

Existen muchas guerras en una misma guerra. Hay dos que son drásticamente distintas. La que se entrega en la frente, por parte de jóvenes uniformados que mueren cada día y que antes tenían otras vidas, y la que se entrega a los despachos, por parte de mandatarios que deciden lo que debe pasar en el frente. Normalmente, los primeros no saben las intenciones de los segundos. Los segundos, a menudo, tampoco saben lo que supone el día a día de los primeros.
"Solo somos muñecos utilizados para jugar al gran juego", dice por WhatsApp un soldado ucraniano que lleva tres años luchando en uno de estos frentes. Traducción: se siente un simple peón a merced –ya la espera– de los movimientos de los grandes líderes, Donald Trump y Vladímir Putin, que este martes se han llamado para hablar del fin de la guerra. "No tengo ninguna esperanza con esa mierda [de llamada]". "Los que negocian no saben lo que es la guerra". "Solo creo en sobrevivir, yo y mis compañeros. Solo nos queda cuidarnos de nosotros mismos". Todos los mensajes denotan cansancio.
El soldado quiere hablar de la otra guerra, la que ve él y la que, probablemente, ni Putin ni Trump conocerán nunca. Cuenta que la semana pasada mataron a uno de sus mejores amigos en el campo de batalla, y que esta muerte le ha hecho "un dolor especial". Explica también que en el último bombardeo ruso contra el pueblo donde duerme las muertes de civiles fueron especialmente crueles: un segundo ataque con misiles Shahed mató a muchas de las personas y equipos de rescate que se habían acercado al lugar del primer bombardeo para socorrer a las primeras víctimas. Y explica que, hace unos días, llegó un equipo de médicos a las posiciones y que pudieron hacerles, por fin, pruebas médicas de todo tipo. Esto último le provocó "una sensación extraña". "Me hicieron una ecografía completa. Me dijeron que todo estaba bien en términos de salud física. Supongo que debo estar contento, aunque eso significa que no tengo ningún motivo para librarme de la lucha". En las guerras –de ahora y antes– no son extraños los casos de soldados que se alegran cuando les encuentran un problema de salud: esto significa volver a casa.
Esta conversación ocurre mientras Putin y Trump hablan. Cuando salen a la luz los primeros acordes –que Rusia detendrá los bombardeos contra las infraestructuras energéticas durante treinta días, básicamente– el mensaje que envía el soldado es simple: "Súper". Se nota la ironía.
"¿Por qué?", le pregunto. "Ya ves tú de qué nos sirve: el invierno está terminando", dice. Tiene razón: el Kremlin ataca la infraestructura energética sobre todo en invierno, por dejar a los ucranianos sin luz y sin calefacción y que así noten el frío ruso. Le hago una última pregunta:
- ¿Aceptarías perder territorio a cambio de que la guerra terminara?
- Objetivamente esta guerra ya la hemos perdido. Hemos perdido a mucha gente buena por culpa de esta mierda.