de euros es un balance en cifras del despliegue más duradero y costoso de las fuerzas armadas españolas en el exterior, y llega al final con sombras e interrogantes. A pesar de que este sábado el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha reivindicado que se ha "sembrado una semilla" para un futuro de más "seguridad, libertad y prosperidad", cuál era el objetivo continúa siendo una de las preguntas principales. Otra es conocer la responsabilidad indirecta en la perspectiva de combate, aunque la misión fuera de reconstrucción del país.

La guerra 'buena'

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autorizó la intervención en Afganistán atendida la inestabilidad del régimen talibán. La iniciativa previa fue de los Estados Unidos, que azuzaron la “guerra global contra el terror” después del atentado del 11 de septiembre de 2001 de Al-Qaeda, grupo terrorista que tenía el apoyo de los talibanes. Dentro de esta lógica se enmarcaba el despliegue tanto en Afganistán como posteriormente en Irak, al que se entregó el entonces presidente español José María Aznar. Si los intereses de los Estados Unidos eran explícitos –defenderse del terrorismo y explotar una zona de gran valor geoestratégico–, Europa y España jugaron con la ambigüedad retórica, sostiene Pozo, con objeto de no exponerse a costes políticos altos.

La misión continental fue la ISAF, siglas de Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad, un programa de ayuda al desarrollo en el que España se implicó especialmente en la provincia de Badghis. Con el cambio de gobierno en 2004, José Luis Rodríguez Zapatero evidenció un cambio relevante con la retirada de las tropas de Irak, pero no dio marcha atrás en Afganistán. Más bien se produjo una cierta “transferencia” de recursos económicos, apunta Pozo. Además, la libre disposición de las bases militares de Rota (Cádiz) y Morón (Sevilla) por parte de los Estados Unidos como punto estratégico de la ruta comercial se mantuvo igual que en la época de gobierno del PP.

Una vez culminado el proyecto ISAF en 2014, las mejoras en infraestructuras y servicios no impiden que la gobernanza y la seguridad sean todavía una asignatura pendiente. España reduce la presencia militar, pero no puede irse unilateralmente del país y romper el compromiso de llegar e irse juntos con el resto de aliados, tal como en 2016 sostiene el investigador del Real Instituto Elcano Félix Arteaga. En un artículo, recomienda prorrogar la colaboración para ser copartícipe de posibles éxitos y, en caso contrario, que no parezca que la incapacidad de sacar adelante el país sea porque España ha abandonado.

En el último quinquenio las tareas se limitaron a formar al ejército afgano en materia de seguridad, que ya se había estado ejerciendo desde el inicio. Sobre esta cuestión plana una gran polémica que se conoció con la reciente desclasificación de documentos de los EE.UU.. El mes de junio pasado Público reveló que, en el marco del Programa de Entrenamiento y Equipamiento del Ejército Nacional Afgano, varios países aleados participaron con envío de material durante marzo de 2003. En un informe de julio de 2004, consta una oferta española de 17.000 toneladas de armamento, con la incógnita de si contó con “la aprobación política”.

El diputado de Unidas Podemos Roberto Uriarte, a través de una pregunta parlamentaria, se dirigió al ministerio de Defensa para aclarar si se había hecho esta donación, con el agravante de que habría sido de espaldas al Congreso. La respuesta, de hace solo unos días, fue que al ministerio “no le consta”. “Es gravísimo y hace falta una investigación”, afirma Uriarte en conversación con el ARA , y asegura que con la reanudación de la actividad parlamentaria pedirá más explicaciones sobre cómo es posible que un documento oficial de los EE.UU. apunte a esta posibilidad y “nadie lo sepa”.

Rendición de cuentas  

En julio de 2004 Zapatero aprobó un incremento de tropas en Afganistán que contó con un amplio apoyo en el Congreso, incluido de ERC y CiU. En aquel momento solo Izquierda Unida y el soberanismo vasco y navarro se le opusieron, alertando de la contribución española en la “guerra preventiva” impulsada por Bush, en palabras del ex líder de IU Gaspar Llamazares. Pozo y Uriarte coinciden en que es exigible una rendición de cuentas “seria” de estas dos décadas en Afganistán, así como un análisis de qué política exterior se quiere desarrollar. “Hace falta una cooperación desde una lógica no militarista y relaciones internacionales con los vecinos”, concluye Pozo.

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