Samah Matar sostiene a su hijo denutrido, Youssef, en Gaza.
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Cada día más instituciones y organizaciones occidentales califican de genocidio el escenario en la Franja de Gaza. Tras casi 22 meses de castigo colectivo continuado contra 2,4 millones de palestinos, la situación no puede ser más horrible, ni más clamorosa la pasividad de la comunidad occidental, que ve en directo la tragedia sin intervenir.

Más de 55.000 palestinos han muerto en los ataques israelíes desde el 7 de octubre del 2023, una cifra increíblemente alta a la que hay que sumar los fallecidos que todavía están bajo los escombros de los edificios destruidos y que no han podido limpiarse. Por lo que respecta a las viviendas, se estima que más del 70% de toda la Franja son inhabitables.

De acuerdo con los datos facilitados por el ministerio de Sanidad de Gaza, del gobierno de Hamás, más de 150.000 palestinos han resultado heridos en los 22 meses de matanza, mayoritariamente niños y mujeres. La mayor parte de la población se encuentra confinada en una pequeña superficie de la ciudad de Rafah, asediada por los soldados israelíes desde el sur, por el corredor Philadelphi, y desde el norte, por el corredor Morag.

El futuro de esta gente es incierto. Esta semana Israel ha confirmado que está trabajando conjuntamente con Estados Unidos para encontrar países que quieran acoger a cientos de miles de palestinos. Los países que han mostrado interés como receptores hasta el momento serían Indonesia, Etiopía y Libia, según Israel. Los palestinos que salgan de Gaza en esta situación tan dramática probablemente nunca tendrán ocasión de volver. Benjamin Netanyahu y Donald Trump hablan de emigración voluntaria, pero los palestinos deben elegir entre seguir viviendo bajo las bombas diarias y sin comida, o irse para siempre con toda la familia a un tercer país que ha sido extorsionado para acogerlos.

Solo huesos y piel

Las imágenes de las aglomeraciones de personas en los puntos de reparto de comida hielan la sangre. Cientos de niños, de mujeres y de hombres piden que les llenen un plato o un recipiente para toda la familia, una escena que se repite a diario y que no impide que la gente se muera de hambre. El martes se registraron 15 muertes por malnutrición en la Franja. Ya estamos acostumbrados a ver a niños, y también a adultos, con una fisonomía parecida a la de los judíos cuando los liberaron de los campos de concentración al final de la Segunda Guerra Mundial: solo los huesos y la piel que quedan después de pasar muchos días sin comer nada.

El grupo estadounidense e israelí que reparte la comida es dirigido desde el ministerio de Defensa de Tel-Aviv. La comida es insuficiente para la población. Llegan imágenes horrorosas de gente esperando la comida mientras los soldados israelíes disparan contra las aglomeraciones de personas. Cada día hay decenas de muertes en estas circunstancias, y la comunidad internacional no hace absolutamente nada.

Son imágenes que las televisiones israelíes pasan a diario, aunque estén recortadas y solo sea durante algunos segundos, y no las más fuertes. Pero los canales internacionales las pasan continuamente, por lo que los israelíes no pueden alegar desconocimiento. Los televidentes sencillamente no reaccionan de ninguna manera. Ohad Hemo, el corresponsal del Canal 12 de temas palestinos, dijo el miércoles que hay hambre en la Franja, que hay gente que no come durante días enteros. Los responsables de la matanza, como Netanyahu o el exministro de Defensa Yoav Galant, lo niegan. Tienen una orden de detención del Tribunal de La Haya, pero nadie confía en que las órdenes se ejecuten en algún momento.

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