ChatGPT, asesor político del gobierno británico
Las leyes de transparencia han logrado un hito inusual: que el ministro de Tecnología del Reino Unido, Peter Kyle, haya tenido que desvelar su historial de uso del ChatGPT. Entre las búsquedas que han trascendido, destaca una en la que le pedía consejo sobre a qué podcasts debía aparecer y también por qué la adopción de la inteligencia artificial en el país avanzaba tan lentamente. Casualmente, o no, esta semana el primer ministro británico, Keir Starmer, aseguraba que su gobierno debería hacer un uso más intensivo de la IA para aumentar su eficiencia y productividad. Como soy más integrado que apocalíptico, según la vieja división de Umberto Eco, no estoy en contra de la adopción de estas herramientas como soporte para diseñar políticas. Ahora bien, es imprescindible ser conscientes de que tienen sus sesgos y que operan con algoritmos que son opacos (incluso las de código abierto ofrecen respuestas de difícil trazabilidad), así que habrá que ser muy cuidadosos para conseguir que éstos spin doctors de bolsillo no acaben gobernando un territorio con ideas insufladas por sus poderosos dueños, los señores neofeudales de lasbig tech.
Pedir una lluvia de ideas es una de las aplicaciones básicas que las IA pueden satisfacer decentemente. Pero debemos ser conscientes de que serán siempre ideas de segunda mano extraídas de algún contenido de ve a saber dónde de los confines de internet. Y que difícilmente serán neutras. Si el ministro en cuestión es alguien realmente experto y riguroso, debería saber distinguir el grano de la paja y utilizar la respuesta obtenida como palanca para articular una política propia. Si es un perezoso o uno de esos profesionales multicartera que van saltando de flor ministerial en flor ministerial, hay más peligro de que acaben comprando acríticamente una política diseñada… ¿por quién? Y, sobre todo, ¿para quién?