Oriente Próximo

Nadie quiere a los refugiados de Siria

Ni Siria, ni Líbano ni la Unión Europea

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Una mujer siria en un campamento improvisado para refugiados sirios a sólo kilómetros de la frontera con Siria en el valle de Bekaa en Majdal Anjar, Líbano.

BeirutEn un café en la calle, en el barrio armenio-cristiano de Burj Hammud, charla con un grupo de hombres de unos 30 años, con cabeza rapada y barba cuidada, vestidos con camisetas negras ajustadas, que marcan los pectorales y dejan ver a los suyos brazos musculados llenos de tatuajes con cruces. Sentados alrededor de una mesa fuman y discuten mientras van llegando otras que aparcan motos con pegatinas de los “Soldats de Déu” con letras en árabe. Este grupo ultra religioso, que se está haciendo fuerte en los barrios cristianos de Beirut, actúa fuera de la ley pero con el consentimiento de las Fuerzas Libanesas cristianas. En las últimas semanas han logrado con amenazas y agresiones físicas que los refugiados sirios que viven en Burj Hammud y distritos vecinos hayan desaparecido literalmente de las calles. Andan en grupo con la pistola enfundada en el cinturón del pantalón como advertencia. “No queremos a los sirios en nuestro país. Tienen que irse ya”, exclama Jason Asaad, que continúa con su diatriba contra los refugiados. "Nos roban el trabajo y violan a nuestras mujeres. Solo queremos los que tienen papeles válidos". Asaad se refiere a los cerca de dos millones de sirios que viven en Líbano: no más del 15% tiene permiso de trabajo y residencia legal. Líbano no ha firmado la Convención de Ginebra, por eso no es un país de asilo ni da protección a los refugiados.

No muy lejos de allí Al Hadi vive con su familia en un pequeño apartamento de una sola habitación. Él tampoco tiene papeles. Hace días que no sale de casa porque, si lo paran, podrían arrestarlo y expulsar a toda la familia. Tiene mucho que perder. Para él regresar a Siria no es una opción. “Si nos deporten, primero me van a detener las autoridades sirias y, después, ¿qué hago con mi familia? –lamenta–. No somos criminales; hemos huido de una guerra en nuestro país. Trabajo en lo que puedo para sacar adelante a mis hijos y pagar el alquiler –denuncia–. Si ahora no nos dejan trabajar, ¿qué opciones tenemos?”, exclama.

Pero después de más de una década en Líbano y con lenorme crisis económica que arrastra el país del Cedro, la comunidad siria refugiada es la cabeza de turco de todos los males que sufren los libaneses.

Las tensiones con los sirios se han disparado aún más desde el asesinato a mediados de abril de Pascal Sleiman, un líder local de las Fuerzas Libanesas en la localidad de Biblos. Encontraron su cuerpo en la frontera con Siria, después de que le secuestrara presuntamente una banda de delincuentes sirios. Luego vino una ola de ataques contra sirios y el cierre de sus negocios en distintos municipios del país. Incluso el ministro de Interior, Bassam Maulawi, se sumó a la campaña y reclamó "La presencia de los sirios, como vemos hoy, es inaceptable".

Muchos en Líbano, especialmente las comunidades cristianas, culpan a los sirios del aumento de la criminalidad. La presión política y social contra los refugiados ha centrado el debate en el Parlament para exigir medidas legales para repatriar a los sirios que estén en situación irregular en Líbano.

Los municipios con mayor presencia de refugiados han impuesto sus propias restricciones, que van desde cerrar negocios regentados por sirios hasta el toque de queda entre las ocho de la tarde y las seis de la mañana. Medidas que son "ilegales" y que "incitan a la discriminación", según denuncian algunos abogados libaneses especializados en derechos humanos, como Nadine Kheshen. De hecho, nadie quiere acoger a los refugiados sirios, ni Líbano, ni el régimen sirio ni la Unión Europea.

Chipre, puerta de entrada a la UE

A esto se suman las tensiones diplomáticas entre Líbano y Chipre, donde el gobierno acusa a las autoridades libanesas de permitir la presencia de mafias que contribuyen a las pateras que llegan a las costas chipriotas para entrar en Europa. Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), en los cuatro primeros meses de 2024 han llegado a Chipre más de 3.000 migrantes desde Líbano, frente a los 4.500 que llegaron todo el año pasado. Para frenar la ola de sirios que llegan a las costas europeas de Chipre e Italia desde el norte de Líbano, la UE ofreció el jueves un paquete de ayudas económicas de 1.000 millones de euros para combatir la migración ilegal en Europa. En rueda de prensa, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo al primer ministro libanés, Najib Mikati, quien la UE está comprometida en mantener "vías legales abiertas a Europa", pero al mismo tiempo que "contamos con su buena cooperación para prevenir la migración ilegal y combatir el tráfico ilícito de migrantes".

Para las organizaciones de derechos humanos, la ayuda de la UE a las agencias de seguridad del Líbano para frenar la migración “está orientada a permitir o incentivar los riesgos de los retornos forzados” y podría hacer que los sirios "recurran a rutas aún más largas y peligrosas", advierte Human Rights Watch.

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