Donald Trump en una imagen de archivo.
09/11/2024
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Enviado especial a WashingtonEl manual del rico explica en la primera página que una vez alcanzada o heredada la fortuna, el ser humano experimentará un irrefrenable deseo de reconocimiento social. Trump intuyó todo esto hace cuarenta años y le ha ido ahora, porque si quieres que la gente te vote es imprescindible que la gente te conozca. Y Trump ya era una celebridad mucho antes de ser presidente. Era famoso porque exhibía la riqueza de la manera más chabacana imaginable e iba al encontronazo. Ya en los años 80 pagaba anuncios en los periódicos con críticas a la política económica, internacional o de seguridad de Estados Unidos, unas críticas populistas, de esas que hacen que la gente normal y corriente diga: “Tiene razón”.

En 1988, en una entrevista de televisión en el show de Oprah Winfrey dijo: “Olvídese de los enemigos, con los enemigos es fácil hablar con ellos; me dirijo a nuestros aliados, como Japón. ¿Les hemos ayudado después de la guerra y ahora sus productos son más baratos que los nuestros? Esto no es comercio justo. La persona más pobre de Kuwait vive como un rey. Estoy harto de ver lo que ocurre en este país, que ayudamos a los demás a vivir mejor que nosotros. Pero no creo que me presente nunca a la presidencia porque me gusta mucho lo que hago. Ahora, si me presentara sería para ganar, porque yo no pierdo nunca”.

La fase del reconocimiento social había quedado atrás. Ahora Trump estaba ya construyendo una marca personal. Trump aparecía en películas, estuvo 15 temporadas entrando en casa de la gente como presentador del reality show The apprentice [El aprendiz], y puso un pie en la Casa Blanca en el 2011, cuando estuvo meses obteniendo la atención de los medios extendiendo la mentira de que Obama no era americano de nacimiento, hasta que el propio presidente de Estados Unidos tuvo que salir a enseñar el certificado expedido en Honolulu, estado de Hawái, y dijo enfadado: “Estoy harto de esta distracción, acabamos de una vez con este Carnaval”. Pero Trump tenía otros planes. El Carnaval acababa de empezar.

Y entonces explotaron las redes sociales, que cambiaron todo. Parecían hechas a su medida. Por fin un canal instantáneo de comunicación, 24 horas a su servicio, sin intermediarios y gratis. Adiós prensa crítica. Él sería el periodista, el analista, el medio. Más aún: él sería la verdad.

La entrada en Twitter

Trump entró en Twitter en marzo del 2009. Durante su presidencia envió unos 25.000 mensajes. Twitter servía para atacar a contrarios, agradecer apoyos, subrayar artículos favorables y cargarse adversarios. O para encararse con Stormy Daniels, una mujer con la que mantuvo relaciones sexuales y que le había denunciado. En el 2018, los estadounidenses pudieron leer cómo su presidente se dirigía públicamente a una actriz porno: “Fantástico, ahora podré perseguir judicialmente esa cara de caballo y su abogada de poca monta”.

Trump siempre utiliza un lenguaje ampuloso, barroco, categórico. Todo es cielo o infierno. Durante la campaña dijo que “con su voto, América entrará en una nueva era dorada”, que a sus mítines había ido gente “en cantidades que nunca se habían visto”, o que la retirada de Afganistán había sido el momento “más vergonzoso de nuestra historia”.

Trump: "Será la época dorada de Estados Unidos"
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De hecho, al día siguiente de su toma de posesión de 2017, la comparación entre las fotos de ese día y la toma de posesión de Obama en 2013 demostró que Trump no había sido capaz de reunir a tanta gente como su antecesor en la explanada del Mall. De ninguna manera se lo podía dejar decir y ese fue el primer encontronazo de su equipo de comunicación con los periodistas. El nuevo jefe de prensa dijo que las cosas habían cambiado, y que si antes la prensa controlaba la presidencia, ahora sería la Casa Blanca la que controlaría a los medios; expresión sólo superada al día siguiente por Kellyanne Conway, directora de campaña, que al preguntarle por la prueba elocuente de las dos fotos, acuñó una expresión para la Teoría de la Comunicación: “Nosotros tenemos hechos alternativos”.

Trump escribe personalmente algunos mensajes y otros los dicta a su equipo, a menudo cuando reacciona sobre la marcha a los estímulos que recibe viendo la tele. Los hace escribir en parte o totalmente, en letras mayúsculas y con signos de admiración, que en las redes sociales sería el equivalente de un grito. Para celebrar la liberación de un periodista americano detenido en Rusia escribió: "Vladimir Putin, presidente de Rusia, hará esto por mí y por nadie más, y ¡NO PAGAREMOS NADA!" Escribir en minúsculas no le parece suficientemente leedor. Y así, por ejemplo, vuelve de un mitin y grita un resumen de su programa electoral:

"¡GRACIAS, PITTSBURGH, PENSILVANIA! ACABARÉ CON LA INFLACIÓN, PARARÉ LA INVASIÓN DE DELINCUENTES A TRAVÉS DE NUESTRA FRONTERA, FORTAREÉ A NUESTROS MILITARES, RESTAURARÉ LA PAZ EN EL MUNDO Y RESCATARÉ EL SUELO".

O explica su programa económico:

“NO IMPUESTOS EN LAS PROPINAS, NO IMPUESTOS EN LAS HORAS EXTRAS, NO IMPUESTOS EN LA PENSIÓN DE JUBILACIÓN”.

Y cuando aún quiere gritar más, escribe en mayúsculas y en negrita, aunque le quede un mensaje del tamaño de una sábana:

"TODO EL MUNDO SABE QUE NO DARÁ APOYO A UNA PROHIBICIÓN FEDERAL DEL ABORTO, BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA, PORQUE ESTO DEBEN DECIDIRLO ESTADOS, BASADOS EN LA VOLUNTAD DE SUS VOTANTES (LA VOLUNTAD DEL PUEBLO). DOY APOYO TOTAL A LAS TRES EXCEPCIONES POR VIOLACIÓN, INCESTO Y LA VIDA DE LA MADRE. FUERA EL CASO, LA POSIBILIDAD DE EJECUTAR AL BEBÉ DESPUÉS DEL NACIMIENTO.

Tras instigar el asalto al Capitolio, en enero del 2021, Twitter le prohibió utilizarlo, por considerar que había colgado mensajes que “podrían incitar a la violencia”. Trump lanzó entonces Truth Social, su propio canal, pero pudo regresar a Twitter en el 2022, gracias al nuevo propietario, Elon Musk, quien le restauró la cuenta.

Estos días, Trump ha dicho a sus seguidores: "Ha nacido una estrella, Elon". Y el propio presidente electo ha hablado de la posibilidad de que el creador de Tesla opte a algún cargo de nueva creación relacionado con la eficiencia del sector público. Musk ha puesto 130 millones de dólares en la campaña de Trump, pero más que eso, le ha dado acceso a un canal que permite a Trump tener lo que más le gusta: ¡LA ATENCIÓN Y EL TEMOR DE TODOS!

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