Drons, la muerte en directo: la guerra de Ucrania perfecciona su uso como armas letales
La falta de infantería hace que los operadores de los objetos no tripulados tengan que acercarse más a la línea del frente

Kramatorsk (Ucrania)El operador de drones Oleksandr (nombre ficticio por razones de seguridad) sacude la cabeza con resignación, cierra los ojos con cansancio y se apoya contra la fría pared del bunker. "A veces me pregunto si vale la pena comer hoy o no… Depende del clima. Piensas: hoy ayunaré, mañana comeré un par de chocolatinas. Y pasado mañana comeré bien, porque podré salir al lavabo", dice, con una mezcla de ironía y resignación este soldado ucraniano.
En la zona donde suele combatir, salir del refugio es un riesgo mortal. Los drones rusos patrullan el aire en busca de cualquier objetivo. Ahora goza de un breve descanso, una especie de recuperación. Antes de eso, ha cambiado de bunker incontables veces: todos han sido reducidos a escombros. En una ocasión, sufrió quemaduras.
El día ha empezado antes del amanecer. Primero, el fuerte olor a colonia masculina ha llenado la habitación. Algo se ha caído al suelo con un golpe metálico, seguido de un murmullo de tacos. Un perro gordo, dormido en un rincón, ha gimiado suavemente mientras se estiraba. Todo esto es casi un ritual para los operadores de drones Student y Vuyko, también nombres en clave. Unos minutos después, comienzan a empaquetar el equipo carísimo y lo llevan al vehículo.
Hubo un tiempo en el que pensaba que operar drones era una tarea fácil, que no requería una gran preparación física. Pero esa ilusión se disipó rápidamente. Debían cargar equipo pesado, siempre estaban en el punto de mira del enemigo y sus bajas eran notables. Un operador de drones con equipo sofisticado es cada vez un objetivo más prioritario, y los rusos no escatiman municiones contra ellos. La guerra en Ucrania ha perfeccionado el uso de los drones como armas letales. Ambos bandos lo saben.
Llamada de comprobación
Al llegar a la posición, el sol ya ilumina el impresionante paisaje de las alturas. Aquí, los combates sólo se perciben como vibraciones lejanas de explosiones. Mientras esperan una oportunidad para atacar, Student habla de sus estudios de geodesia –una rama de la geofísica–, una profesión que considera prometedora y con la que espera ganarse la vida después de la guerra.
"¿Y cómo asiste a clase? ¿En línea?" "No, no tengo tiempo –responde, sonriendo–. De vez en cuando, la universidad me llama sólo para preguntar si sigo vivo".
A esta guerra le llaman "la guerra de los drones", un término que se popularizó hace un año, cuando la naturaleza del combate cambió completamente. Las películas futuristas sobre batallas a distancia se han convertido en realidad, con FPV y Mavic como protagonistas. Ahora, la muerte del enemigo —o la propia— puede verse en tiempo real.
El dominio relativo de los drones ha sido motivo de un optimismo moderado, incluso en medio de la suspensión e incierto futuro de la ayuda militar estadounidense. Desde Kiiv, insisten en que la necesidad de independencia de los aliados occidentales no es nada nuevo: actualmente, Ucrania fabrica el 40% de su armamento, y la mayor parte de este arsenal son drones.
A menudo, personas ajenas al ámbito militar participan en la producción. Programas como Dron Social permiten que prácticamente cualquiera pueda montar uno. Sin embargo, todavía es prematuro hablar de los drones como de una wunderwaffe (arma maravillosa) capaz de sustituir todas las demás armas. Las operaciones ofensivas siguen requiriendo apoyo aéreo, blindados y artillería, subraya el experto militar Serhí Grabovski. La función principal de los drones ahora es impedir el avance enemigo y ganar tiempo para Ucrania.
En el sur de Pokrovsk, por ejemplo, los constantes ataques con drones contra las líneas de suministro, centros de mando y tropas rusas han hundido una logística ya de por sí precaria. Pese a los pronósticos pesimistas, la ciudad sigue resistiendo. Sin embargo, esta capacidad de contención no es fruto de un milagro tecnológico, sino del esfuerzo extremo de los operadores que trabajan en el campo de batalla en todas las direcciones.
Nos encontramos con Dean, comandante de una guerrilla de operadores de drones de la 112aBrigada de Defensa Territorial, perteneciente al 244 batallón, en una cafetería de Kramatorsk. Acaba de regresar del entierro de dos de sus compañeros. Especialista en tecnología, dejó su trabajo por defender su ciudad natal, Kiiv, desde el primer día de la invasión. Después de que el asalto ruso fracasara, su vida en el ejército no terminó. Su experiencia en el sistema Ciutat Segura, que analizaba imágenes de cámaras de vigilancia, resultó útil en el frente: desarrolló Vezha, una plataforma que transmite en tiempo real las imágenes de los drones. Tras la ofensiva en Járkov, su unidad fue trasladada al frente de Kreminná, donde perdieron gran parte de su personal, y después a Bakhmut. Allí la guerra es distinta. Y las pérdidas, también.
Como todo buen comandante, Dean sufre las bajas de su gente. Sobre todo aquellas que podrían haberse evitado. Critica la desorganización en las líneas de defensa, que en ocasiones bloquean el acceso a las posiciones para sus propias tropas. Cuestiona a los comandantes que trazan las estrategias de batalla con una regla sobre el mapa, sin considerar la realidad. "Llegas al sitio y sólo es un campo abierto, sin ninguna cobertura" dice, revisando de reojo los mensajes en su teléfono.
La realidad obliga a adaptarse. La línea de defensa en los mapas no siempre coincide con la del terreno. Lo mismo ocurre con los soldados: la falta de infantería ha obligado a colocar a los operadores de drones más cerca del frente. Llegar a la posición es una lotería. Cuanto más te mueves, más posibilidades tienes de ser abatido. Por eso, muchos prefieren quedarse en sus posiciones más tiempo antes que arriesgarse en el camino. Los recién llegados, que son pocos, tienen dificultades para adaptarse a este ritmo de guerra.
Dean explica que dos miembros de su equipo murieron tras el impacto de un KAB. El tercero, que sobrevivió, estaba en su primer día de combate. Después de esa experiencia, no pudo recuperarse psicológicamente. Devolverlo a la primera línea en ese estado sólo pondría en peligro a su nuevo equipo.