Canadá

Justin Trudeau pierde su encanto

El mandatario canadiense ha forzado elecciones anticipadas para conseguir mayoría en el Parlamento

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El primer ministro canadiense, Justin Trudeau

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, creía que estaba haciendo una jugada maestra cuando el 15 de agosto convocó elecciones anticipadas, dos años antes de acabar su mandato. Con las encuestas a su favor, podía recuperar la mayoría en el Parlamento, que su Partido Liberal había perdido el octubre de 2019. Solo tenía que superar una campaña exprés de cinco semanas y confiar en que los buenos resultados en la gestión de la pandemia le darían una fácil victoria. Aquel día los sondeos le auguraban un 35% de los votos, una ventaja bastante cómoda sobre su rival, el nuevo líder conservador Erin O'Toole, un exaviador de 48 años que entonces no llegaba al 30%. Pero las cosas se han torcido para Trudeau, que llega a los comicios de este lunes con un margen de solo 0,7 puntos de ventaja sobre los conservadores, según el portal 338Canada. Hace unos días el primer ministro iba tres puntos por detrás en las encuestas.

El mandatario tenía desde 2019 una mayoría simple que le obligaba a llegar a acuerdos con la izquierda del Nuevo Partido Demócrata o con los soberanistas del Bloque Quebequés, y desde que estalló la pandemia todos los sondeos le vaticinaban una cómoda mayoría absoluta. "Su objetivo precipitando las elecciones era claramente obtener una mayoría de escaños en el Parlamento para tener un gobierno mayoritario. Pero Trudeau no lo explicó así: públicamente dijo que había que dar la oportunidad a los canadienses de pronunciarse sobre la gestión de la pandemia y las nuevas políticas de su gobierno. Una explicación que no parece haber convencido a la mayoría de electores", explica al ARA desde Montreal el politólogo Daniel Beland, director del Instituto McGill de Estudio de Canadá.

Según el analista, el primer ministro ha perdido la condición de favorito en los comicios de hoy por varios factores. "El primero es el hecho mismo del adelanto electoral, que los partidos de la oposición han interpretado como un gesto fútil y egoísta por parte suya en un contexto de pandemia". Y es que la convocatoria ha coincidido con la llegada de la cuarta ola del covid-19 y ha costado más de 400 millones de euros, dos cosas que hacen difícilmente justificable el adelanto electoral. Incluso el líder del Bloque Quebequés, el soberanista Yves-François Blanchet, que había apoyado en más de una ocasión al gobierno en minoría de Trudeau durante los últimos dos años, ha criticado que "el Parlamento funcionaba y que no había nada de prisa para volver a convocar elecciones".

Habitualmente los temas de política internacional no tienen un impacto electoral directo, pero el líder canadiense no habría podido tener más mala suerte con el calendario. Convocó las elecciones el mismo día de la fulminante entrada de los talibanes a Kabul: se hacía muy extraño ver un jefe de gobierno haciendo campaña mientras los miles de afganos que habían colaborado con su ejército intentaban huir desesperadamente de los fundamentalistas.

Su buena gestión de la pandemia es una arma electoral favorable para Trudeau. Pero en el debate se ha colado el populismo del Partido del Pueblo Canadiense, fundado por Maxime Bernier, un exministro a quien sus seguidores llaman Mad Max y que hace dos años rompió con el partido conservador para fundar una formación antinmigración, proarmas y negacionista del cambio climático. Ahora es él quien lidera, en uno de los países con un índice de vacunación más elevado (un 85% de los mayores de 12 años han recibido al menos una dosis), las protestas contra el confinamiento y contra el pasaporte covid, que condena por discriminatorio.

Cambio climático en campaña

La vacunación, la financiación de la sanidad y el cambio climático han sido los temas que han marcado la campaña, una vez Afganistán ha pasado a segundo plano. El balance medioambiental de Trudeau no es especialmente inspirador: el día siguiente de que el Parlamento declarara formalmente la emergencia climática, el primer ministro aprobó la construcción de una segunda línea en el oleoducto Trans Mountain, y ha continuado subvencionando la industria petrolera. Canadá es el único miembro del G-7 que ha aumentado las emisiones de gases de efecto invernadero desde 2015. Este verano las temperaturas han batido todos los récords. Tampoco ha convencido al Quebec, de donde dependen buena parte de los escaños a los que aspira, por negarse a transferir competencias de salud y vivienda.

Según explicaba hace unos días en Le Monde André Lamoureux, politólogo de la Universidad de Quebec, la trudeaumanía que lo llevó a ganar por sorpresa las elecciones de 2015 se ha acabado. "Ahora los canadienses lo ven como un personaje superficial, un actor, un político centralizador que no deja de invadir las competencias de las provincias". Las encuestas apuntan a que la mayoría de los decepcionados con Trudeau van hacia el soberanismo o hacia la izquierda. Mientras espera el resultado de su jugada maestra, el primer ministro canadiense ha recordado que las elecciones las carga el diablo.

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