Ángel L. Fernández ('Jot Down'): "Hemos desmontado la falacia de que en internet solo se leen textos cortos"

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Ángel L. Fernández, soci fundador de JotDown

Si el tópico dice que internet es rápido y flamante, ellos demostraron que también podía ser lento y sobrio. Jot Down cumple diez años como una de las publicaciones más interesantes gracias a sus (quilométricas) entrevistas y a una adhesión al blanco y negro que desafía al imperio del Pantone alegre que tanto se estila en otros barrios del periodismo.

El reloj biológico dice que han pasado diez años desde que Jot Down empezó a andar. Però ¿qué marca el reloj anímico?

— Pues es un momento muy extraño, el nuestro, porque tenemos a la socia fundadora, Mar de Marchis, en coma desde el 2 de abril y esto nos tiene tocadísimos, porque ella es el motor motivacional de esta empresa. Y, a la vez, llegamos al décimo aniversario en una situación muy dulce. Tenemos el proyecto consolidado, vendemos más revistas que nunca, nos han precomprado la idea de hacer una serie sobre la creación de Jot Down, pronto abriremos una hermana de la revista en Italia... No está nada mal, teniendo en cuenta que hace dos años estuvimos a punto de quebrar.

Este momento crítico es, supongo, la ruptura repentina del acuerdo que tenían con El País.

— Sí. Teníamos una estructura adaptada a trabajar con ellos y, con el cambio de director, de Antonio Caño a Soledad Gallego Díaz, se paró en seco, sin que se nos diera ninguna explicación. Pero tengo que decir que el diario, a nivel de gestión, se ha portado muy bien con nosotros: les debíamos dinero y nos ayudaron a salvar el proyecto.

Una gesta de Jot Down es haber convencido al todopoderoso Juan Luis Cebrián para hacerse una fotografía sosteniendo una máscara de Darth Vader. ¿Cómo se les ocurrió?

— Estábamos haciendo una reunión con gente de El País y les propuse hacer una campaña irónica, diciendo que nos habíamos pasado al lado oscuro. Mi socia comentó la idea de la máscara. Todo el mundo dijo que no pero ella, terca, consiguió el teléfono de Cebrián y se lo propuso directamente.

Finalmente, la foto no apareció.

— No salió en Jot Down Smart, que era la revista mensual que teníamos con ellos, porque el consejo de Prisa consideró que no era oportuno, pero sí en la Jot Down trimestral que enviamos a las librerías. Tengo que decir, en todo caso, que Cebrián estaba encantado: la broma le hizo gracia.

Pero me estaba explicando que tienen una serie entre manos. ¿De qué va, exactamente?

— La serie explica cómo Jot Down nació en un foro de internet y está muy centrada en la personalidad de mi socia. Era un personaje misterioso, para muchos. No la conocían los autores, los colaboradores o los trabajadores de la revista. Pero no porque se hiciera la interesante, sino porque tenía agorafobia. Y crear la revista fue, para ella, una historia de superación. De hecho, el grupo fundador de Jot Down, el que la arrancó, estaba hermanado por las inhabilidades sociales de cada uno. No éramos gente de prensa, ni del sector cultural. Cada uno arrastraba sus manías y sus historias.

¿Y esto de Italia?

— Queremos tener ahí una revista trimestral. Estamos acostumbrados a importar publicaciones internacionales, como ICON, que es de Mondadori. Pero nuestro formato, que combina cultura, glamur y rigor, ahí puede encajar muy bien.

Una característica identificativa de Jot Down es el blanco y negro de las imágenes. ¿De dónde surgió la idea?

— Desde un principio queríamos hacer textos largos y pensábamos que la lectura de los artículos se podía hacer incómoda, en una web llena de colores. Después, cuando creamos la revista en papel, fue natural mantener esta estética. Tenemos un libro de estilo, pero si se cambia no pasa nada, ¿eh? Que hacemos alguna portada, o algún artículo, también en color, si tiene sentido hacerlo así.

"¡En internet la gente no lee artículos largos!" ¿Cuántas veces le dijeron este mantra ?

— ¡Buf...! Pero, al final, hemos desmontado la falacia de que en internet solo se leen textos cortos. Una cosa es lo que intentan hacer creer los gurús informáticos y la otra lo que nosotros, con nuestra experiencia como foreros, sabíamos: que si te diriges a una comunidad lo suficientemente interesada en una temática, se lee textos larguísimos. No era ningún descubrimiento genial, sencillamente nos había guiado el sentido común.

Son ustedes el Woody Allen de las revistas: consiguieron ya desde el inicio que grandes plumas del periodismo escribieran para Jot Down muy por debajo de sus tarifas habituales.

— Hay gente a la que tenemos que perseguir para poder pagarle. Nos obligamos a hacerlo, porque queremos retribuir las colaboraciones. Supongo que vienen con nosotros porque pueden publicar cosas que a su medio principal no les interesa. Y como esta es una empresa modesta y la gente es consciente de ello, nos han ayudado muchas veces, cuando ha tocado apretarse el cinturón.

También debe haber algunos que quieren el prestigio de aparecer en una de las revistas más cool de la década.

— Algunas personas lo tienen en cuenta, supongo. Pero otros están en un punto de la carrera en el que el prestigio ya no les importa. Eso sí: todo el mundo quiere salir en el papel, pero ¡lo que da la visibilidad y la relevancia es la web!

¿Cómo se fija la línea editorial de una revista con firmas tan variadas?

— Nosotros pedimos tres cosas a los artículos: que sean rigurosos, entretenidos y transversales. Tienen que estar muy documentados y se tienen que leer fácilmente. También pedimos a los autores que escriban en tercera persona, porque no queremos publicar opinión. Que opinión siempre hay. Pero no es lo mismo que sea un sustrato que que el autor vaya diciendo "yo creo que" y "yo pienso que"...

La excentricidad del proyecto también se manifiesta en Twitter, donde tienen una cuenta sin pelos en la lengua. ¿Quién gestiona la icónica bola de billar?

— Mar, mi socia. Bueno, la promoción de los textos es automática. Pero los mensajes con personalidad son de ella. Y esto nos ha costado disgustos, porque mucha gente no entiende que se tuitee de manera personal y no corporativa. Ahora, si alguien se enfada probablemente no es un lector potencial de Jot Down. De alguna manera, nos sirve para identificar quién forma parte del proyecto.

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