Se alquila cloaca. Razón, aquí.
Las cloacas del Estado son una construcción arquitectónica curiosa: sólo las ve quien no está en el gobierno. Y mira que, a menudo, su ferum pútrida se siente de lejos, pero cuando un partido cuenta con fieles escuderos mediáticos entonces se activan los mecanismos para ventilar la catipén. Son los medios ambipur. Este miércoles La Razón regala el titular: "Las cloacas apuntan a Sánchez con nuevos audios: «Esto se limpia»". Ciertamente, el PSOE empieza a desprender el clásico olor preocupante de los sobres de dinero que cambian de manos alegremente. Pero ya es casualidad que apenas ahora el rotativo de Planeta descubra la existencia de estas cavidades subterráneas, como si acabaran de surgir de la nada.
He realizado una búsqueda en Google de la palabra cloacas circunscrita al mandato de Don Mariano Rajoy. Sólo aparecen 34 resultados y, en la primera página, cuando aparecen citadas la mayoría no se refieren a las del estado español, y eso que hablamos de los gloriosos tiempos de la policía patriótica de Jorge Fernández Díaz, ministro entonces y colaborador de La Razón en la actualidad, vaya, vayita. En cambio, desde que Sánchez ha llegado al poder –durante un período similar– ya hay 297 artículos que hablan de cloacas y aquí sí que la mayoría apuntan al presidente socialista. Hay una serie de palabras-marca que los periódicos intentan enganchar sólo a sus enemigos. Si nos cae bien, es asesor. Si no, es fontanero. Y así con todo. El caso del husillo es especialmente doloroso, porque se supone que un medio de comunicación debería estar comprometido con la erradicación de estas prácticas de bajomano y de dudosa legalidad, al margen de quien ocupe los húmedos pasillos subterráneos. Pero la polarización en la que estamos instalados pervierte el sentido de las palabras y eso beneficia a la mala política, que se aprovecha de este relativismo extremo para crear o hacer desaparecer cloacas del relato público a conveniencia.