Los bielorrusos, en el limbo de Europa por la inacción de España


BarcelonaUna de las malezas que tiene en la cabeza Vladimir Putin desde hace unas semanas es instalar misiles hipersónicos Orexnik en Bielorrusia para poder intimidar a la OTAN. Para el Kremlin, Bielorrusia no es un estado soberano sino una especie de diputación provincial, un espacio operativo destinado a servir los intereses de Moscú. Lo mismo que quisiera hacer con Ucrania. Cuando en 1991 la URSS estalla, Bielorrusia logra una soberanía que será efímera: sólo tres años. La llegada al poder de Aleksandr Lukashenko en 1994 representará la resovietización política y la rusificación cultural y lingüística. Será el restablecimiento del totalitarismo que se vive ahora mismo, y que sufren más que nadie los ciudadanos bielorrusos que no se resignan, aspirando a tener un país en paz y con democracia.
Ahora mismo los bielorrusos que han tenido que exiliarse por toda Europa huyendo de Lukashenko están en una situación de riesgo y de vulnerabilidad. Un bielorruso exiliado no puede percibir la pensión de jubilación ni exigir el derecho a vender su casa, que en muchos casos es incautada por el estado Desde septiembre del 2023 los ciudadanos de Bielorrusia a territorio europeo no pueden renovar el pasaporte en el consulado o en la embajada porque el régimen les obliga a hacerlo presencialmente en Bielorrusia. Para llegar, eso sí, Lukashenko les facilita un salvoconducto. Pero un trámite presencial puede representar desde inquietantes aplazamientos a acusaciones, y finalmente la denegación y la posibilidad de detención. La solución es, por tanto, no arriesgarse a ir a Minsk a sacarse el pasaporte. Y qué consecuencias puede tener esta solución? Ante todo, y en el caso de las autoridades españolas, un pasaporte caducado no puede ser la base para expedir o renovar un permiso de residencia. Y así es como los casos de ciudadanos bielorrusos indocumentados han empezado a aumentar en España.
Según Razam, la asociación de los bielorrusos de Catalunya, en todo el estado español hay unos 6.000 ciudadanos de Bielorrusia que podrían verse afectados por este problema, 2.000 de los cuales viven en Catalunya. Y no hay que perder de vista que circular sin permiso de residencia y con el pasaporte caducado supone exclusión: no disponer de NIE, no poder alquilar una vivienda, no tener un contrato de trabajo en condiciones. La, digamos, inacción de las autoridades españolas –no saber o no querer saber– está haciendo el juego al dictador Lukashenko más que en ningún otro país de Europa. Llegados a este punto y ese momento del limbo en el que están atrapados miles de bielorrusos, habría que preguntarse: ¿qué está haciendo o qué piensa hacer la Unión Europea? Y no hablo de propuestas para intimidar, pero sí al menos para disuadir a Lukashenko. Y, por ahora, Bruselas se limita a decir que "estudia la cuestión" y que intenta conseguir "una posición coordinada".
Se me hace inevitable volver a la historia bielorrusa. Durante la perestroika, hacia finales de los 80 y principios de los 90, las calles de Minsk se llenaron con la voluntad democrática del pueblo bielorruso –similar a las protestas de septiembre de 2020 contra el dictador y el fraude electoral—. Recuerdo que los intelectuales Alès Adamovich y Rachid Kaplámov, con los que hablé, celebraban el despertar de Bielorrusia y, al mismo tiempo, temían que aquello no fuera para siempre, que el país volviera a adormecerse. Tres años sólo estuvo despierto y, después, otra vez quedó sometido al maleficio de la "gente quieta" dispuesta a complacer al Kremlin.