El presidente Vladimir Putin esta semana en Vladivostok.
08/09/2024
3 min

BarcelonaPutin, más que ningún otro dirigente internacional, deja de pensar sobre lo que puede ocurrir el 5 de noviembre en Estados Unidos. Si gana Donald Trump, tiene muchas posibilidades de ganar la guerra y someter a Ucrania: quedarse con Crimea y el Donbás e impedir su incorporación a la OTAN. Si gana Kamala Harris, Putin sabe que acabaría perdiendo aunque alargara la guerra tanto como pudiera. Pero mientras no llega noviembre, el dictador ruso tiene la mirada puesta en Turingia y Sajonia, regiones de la antigua RDA, donde fue uno de los cuadros más destacados del KGB hasta la caída del Muro de Berlín.

Nada de lo que pase allí le es indiferente, y mucho menos la subida de los neonazis en las elecciones del pasado domingo, que podría sacudir a Alemania. A Putin le conviene una Alemania inestable. Y, además, todo ocurre cuando se cumplen 85 años del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Las elecciones en estas dos regiones alemanas se celebraron el 1 de septiembre, el mismo día que, en 1939, Adolf Hitler anunció la invasión de Polonia.

En Sajonia los neonazis de Alternativa para Alemania (AfD) quedan en segunda posición, pero en Turingia son los primeros, con el 32,8% de los votos. Exigen formar gobierno y desprecian la idea de cordón sanitarioi. Hay que leer en profundidad las palabras del líder neonazi y profesor de historia Björn Höcke, el jefe de filas de AfD en Turingia, cuando dice que es necesaria la deportación masiva de todos los migrantes. Incluso de los alemanes que no acepten la identidad cultural alemana. Y detrás de esta formulación se asoma al intento de rescatar el principio de raza aria.

¿De dónde sale este inquietante resurgimiento del nazismo? Los votantes y militantes de AfD en la antigua RDA, a los treinta años de reunificación, se sienten ciudadanos de segunda y amenazados por la llegada de extranjeros. Su voto en los ultras expresa hostilidad y odio a la permisividad europea. Y puestos a ir contra la UE, Ucrania y la OTAN, a los neonazis de AfD no les cuesta nada apoyar a la Rusia de Putin.

¿Y cómo vive todo esto el putinismo? ¿Cómo procesa el Kremlin la sacudida electoral en la RDA? De entrada, Putin maldice lo que para él son neonazis ucranianos, que ahora ocupan parte de la región de Kursk, y al mismo tiempo bendice a los neonazis de la antigua RDA que le apoyan. Todo ello, perversamente contradictorio. Pero quizás no tanto. En algunos puntos del Donbàs hace años que se mueven guerrillas neonazis de cultura y habla rusa que veneran a Putin. Y puestos a profundizar en la ideología putinista, es inevitable tropezar con uno de sus pensadores, Aleksandr Duguin, creador de la idea “fascismo rojo sin fronteras”.

Afinidades también desde la izquierda

Pero volvamos a Turingia y la antigua RDA. AfD es antiucraniana y pro-rusa, ha quedado claro. Pero hay más complicidades alemanas con Putin, que no provienen de los neonazis. Mira por dónde, el grupo BSW de Sara Wagenknecht, una izquierda populista escindida de Die Linke, que es radicalmente contraria a la inmigración ya la vez proputinista, ha logrado el 16% de los votos en Turingia.

¿Y le digamos marketing político ruso, cómo lo reformula todo esto? Qué se inventa la ministra de propaganda Margarita Simonian para difundirlo, justificarlo y que todo le cuadre? O quizás no necesita inventarse ni cuadrar nada. Quizás funciona con automatismo lo que explica el periodista ruso exiliado Mijaíl Shishkin: la gente ya sabe que el poder miente, pero da igual, porque la sociedad sabe que está obligada a tragarlo. Y el propio poder sabe que saben que está mintiendo. Pero quizás es necesario plantearse cómo funcionan los sistemas cognitivos y emocionales en la antigua RDA –de Rusia ya he hablado– para acabar venerando el neonazismo que impregna el régimen ruso, y que es el heredero de aquella URSS que les trinchó, ocupó y arruinó.

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