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El G-7 apunta a la China y le pide que pare la guerra en Ucrania

Los países más poderosos subrayan la expansión de Pekín en el Pacífico

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Una imagen del último día de cumbre del G-7 en Alemania.

ParísA los países occidentales les preocupa cada vez más China. El gigante asiático se ha convertido no solo en un rival económico sino también en el principal aliado para Rusia y en una amenaza para la seguridad mundial. Los países del G-7 –Estados Unidos, Alemania, Francia, el Reino Unido, Italia, Canadá y Japón– han levantado este martes el tono contra China para reclamar a Pekín que se implique para conseguir que Rusia ponga fin a la guerra en Ucrania y para advertir que la expansión china en la zona del Pacífico Índico “no se basa sobre ningún fundamento jurídico”. 

“En el momento en el que Rusia hace una guerra injustificable e ilegal contra Ucrania, que no responde a ninguna provocación, pedimos a China que haga presión sobre Moscú”, dicen en las conclusiones de la cumbre que los líderes del G-7 han celebrado en el castillo de Elmau, en la región alemana de Baviera. "Esperamos de Pequín que no esquive las sanciones que hemos puesto en marcha contra Rusia”, ha afirmado el canciller alemán, Olaf Scholz.

La guerra en Ucrania ha acentuado la polarización política mundial entre occidente, por un lado, y Rusia y China, por otro. Si hasta ahora las grandes potencias mundiales y los organismos como la OTAN habían actuado con cierta diplomacia ante China, la guerra ha hecho que por primera vez los países del G-7 se hayan puesto de acuerdo para presionar a Pekín y para lanzar mensajes muy claros. No solo preocupa el acercamiento de Rusia y China. También inquietan especialmente los movimientos geoestratégicos del Pacífico Índico, donde China reivindica la titularidad de una serie de islas situadas en una zona estratégica de tránsito marítimo que Pekín aspira a dominar.

Cooperación necesaria

“China constituye un desafío sistemático a un cierto número de temas relacionados con nuestra seguridad y nuestros valores”, admiten fuentes diplomáticas francesas. El dilema al cual se enfrenta occidente es cómo presionar a China cuando es un socio necesario en retos mundiales como la lucha contra el cambio climático o las amenazas sobre la seguridad alimentaria. También en cuestiones comerciales. De hecho, en las conclusiones de la cumbre del G-7, los líderes reclaman a Pekín más transparencia en cuestiones comerciales y denuncian sus “intervenciones opacas que alteran los mercados”. La cumbre de la OTAN en Madrid también dedicará una parte de los debates a la amenaza que supone China.

Para contrarrestar la monumental inversión internacional que China está haciendo, el G-7 ha anunciado la movilización de 600.000 millones de dólares para un ambicioso programa de inversiones en infraestructuras destinado a los países en vías de desarrollo. China ha centrado sus inversiones también en países en desarrollo, sobre todo en África, para impulsar infraestructuras con un objetivo muy claro: tener acceso a materias primas. Occidente reprocha a Pekín que las inversiones son a través de préstamos poco ventajosos y opacos que pueden agravar los problemas de endeudamiento de los países afectados.

En las conclusiones, los países del G-7 también se muestran "profundamente preocupados" por la situación de los derechos humanos en China, en alusión –entre otras muchas cuestiones– al trato de las autoridades chinas a la minoría uigur y tibetana.

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