BarcelonaLa incursión ucraniana en Kursk es de las peores cosas que le han ocurrido a Putin desde que él mismo hizo estallar la guerra contra Ucrania. Resulta humillante tener que presenciar cómo una región símbolo de la victoria sobre los nazis en 1943 es sacudida y ocupada por los ucranianos. Algo que ha provocado la evacuación y la huida de rusos que nunca habían vivido la ocupación de su pueblo desde la escalada ordenada por Hitler. Kiev exhibe impulso ganador desde hace más de un año, y la frase pronunciada a finales de mayo por el académico británico Timothy Garton Ash resuena ahora como una premonición: "Ucrania está contra las cuerdas, pero todavía puede reponerse".
Este impulso ganador se suma a cuestiones hasta ahora silenciadas, como que los servicios secretos ucranianos son los artífices del sabotaje del gasoducto Nord Stream del 2022. Según publicó el Wall Street Journal hace unos días con datos contrastados, el sabotaje habría tenido el visto bueno del presidente Zelenski. La moral va al alza en Ucrania, que se puede permitir hacer frente a Putin diciéndole que no se preocupe, que no piensan quedarse con el pedazo invadido de la región de Kursk. Y Putin se ve obligado a advertir que no habrá ninguna negociación mientras los ucranianos pisen tierra rusa, y espera que el 1 de octubre sus tropas hayan echado a las de Ucrania.
La ofensiva en Kursk fue un movimiento totalmente inesperado, preparado con secretismo, que no habría sido viable solo con los recursos ucranianos. Cabe recordar que los F-16 esperados desde hace un año llegaron hace unos días. Por eso se da por supuesto que intervinieron directamente algunos mecanismos de la OTAN –especialmente de EE.UU.– acompañados de los fondos económicos de la UE. Los servicios de inteligencia rusos –ni el GRU ni el FSB– detectaron la operación, que les estalló en la cara en pleno agosto. Para Rusia se trata del momento más inquietante desde la escalada de otoño de 2022, cuando los ucranianos reconquistaron varias zonas en pocas horas, en el inicio de la contraofensiva que, de hecho, fue fallida.
¿Volverá a fallar esta vez? De momento hay que estar atentos al ataque ruso en la ciudad de Pokrovsk, en el este de Ucrania, en el frente del Donbás, de donde han sido evacuadas más de 50.000 personas. Es la forma que tiene Rusia de obligar a Ucrania a mover tropas de Kursk y desacelerar la operación, a la vez que Zelenski y su estado mayor necesitan consolidar y retener las conquistas territoriales en Kursk. Al menos hasta noviembre, cuando hay elecciones en Estados Unidos. Para ese momento todavía faltan 75 días, que son muchos teniendo en cuenta lo imprevisibles que son los movimientos de Putin. El pensador francés Edgar Morin ha advertido reiteradamente de esta imprevisibilidad, por lo que defiende que Ucrania debe hacer concesiones.
Una victoria de Donald Trump en noviembre sería una muy mala noticia para Ucrania y para los aliados occidentales, que deberían empezar a pensar en hacer cesiones territoriales a Putin a cambio de un armisticio. Una negociación en la que el dictador ruso se aseguraría de pactar que Ucrania no pudiera acceder a la OTAN. Pero, si es Kamala Harris quien alcanza la presidencia, entonces sería Putin quien probablemente debería ceder: dar por terminada su operación militar especial que debía durar días, o pocas semanas; asumir acuerdos para devolver a Rusia la simbología imperial de Kursk, y permitir la incorporación definitiva de Ucrania en el bloque occidental.