Putin-Lukaixenko, un tándem complicado
La tensión en la frontera con Polonia subraya de nuevo la relación de altibajos entre los dos líderes
MoscúUn partido de hockey sobre hielo en Sochi, Rusia, acaba 13-4. Entre los jugadores del equipo ganador destacan el número 11, Vladímir Putin, que marca tres goles, y el número 1, Aleksandr Lukaixenko. Los acompaña, entre otros, el hijo del mismo presidente bielorruso, Nikolai. Fuera del hielo, Putin y Lukaixenko también son jugadores del mismo equipo. Así lo demuestran, por ejemplo, las maniobras militares conjuntas de los dos países, el apoyo que Putin y otros miembros del gobierno ruso dan a las acciones de Lukaixenko o la buena relación comercial entre Rusia y la “Rusia Blanca”, textualmente, la traducción de Bielorrusia.
Para confirmar que reman en la misma dirección, Lukaixenko declaró en septiembre de 2020 que Putin es como su "hermano mayor”. Pero la familia puede ser difícil de gestionar, y ellos no son una excepción: los "hermanos" no han podido evitar tener conflictos. Pocos días antes de las elecciones presidenciales bielorrusas del año pasado, Lukaixenko acusó a Occidente de querer interferir en el proceso electoral. Esto es habitual; lo que no lo es tanto es que señalara también que Rusia quería desestabilizar a Bielorrusia con el envío de mercenarios de la compañía privada Wagner. Incluso algunas voces señalaban a Viktor Babaryko, uno de los candidatos opositores a presidente y que actualmente está condenado a catorce años de prisión por fraude fiscal, como preferido del Kremlin. Se lo ha llegado a calificar de títere de Moscú. Gestos que demuestran que, a pesar del apoyo a Lukaixenko, el Kremlin tiene en la pelea a otras opciones para mantener Bielorrusia bajo su órbita.
A pesar de que Lukaixenko siempre ha negado que quiera ser un subordinado de Moscú, la dinámica de hermano mayor se nota habitualmente: no es ningún secreto que a menudo necesita la aprobación del Kremlin para tomar algunas decisiones, como por ejemplo utilizar la inmigración para hacer chantaje político a la Unión Europea. De aquí vienen las denuncias de Polonia y otras voces de la UE, que insisten en que la sombra de Putin está detrás.
Y si miramos atrás veremos que acciones como la detención del periodista Protassévitx –después de secuestrar un vuelo comercial–, la detención de algunos opositores o la represión durante las multitudinarias manifestaciones contra los 27 años al poder de Lukaixenko venían acompañadas de mensajes de aprobación de Moscú: sea el mismo Putin o Serguei Lavrov, el ministro de Exteriores ruso. Pero el apoyo se tiene que pagar. Por ejemplo, durante la tensión fronteriza con Polonia y Lituania, Minsk ha tenido que reconocer Crimea como parte de Rusia –se ha convertido en el decimosexto país que lo hace–. Y, evidentemente, el Kremlin también saca rédito: los migrantes en la frontera con Polonia "crean nuevas divisiones en Bruselas y aumentan las que ya existen entre los países de la UE y de la OTAN”, subraya al ARA el analista Alex Koktxarov. Aún así, el Kremlin no apoya incondicionalmente todas las decisiones de Minsk, y Putin ha advertido este sábado a Lukaixenko que se olvide de su amenaza de cortar el suministro de gas ruso en Europa.
¿Qué necesita Moscou de Minsk?
La dependencia de Bielorrusia respecto a Moscú es clara. ¿Pero al revés? Evidentemente, Putin necesita menos a Lukaixenko, pero esto no quiere decir que pueda prescindir.
Un ejemplo: desde 2014, con la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia, las relaciones con la UE fueron a peor y las sanciones contra Moscú se multiplicaron. Esto afectó a la exportación de productos europeos hacia Rusia. Para llegar a territorio ruso, el jamón ibérico o el queso, por ejemplo, tienen tres opciones: subir mucho el precio por las sanciones, fabricar el mismo producto dentro de Rusia o hacerlo llegar a través de Minsk. Normalmente, se opta por la última. Y, lógicamente, esto pasa con muchos productos más: Bielorrusia no tiene mar, pero entre los ciudadanos rusos son muy populares las ostras o el salmón bielorrusos, que se enviaban desde la Unión Europea para etiquetarlos en territorio bielorruso y acabar exportándolos hacia el país euroasiático.
Pero el favor más grande que Minsk puede hacer en Moscú es mantenerse dentro de la zona de influencia de Rusia, una de los mayores miedos del Kremlin, puesto que no quiere repetir lo que le ha pasado con los países bálticos, Georgia o Ucrania, que han acabado inclinándose hacia Occidente y algunos de ellos han entrado en la UE y/o la OTAN –o, cuando menos, lo han intentado–. Cómo bien sabe Lukaixenko, esto no es gratuito, tampoco entre "hermanos". Moscú le devuelve los favores, mayoritariamente, con la venta de primeras materias a valores muy bajos, que son manufacturadas o vendidas directamente a Europa. Por eso, el mayor exportador e importador de Bielorrusia es Rusia.