Italia

Carlo Acutis, el 'influencer' de Dios, será el primer santo milenio

El papa Francisco canonizará al joven italiano, fallecido en el 2006 de una leucemia fulminante

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La gente entra en la iglesia de Santa Maria Maggiore para visitar la tumba de Carlo Acutis en Asís, Italia.

RomaCarlo Acutis tenía solo 15 años cuando le diagnosticaron una leucemia fulminante. Apenas cuatro días después, el joven murió en Milán. Fue enterrado en la basílica de Asís, en el centro de Italia, y en el 2020 fue declarado beato. Ahora el Vaticano le acaba de reconocer un segundo milagro y el papa Francisco ha dado luz verde para empezar el proceso de canonización del adolescente, amante de la informática, que se convertirá en el primer santo milenio.

Acutis será santo en uno de los procesos de evangelización más rápidos que se recuerdan en la Iglesia católica. La Congregación para las Causas de los Santos, el departamento vaticano que se ocupa de estudiar los presuntos milagros de los candidatos en beatos y santos, reconoció la intercesión del joven milanés en la curación aparentemente inexplicable de un niño brasileño con una malformación congénita del páncreas. El niño tenía graves dificultades para comer, pero en el 2013 tocó una reliquia de Acutis y pidió poder curarse. Poco después, según recogen los informes eclesiásticos, pudo empezar a alimentarse con normalidad.

Más tarde, los exámenes clínicos demostraron el milagro: la malformación que sufría había desaparecido. A partir de ese momento, Acutis fue bautizado como elinfluencer de Dios por su labor evangelizadora a través de internet y empezó el proceso de beatificación.

Recientemente, el papa Francisco reconoció un segundo milagro atribuido a Acutis, la condición imprescindible para poder ser canonizado. Se trata de la curación de una mujer de 21 años de Costa Rica que sufrió un traumatismo craneal en el 2022 tras sufrir un accidente en bicicleta en la ciudad italiana de Florencia, donde estudiaba. Según relató su madre, la recuperación de su hija se produjo después de que ella, desesperada, rezase ante la tumba de Acutis y le dejara una carta pidiendo que intercediera por la chica.

Antes de que el Papa reconozca un supuesto milagro, una comisión científica examina los informes y las historias clínicas de cada caso. Los médicos y expertos de esta comisión no pueden certificar ningún milagro, obviamente, pero sí pueden declarar que la curación, que debe ser completa e instantánea, carece de explicación científica.

Conectar con las nuevas generaciones

En una Iglesia católica cada vez más huérfana de vocaciones, la historia de Carlo Acutis es vista como una oportunidad para conectar con las nuevas generaciones, y podría ser declarado santo patrón de internet. El papa Francisco, en la exhortación escrita tras el Sínodo sobre los Jóvenes, le describió como un modelo de santidad en la era digital: “Sabía muy bien que los mecanismos de comunicación y las redes sociales pueden ser utilizados para hacernos dormir, adictos al consumo, obsesionados con el tiempo libre, encerrados en la negatividad. Pero supo utilizar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza”.

Acutis nació en Londres en 1991 de padres italianos, pero cuando todavía era un niño se trasladó a Milán. A pesar de haber nacido en una familia no practicante, el joven empezó muy pronto a practicar la fe católica gracias a la influencia de su niñera polaca. Una fe que le llevó a sentir una curiosidad especial por la figura de la Virgen María, la vida de santos como Francisco de Asís y las apariciones marianas. Amante de los videojuegos y de las nuevas tecnologías, creó una página web donde documentaba algunas de estas apariciones y presuntos milagros.

Tras su muerte, el adolescente fue trasladado a la ciudad italiana de Asís, como había pedido expresamente, y sepultado con vaqueros, sudadera y zapatillas deportivas. Su cuerpo se expone en una tumba abierta en el Santuario de la Expoliación junto con otras reliquias relacionadas con él. “Muero feliz, porque no he malgastado ni un minuto de mi vida en cosas que a Dios no le gustan”, confesó a sus padres antes de morir. “Tuve la sensación de que había muerto como un santo. Siempre afrontó la enfermedad con una sonrisa, nunca se quejó, apoyada en la fe. No tenía miedo”, explicó la madre.

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