El inmigrante bueno, el inmigrante malo
ElAbc dedica su portada del domingo a sacudir a un avispero peligroso. "La inmigración entra en el debate electoral", dice un titular que es sólo el pretexto para reclamar una serie de medidas concretas. Los migrantes llevan tiempo siendo munición de la guerra política. Si no, ¿de qué tendría Vox la penetración actual? ¿O Alianza Catalana? En realidad, el diario conservador busca dos objetivos. El primero, naturalizar la mano dura. "Muchos países europeos apuestan por medidas drásticas mientras España mantiene la indefinición", asegura un subtítulo que, sin ser inexacto, tiene más ideológico que estrictamente informativo. Pero la carga de profundidad está en la editorial, en la que establece una dicotomía tramposa entre el buen y el mal inmigrante.
Dice el diario: "España necesita una inmigración ordenada y segura y debemos favorecerla escogiendo los perfiles humanos y profesionales más idóneos para el interés general y la convivencia. Los inmigrantes son mayoritariamente pacíficos y laboriosos, pero hay que actuar con todo el rigor de la ley contra aquellos que cometen". Expuesto así, se reduce todo a una cuestión de entraña. El inmigrante sumiso que sonríe bajando la cabeza a cambio de un sueldo miserable por limpiar los fluidos de nuestros abuelos versus el pérfido delincuente que es esencialmente malvado. Es la típica visión maniquea propia del racismo banal. La frontera entre estas dos presuntas tipologías de inmigrantes es mucho más porosa de lo que quisieran y tiene que ver, en gran parte, con las expectativas laborales y sociales que se encuentran, especialmente los jóvenes. Pero reducirlo a "algunos son mala gente" aplaca la mala conciencia y evita mirar hasta qué punto somos agentes de las consecuencias de la miseria tolerada en el otro. Un debate honesto sobre inmigración no va de buenos y malos, sino de modelo social, humanitario y económico.