El aviso de Putin sobre la Tercera Guerra Mundial

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en un acto conmemorativo esta semana en Kiiv.
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Un soldado ucraniano me dijo una vez que la guerra es, sobre todo, esperar. Que él, soldado de infantería, se pasaba la mayor parte del día esperando. Esperando para atacar y esperando para ser atacado. Y que saber gestionar emocionalmente esa espera era clave para sobrevivir.

La espera y la guerra están cuidadosamente relacionadas. Tammy M. Proctor, historiadora y profesora en la Universidad Estatal de Utah, lo resumía de esta manera: “Tanto para los que la luchan como para los que la sufren, la principal actividad en una guerra es la espera”. Se espera el retorno de un hijo enviado al frente. Se espera el final de un bombardeo. Se espera la orden de ser mandado a luchar. Se esperan whatsapps –antes cartas–. Se espera una victoria. Se espera la muerte. Se espera, sobre todo, que la guerra acabe.

Estos días, en Ucrania, estamos viendo otra espera. Se espera –o al menos se intuye– un cambio, una aceleración de la guerra. Después de meses y meses de estancamiento, en el campo de batalla y en la política, da la sensación de que el conflicto se encuentra a las puertas de un punto de inflexión. Y el punto de inflexión, como se esperaba, es Donald Trump.

Faltan unos sesenta días para que el republicano vuelva a la Casa Blanca, con su promesa de terminar la guerra en Ucrania en veinticuatro horas. La promesa –y más viniendo de quien viene– suena a utópica, pero esta semana hemos visto que tanto Kiev como Moscú se la toman en serio. También Joe Biden y, por tanto, el Bloque Occidental. El presidente demócrata aprovechará las últimas semanas de mandato para intensificar el apoyo al gobierno de Volodímir Zelenski y prepararlo para la ventana de incertidumbre –por decirlo suave– que supone el regreso de Trump. El permiso concedido esta semana para disparar misiles occidentales contra territorio ruso –una línea roja impensable de cruzar hace unos meses– responde claramente a esa lógica. La amenaza nuclear de Putin –cada vez más desacomplejada y normalizada– también.

Es palpable el anhelo de protagonismo y de gloria personal de Trump. El republicano ha acusado repetidamente a Biden de ser "el presidente de la guerra", responsabilizándolo de la situación en Ucrania y en Oriente Próximo. Él dice que, en cambio, será el presidente de la paz, probablemente para exigir de nuevo un Nobel, como ya intentó hace ocho años con Corea del Norte. Putin, consolidado como parte fuerte del conflicto, se frota las manos: sabiendo que Trump busca la paz cueste lo que cueste, ya debe de tener preparada la lista de deseos en forma de territorios ucranianos. A Zelenski se lo ve más desorientado: disimula su preocupación y le hace la pelota a Trump, porque –debe de pensar– con Trump nunca se sabe.

Doblar la apuesta

Ambos bandos están doblando apuestas para llegar al 20 de enero, día en que Trump será investido, con las mejores cartas posibles. Doblar apuestas en una guerra suele acarrear doblar riesgos. Los civiles de Kiev –y de Járkov, y de Kherson, y de Dnipró… – ya se preparan para intensas lluvias de drones y misiles convencionales, en el mejor de los casos.

La mayoría de expertos descartan el fantasma que estos días se cierne sobre el cielo oscuro de Europa: un ataque nuclear de Putin. "Es un bluf", decía al ARA esta semana la experta del Cidob Carmen Claudín sobre el cambio de doctrina nuclear de Moscú. Pero sería ingenuo obviar que la escalada entre la OTAN y Rusia es tan acentuada que la política internacional lleva meses asumiendo el riesgo del estallido de una gran guerra en Europa.

Esta semana un periodista de Russia Today le preguntó a Putin por el miedo a una Tercera Guerra Mundial. El presidente ruso citaba a Albert Einstein: “No sé con qué armas lucharíamos la Tercera Guerra Mundial, pero sí sé con qué armas lucharíamos la Cuarta: con piedras y palos”. Era un mensaje de prudencia: “La asunción de que una Tercera Guerra puede ser el fin de la civilización debe contenernos a todos a la hora de llevar a cabo acciones extremas o peligrosas en las relaciones internacionales”. Días después, en un discurso en la nación, el tono de Putin era diferente, mucho más contundente. Hablaba de “guerra global”. En medio había habido los primeros lanzamientos de misiles de largo alcance occidentales contra su país, y avisaba directamente a la OTAN. “Estamos preparados para cualquier desarrollo de los acontecimientos. Por si alguien todavía lo dudaba”.

Me quedo, por realista, con una conversación reciente que tuve con un comandante ucraniano. Lucha en el frente de Donetsk. Al ser por WhatsApp, fue conciso.

-¿Qué esperas de la victoria de Trump?

-Sinceramente, ya no me importa. Que sea lo que tenga que ser.

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