La Pequeña Palestina de Chicago no cree en Kamala Harris: "Con nuestros impuestos se paga un genocidio"

La ciudad que ha acogido la convención demócrata tiene una de las mayores comunidades de la diáspora de todos los Estados Unidos

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Uno de los restaurantes del barrio

ChicagoComo en todas las periferias de las grandes ciudades estadounidenses, en las afueras de Chicago las calles se convierten en carreteras de cuatro carriles con doble sentido y todo son locales solitarios con parkings o suburbios de casitas de dos plantas con jardín. Cuando bajas por la S Harlem Avenue, la arquitectura no cambia, pero ves cómo los rótulos de los restaurantes y las tiendas pasan a estar en árabe. En los locales venden teteras, caftanes e hiyabs, y en todos los restaurantes hay carne halal. Por las ventanas de los coches bajadas, en vez de filtrarse a todo trapo hip-hop o corridos tumbados, suena música árabe. Se trata de la Little Palestina de Chicago.

Chicago es una de las ciudades de Estados Unidos que tiene más población de origen árabe, unas 100.000 personas según el censo. Los demócratas, que durante la convención han intentado pasar de puntillas por encima de la guerra de Gaza para que no les estropee demasiado la fiesta, tenían a 30 minutos en coche a una de las comunidades palestinas más grandes del país.

El miércoles dejaron subir al escenario de la convención a los padres de un rehén capturado por Hamás el 7 de octubre, pero denegaron que una persona palestina-americana pudiera hacer lo mismo para explicar su sufrimiento. El sentimiento es recíproco: los vecinos de este barrio hace tiempo que se sienten abandonados por la política del país y tampoco creen en Harris. "Si te soy sincero, no espero que cambie nada. No creo que haya diferencias y por eso necesitamos que nuestras voces sean más escuchadas que nunca", explica Saif Ismail, propietario del restaurante Al Bawadi.

Entrar en Al Bawadi es como viajar al otro lado del océano: por los altavoces suena Fairuz, la gran diva de la música libanesa, y muchos de los camareros van y vienen con platos de labneh, fatujo y shawarma . En la pared del fondo, antes de que empiece la parte del techo engalanada con telas rojas, como si fuera una jaima, una gran fotografía de la mezquita de Al Aqsa –en la explanada de Jerusalén– preside la sala. No será el primer lugar en el que veremos esta imagen. En el centro de la sala, en una gran mesa, está almorzando un grupo de los delegados por el alto el fuego en Gaza. Se les reconoce por los pañuelos palestinos que llevan alrededor del cuello.

Referencia en el barrio

El restaurante lo abrieron los padres del Saif en el 2008, poco después de emigrar a Estados Unidos. Muy pronto se convirtió en un punto de referencia para la comunidad. Ellos son hijos de los desplazados a Jordania durante la Nakba. "Mi familia fue expulsada en 1948. Nosotros somos de Ein Karem, que ahora es territorio israelí". Saif ya nació y se crió en Chicago, y está muy agradecido de haber crecido en este barrio. "Si no fuera así, no sería consciente de todo lo que ocurre al otro lado del mar. Alhamdulillah [gracias a dios]". Saif, al igual que el ponente que vetaron los demócratas, es estadounidense y palestino.

Saif Ismail frente al restaurante Al Bawadi.
Muneer Al-Shujaiya en su tienda
La zona comercial de la Pequeña Palestina

"Estoy muy decepcionado que no hayan dejado hablar a alguna persona con raíces palestinas en la convención. Realmente esperaba que los demócratas hicieran un cambio. La comunidad de aquí está muy dolida y triste por lo que está ocurriendo en Gaza en los últimos meses –lamenta Saif–. Como ciudadano estadounidense que también soy, no quiero que utilicen mi dinero para financiar a Israel. Para compensar, mi familia y yo estamos dando dinero, trabajamos para que la gente sepa lo que está pasando. Por eso tengo el rótulo fuera".

En el parking del restaurante hay una pantalla de leds gigante que va mostrando diferentes lemas: "Deje que haya un alto el fuego en Gaza inmediatamente" o "Financemos el sistema sanitario americano, no los crímenes de guerra de Israel".

Muneer Al-Shujaiya, que tiene una tienda de frutos secos y dulces árabes, se queja de lo mismo: "No les importamos. Sólo quieren el dinero de nuestros impuestos para enviarlo a Israel para que compre bombas y mate a nuestra gente. En cierto modo sientes que te obligan a ser cómplice de la matanza".

Un grupo de gente protesta el último día de la convención nacional demócrata (DNC) en Chicago, Illinois,

Al Shujaiya tiene sus primos en Gaza y estos 10 meses de guerra están siendo una "pesadilla": "Técnicamente, ya son desplazados porque su casa ha sido destruida por las bombas. Uno de sus hijos ha perdido un pie. Es terrible porque vamos sabiendo de ellos con cuentagotas". Al Shujaiya, que llegó a Estados Unidos en 1989, piensa que la posición de Harris es "hipócrita": "Quieren vender que les importan los derechos humanos y en Gaza están matando todo lo que se mueve". Desde que empezó el conflicto ya hay más de 40.000 palestinos muertos.

Junto a la tienda de pastas de Al-Shujaiya, el Kamal Homami tiene una tienda de comestibles. Dentro, todo son productos de importación árabe y, por encima de las estanterías con aceite, legumbres y galletas cuelga una bandera palestina. Él es yemení y lleva 25 años viviendo en Chicago. Llegó a Estados Unidos cuando tenía 6; fue de los primeros árabes en instalarse en el barrio. "No votaré porque todos hacen lo mismo. Por suerte las nuevas generaciones sí están viendo lo que ocurre en Gaza y entienden que es un genocidio".

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