Los polémicos aliados de Elon Musk que lo ayudarán a comprar Twitter

El magnate norteamericano quiere convertir la red social en un faro de la libertad de expresión, pero para adquirirla ha aceptado dinero de Arabia Saudita y de Catar

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El fundador de Tesla, Elon Musk, para temporalmente la compra de Twitter.

El CairoCuando el magnate norteamericano Elon Musk, propietario de la empresa de vehículos eléctricos Tesla y hombre más rico del mundo, anunció el mes pasado que tiene la intención de comprar la red social Twitter, justificó su última excentricidad alegando que quería convertirla en una especie de faro de la libertad de expresión y en un ágora pública. Entre las vagas ideas y reflexiones que él mismo ha compartido en su perfil de Twitter, Musk ha afirmado que “no adherirse a los principios de la libertad de expresión socaba fundamentalmente la democracia”, y ha avanzado que, si el intento de adquirir la empresa tiene éxito, “derrotaremos” a los usuarios falsos programados para difundir determinados mensajes. También ha asegurado que, si la red social quiere ganarse la confianza del público, “tiene que ser políticamente neutral”. Y ha anticipado que, si completa la compra, las expectativas de ética laboral “serían extremas” a pesar de que menores que las que se exige él.

Si la compra finalmente sale adelante -el viernes Musk la paró temporalmente hasta conseguir cierta información sobre las cuentas falsas que hay en la plataforma- no pondría él solo los 44.000 millones de dólares que podría llegar a costar la operación, sino que está buscando otros empresarios que lo ayuden a reunir los fondos necesarios. Y según un documento público presentado en la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos el 4 de mayo, parte del dinero que el multimillonario ha aceptado para financiar el viaje provienen de dos de los países con peores historiales de libertad de expresión del mundo: Arabia Saudita y Catar.

En total, el documento recoge el compromiso de varios inversores y empresas de aportar unos 7.139 millones de dólares para contribuir a financiar la adquisición de Twitter. De entre todos, el que más capital ha puesto sobre la mesa, en forma de acciones de la empresa que ya posee por valor de unos 1.900 millones de dólares, es el príncipe saudí Al Waleed bin Talal Al Saud, un multimillonario miembro de la familia real y nieto del fundador del reino del desierto.

La decisión de Al Waleed de sumarse al proyecto de Musk se produjo, además, después de que los dos multimillonarios cruzaran reproches públicamente en Twitter solo unos días antes, a mediados de abril. Entonces, el príncipe saudí afirmó que no creía que la primera oferta de Musk se acercara al “valor intrínseco” de la empresa y que, por lo tanto, la Kingdom Holding Company, un poderoso conglomerado de inversión que preside y que ha sido accionista de Twitter desde 2011, había rechazado la propuesta. El magnate norteamericano le respondió entonces preguntando por la participación total de Arabia Saudita en Twitter y por la visión del país “sobre libertad de expresión periodística”. Un dardo envenenado que Al Waleed no contestó, pero que no parece haber representado tampoco ningún inconveniente para Musk una vez el príncipe le escribió que finalmente sí que se uniría a su “emocionante viaje”.

Tal como ya dejó entrever el propio Musk, Arabia Saudita es uno de los estados del mundo con el peor historial en materia de la libertad de expresión y de persecución de ciudadanos para expresar opiniones críticas hacia el régimen, incluidas duras condenas por comentarios en Twitter, según denuncian sistemáticamente organizaciones de derechos humanos.

Ciudadanos sin derechos

Otra empresa que también se sumará a la apuesta de Musk es Qatar Holding, una poderosa firma de inversión controlada por el fondo de inversión de Catar (QIA), que se ha comprometido a aportar 375 millones de dólares en la operación de compra de Twitter, según el anterior documento. Apenas hace dos años, Catar promulgó una vaga ley que restringe de forma alarmante la libertad de expresión en el país y que prevé incluso penas de prisión por, entre otras cosas, difundir rumores o noticias falsas o tendenciosas que perjudiquen los intereses nacionales.

Las vagas definiciones que Musk ha hecho de la libertad de expresión en Twitter, además, solo han contribuido a generar más alarma. En este sentido, el magnate norteamericano ha afirmado que cuando habla de libertad de expresión se refiere a aquella “que se ajusta a la ley”. También ha asegurado que, “si la gente quiere menos libertad de expresión, pedirá al gobierno que apruebe leyes en esta dirección” y que, por lo tanto, a su entender, “ir más allá de la ley es contrario a la voluntad del pueblo”. Las declaraciones naifs de Musk, sobre todo ante entramados legales represivos como los desplegados por regímenes dictatoriales como los de Arabia Saudita, Catar y otros países de la región, donde los ciudadanos no tienen ni voz ni voto, han sido recibidas con una mezcla de ridiculización, perplejidad y preocupación.

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