Exhuman cadáveres rusos entre los escombros de Járkov
Los vecinos de esta región de Ucrania intentan retomar sus vidas, con el ruido de las explosiones todavía de fondo
Járkov (Ucrania)En la región de Járkov, ubicada al este de Ucrania, se palpan el dolor y el sufrimiento de los residentes. Su mirada es triste, apagada, pero a la vez sorprende la fuerza que todavía les queda para salir adelante y empezar desde cero. La mayoría tienen mucho para explicar, puesto que sus ojos han sido testigo de las peores masacres y su vida ha estado constantemente en peligro durante más de dos meses. Son auténticos supervivientes. Esta parte del país ha vivido una pesadilla prácticamente desde las primeras semanas de la invasión rusa. Ahora pueden respirar algo más, con la retirada de las fuerzas rusas, a pesar de que en los últimos días se han vuelto a registrar algunos ataques cerca de la ciudad. El maldito ruido de las explosiones, desgraciadamente, todavía no ha parado de sonar.
De esto, por desgracia, sabe mucho Valeri, un ucraniano de 73 años que vive en Mala’ Rohan, uno pueblo pequeño muy próximo a la ciudad de Járkov. La calle donde está su casa es un reflejo de lo que se vivió en su municipio. Todo está destrozado e incluso todavía quedan algunos tanques rusos calcinados. Y es que en este punto se entregó una de las batallas más intensas durante el mes de febrero, tal como relatan Valeri y otros vecinos. “Hace solo siete días que he podido volver a ver el estado de mi casa. Estoy intentando limpiar todos los destrozos que han dejado. En mi casa estuvieron viviendo soldados rusos durando casi tres semanas”, explica Valeri, que va vestido con un suéter que lleva escrito “rusos morid”.
Este ucraniano dice que esta casa tiene un valor simbólico para él porque fue construida con sus propias manos. “Son 30 años viviendo en esta casa. Antes de la llegada de los rusos vivía aquí solo, mi mujer murió hace tres años”, explica. Valeri invita a la prensa a entrar dentro de la casa, reconvertida en un refugio militar para los soldados rusos. Adentro todavía queda ropa militar, medicinas, botellas vacías, colchones... Parece el escenario de una película.
Durante todo aquel tiempo, sin embargo, Valeri no quiso abandonar su pueblo: “Mi hija me propuso desplazarnos al oeste de Ucrania cuando llegaron las tropas rusas, pero yo no quise”. Este ucraniano decidió quedarse en el refugio de casa de su hija, ubicada a tan solo unos metros de la suya. Allí estuvo protegido con la poca comida que pudo recoger hasta que los soldados ucranianos liberaron el pueblo a finales de marzo. Cuando la prensa le pregunta si tiene miedo, sonríe y suelta un rotundo “no”.
El mismo día que Valeri atiende a la prensa, acuden milicianos ucranianos que trabajan con civiles para exhumar el cuerpo de un soldado ruso que estaba sepultado en su jardín. “Nosotros trabajamos con civiles. Cuando un pueblo es seguro y ya está limpiado de minas y posibles artefactos explosivos, nos desplazamos para dar comida a los vecinos y ayudarlos en tareas de exhumación de cuerpos”, explica uno de los soldados. La imagen que se puede ver antes de que saquen el cuerpo es dantesca. Una bota sobresale del suelo y al lado hay una especie de lápida improvisada con un palo de madera donde se puede leer el nombre y la fecha de nacimiento de este soldado ruso. Este, sin embargo, no es el único cuerpo que hay en esta calle. Unas casas más adelante hay sepultados dos más; en este caso, en un pozo.
Ataques contra la cultura
A solo 7 kilómetros de este punto hay otro pueblo que también ha sufrido los ataques de las fuerzas rusas: Vil’khivka. La vida allí también ha quedado en pausa. Reina el silencio. Tan solo algunos vecinos se animan a salir a la calle, como Irina, que cada día todavía se desplaza a la escuela donde trabaja, a pesar de que ha quedado arrasada por los ataques rusos. Allí, esta mujer ucraniana de 65 años se encarga de cuidar el jardín y de hacer otras tareas de limpieza. Observa con el rostro triste la que también fue su escuela desde el año 1964. "Cada día cuando me desplazo hasta aquí no puedo parar de llorar. Parece que esté en un cementerio”, lamenta.
Para Irina, la estrategia del Kremlin es clara: quiere atacar y destruir todo lo que tenga que ver con la historia, la cultura y el patrimonio de Ucrania. “Atacar la educación de un país significa atacar nuestra nación”, denuncia. Después de casi tres meses de guerra, Irina solo desea que llegue “la paz”.