Mirtha Legrand y su regreso más esperpéntico

Javier Milei
Periodista i crítica de televisió
2 min

Mirtha Legrand, la estrella televisiva por excelencia en Argentina, ha vuelto a la pantalla en plena campaña electoral en su país. Hace más de medio siglo que resiste. Con noventa y seis años, esta gloria mediática ha vuelto a poner la mesa en el Trece para reactivar La noche de Mirtha. El programa consiste en cenar con famosos. Para arrancar, hace dos semanas, escogió una velada de impacto: invitaba a Javier Milei, el candidato a la presidencia de Argentina que ha quedado segundo en la primera vuelta de las elecciones. Milei iba acompañado de su pareja, la actriz Fátima Flórez, conocida por sus imitaciones histriónicas. De hecho, la pareja se conoció cenando en este mismo programa de Legrand.

El espectáculo que vimos fue más allá del esperpento. La cena a tres bandas parecía una parodia grotesca. Un sketch humorístico de una hipotética versión argentina del Polonia. Una puesta en escena clasista con la presentadora vestida de lentejuelas gritando a la camarera para que le sirviera los platos. Legrand no oye muy bien y tenía dificultades para leer los anuncios de los patrocinadores. La camarera le traía los platos y le dejaba unas cartulinas con letras gigantes para que lo viera mejor. Legrand hacía preguntas como si estuviera cansada de dar conversación. Milei evidenciaba la tensión del paranoico acomplejado. Hacía propaganda de su talento político y de su don intelectual mientras alababa las excelencias de su mujer trofeo. Flórez se ha convertido en uno de sus personajes. Parece una imitación de sí misma. Solo estaba pendiente de si le enfocaban las cámaras para hacer expresiones faciales típicas de Instagram para fingir admiración por las palabras de Milei. Cuando Legrand les preguntó si se casarían, Milei aseguró que estaba en contra del matrimonio ”porque hay la intromisión del estado”. Cuando prometió acabar con la inflación, la presentadora le comentó: “Qué obsesión tenés con el Banco Central...” Y Milei, forzando una mirada de tigre a la novia, comentó, seductor: “Bueno, no es la única...”, como subrayando la devoción por ella. Legrand lo aprovechó para interactuar con la actriz: “¿Te gusta la política? ¿Entendés algo?” Y ella ponía labios de Instagram y decía que sí. Para demostrarlo, después de una intervención de Milei la actriz metió cucharada: “Está muy naturalizada la esclavitud...” Y el candidato, galán, le devolvía el cumplimiento: “Es un comentario muy sabio el que acaba de hacer Fátima”. Legrand, que a su edad debería estar curada de espantos, concluyó: “Son raros ustedes dos, eh...”, aunque, más tarde, deseó buena suerte a Milei: “Si sos presidente ¡qué lindo!”.

Si el espectáculo de Legrand ya es retrógrado después de cincuenta y cinco años en pantalla, la presencia de Milei y Flórez lo convirtió en demencial e inquietante. Todo el mundo interpretaba un papel extravagante. El anarcocapitalista convivía muy cómodamente en ese caldo de cultivo mediático, porque el vacío y la frivolidad lo impulsan. No se sienten cuestionados y pueden hablar de suprimir el estado delante de un "rissotto azafranado con una bondiolita desmechada muy tiernita". Nada más selecto y apetitoso en prime time para que la extrema derecha devore al país.

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