Ramy Essam: “Habrá otra revolución: la cuestión es si estaremos listos”
BarcelonaHace diez años cantaba Irhal [Vete] ante decenas de miles de personas en la plaza Tahrir de El Cairo, contra el régimen de Hosni Mubarak, y hoy vive en el exilio entre Suecia y Finlandia. Ramy Essam (El Mansura, Egipto, 1987) fue la voz de la revolución, uno de los cantautores más populares de Egipto. Después de la caída del rais siguió cantando contra la junta militar y contra el gobierno de Mohammed Mursi de los Hermanos Musulmanes. Con el regreso de los militares al poder con el mariscal El Sisi se tuvo que exiliar, pero sigue denunciando la represión de un régimen que acumula decenas de miles de presos políticos. Entre ellos el poeta Galal El Behari, autor de la letra de Bahlal, una canción que Essam publicó en 2018. El joven director del videoclip, Shadi Habash, murió por negligencia médica entre rejas y el diseñador web Mustafá Gamal, que había trabajado con el cantautor, también está encarcelado. Essam actuó el viernes en el festival Barnasants.
¿Cómo se convirtió en un símbolo de la revolución?
Antes de la revolución yo no era activista, solo había escrito algunas canciones políticas. Tenía 23 años. En mi ciudad, El Mansura, la policía se retiró después de los primeros días de choques, y cuando supe que los manifestantes habían ocupado la plaza Tahrir de El Cairo, decidí ir. Al principio no pensaba ni llevar la guitarra, porque me daba miedo que se estropeara en los enfrentamientos. Pero mi hermano me convenció. Compuse Irhal en la misma plaza, entre las tiendas, poniendo melodía a los lemas que gritábamos los manifestantes. Al cabo de unos días pusieron el escenario, subí y todo el mundo se puso a cantar porque ya se sabían la letra. No me lo habría podido imaginar nunca: un mes antes estaba contento porque había podido reunir a 300 personas en un teatro de El Cairo.
No hay muchos cantantes de rock en el país.
No. Nos perdimos toda la música que vosotros tuvisteis en los años 60, 70 y 80. Yo tuve una infancia llena de violencia, porque en Egipto las calles son muy duras, y el rock fue muy importante para ayudarme a canalizar la rabia, convertirla en una rabia sana. Creo que tanto el rock como el rap son herramientas muy potentes para la juventud.
¿Todavía se escuchan sus canciones en Egipto?
Tuve que marcharme hace más de seis años, porque no quería hacer el servicio militar. Pero todavía hay mucha gente que las escucha: ahora quizás es más difícil, porque lo tienen que hacer a escondidas. En los controles policiales de la calle revisan los móviles y si te encuentran canciones como las mías puedes tener muchos problemas. Pero no dejaré de hacer nunca canciones políticas. Ahora mismo acabo de escribir una sobre lo que está pasando en Palestina.
¿Estando en el exilio también hay líneas rojas que no se pueden cruzar?
La autocensura es una de las peores cosas que puede sufrir un artista. Es mucho peor que la censura de la dictadura. Yo no lo había experimentado nunca hasta que en 2018 pusieron a siete personas en la prisión por una canción que escribí. Y uno de ellos murió. Ahora pienso más que antes lo que escribo. Tengo que encontrar la manera de decir lo que quiero decir. Me he dado cuenta de que el arte puede ser como el camaleón, que puede cambiar de color para hacer llegar a la gente el mismo mensaje.
¿Canta solo para el público egipcio?
Cuando estaba en Egipto, estaba centrado en lo que pasaba allá. Pero la belleza de la canción protesta es que la música tiene vida propia. Sin que yo haya hecho nada la gente en la región ha cogido mis canciones y las ha adoptado. Ha pasado en las últimas oleadas de movilizaciones en el Líbano, también en Siria o en Irak. Incluso más allá del mundo árabe: en las movilizaciones de Irán alguien cogió mis canciones y las tradujo al farsi. Cuando tuve que marcharme de Egipto y tuve la oportunidad de recorrer el mundo he visto que compartimos la misma mierda. En España no tenéis tantos presos políticos como Egipto, pero también los tenéis. Solo es cuestión de escala, pero los problemas son los mismos. También estoy convencido de que la solución de lo que está pasando en mi país no solo vendrá de dentro de Egipto.
¿Cómo ve el futuro?
Soy optimista porque viví la fuerza que puede llegar a tener la gente cuando se une. Lo que hicimos en Egipto no se puede borrar. Nadie lo vio venir, no estaba previsto. ¿Y por qué no tiene que poder volver a pasar? Sé que el régimen no desaparecerá mañana. Pero el movimiento de protesta resurgirá. No lo hará por sí solo, tenemos que trabajar. Pero en 2011 no estábamos preparados. Y nos apartaron fácilmente: todo quedó entre los militares y los islamistas y a nosotros nos quitaron de la ecuación. No teníamos un plan, unos objetivos claros. El régimen de Egipto está poniendo a la gente contra las cuerdas y todo volverá a explotar. Habrá otra revolución, la cuestión es si estaremos preparados. ¿O volveremos a dejar escapar la oportunidad?