Mesclum de hipocresías diversas con las filtraciones

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Como si de un concierto de The Cure se tratara, el PP ha puesto en marcha la máquina de hielo seco para generar una fumerola tras la que difuminar la figura del muy bien untado novio de Isabel Díaz Ayuso. Claman contra la filtración de los datos, pero es solo el intento de mover el foco porque cuando el peso de la AEAT caía sobre el rival político bien que afilaban el tenedor y se ponían el babero. Es uno de los precios de la polarización. Y afecta a derecha e izquierda, porque la mayoría de medios no se han sustraído a la tendencia a atrincherarse (cuando no han saltado con alegre entusiasmo). Por ejemplo, Nacho Escolar, en eldiario.es, escribía en una opinión: “La pregunta pertinente no es quién lo ha filtrado. La pregunta es si nuestra información es veraz”. En cambio, cuando era Juan Carlos Monedero quien se sentaba sobre la parrilla, entonces en un tuit se exclamaba: “Monedero debe contar sus cuentas. Pero es inquietante el uso de información fiscal para acoso políticos”.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso,

Evidentemente, Nacho Escolar tiene razón en ambas afirmaciones, complementarias. Pero el resultado de orientar la respuesta así o así según el color del afectado acaba haciendo que la prensa en conjunto quede retratada como indefectiblemente sesgada, capaz de condenar con diferentes intensidades dependiendo de la afinidad. He aquí una primera piedra que yo no arrojaría. En cualquier caso, hacerse los indignados con las filtraciones tiene un punto de hipócrita porque, al final, son el fuel de buena parte del periodismo. Deberíamos ser lo suficientemente honestos (con los lectores y con nosotros mismos) para admitir que la mayoría de fugas de información son interesadas y buscan instrumentalizarnos. A partir de ahí, nuestro trabajo es justamente contrastar lo que nos llega, para ver si ha sido manipulado o pretenden intoxicarnos. Y, ya que estamos ahí, tener fuentes a ambos lados de los diferentes espectros.

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