Lo que nos quedará de la Copa América

Aficionados neozelandeses durante una pieza informativa del 'Telenoticias'.
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El domingo al mediodía, el Telediario fin de semana intentaba compensar el sesgo informativo y la mirada acrítica que TV3 ha practicado con la Copa América. Desde que en agosto cantaban las excelencias deportivas y económicas por inercia de lo que dictaba la organización de la competición, han ido enfriando las expectativas después de que la audiencia no les comprara el relato prefabricado. La noticia, esta vez, hacía balance del evento alternando ambas versiones confrontadas. Por una parte, la de la organización y las autoridades vinculadas; y, por otro, la de los vecinos que han convivido con el espectáculo. Las diferentes voces ponían de manifiesto algunos de los aspectos que han caracterizado la narrativa en torno a la Copa América. Desde el Ayuntamiento se celebraban los objetivos cumplidos y uno de los argumentos era que se había "democratizado la vela". El uso de la palabra democratización es, a veces, una nueva forma de embutirnos realidades alejadas de la ciudadanía. Los vecinos, por su parte, alertaban de los cambios que se produjeron en el barrio. Más allá de los comerciantes decepcionados porque en vez de estimular a la clientela la Copa América les había asustado a los visitantes habituales, una señora subrayaba una clara diferencia: “Espero que las papeleras que han puesto las dejen”. Otro vecino valoraba que las calles habían dejado de oler a pixum porque se había incrementado la higiene. Unos aspectos sobre los que será interesante que el periodismo continúe alerta a pesar de que se haya terminado la competición.

Más tarde, dos aficionados provenientes de Nueva Zelanda expresaban su alegría por poder venir a Barcelona y ahorrarse la gran regata en su país, porque allí, decían, priorizan la sanidad y la educación a la hora de gestionar el dinero público. Cuando lo afirmaban, la crónica incorporaba, en ese mismo instante, una imagen de unos maoríes en el puerto de Barcelona remando en una barca. Una escena que remitía simbólicamente al folclore de Nueva Zelanda que se había importado para la ocasión. Elinserto resultaba incluso irónico.

Las actividades culturales vinculadas a la competición han sido otro elemento de propaganda de la Copa América. El Telenoticias informaba sobre cómo afectarían la circulación los cortes de calles provocados por la instalación de un escenario en el paseo de Gràcia. Sobrerepresentarse en medio de la ciudad, ocupar el espacio, es otra forma de hacerse presente. La cultura puede ser la vaselina que permite intelectualizar el negocio o la banalidad. Es un sistema de prestigiar lo que se celebra. La vela y las regatas provocan indiferencia a buena parte de la población, pero añadir conciertos y artistas invitados es una forma de hacer más digerible el peaje que paga la ciudad. También fuerza la idea de participación popular y hacer tangibles unos supuestos beneficios que, hasta ahora, han sido invisibles.

Con la Copa América, la televisión también ha encontrado la manera de democratizar la impostura.

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