No es Sánchez quien tiene el papel más difícil
Son las horas más complicadas para Pedro Sánchez, pero en realidad el verdadero dilema lo tienen sus socios, que deben decidir si le mantienen el apoyo o se distancian –con hechos y no solo de palabra– de todo el olor de la vieja corrupción española de siempre que desprenden los audios de Santos, Ábalos y compañía. Desde el punto de vista mediático, es interesante ver cómo El País opera su cambio editorial y busca seguir siendo el diario de los lectores moderadamente de izquierdas pero sin ser su muleta incondicional de otras épocas. Roma no paga traidores. Ni el presidente del grupo Joseph Oughourlian, aparentemente. El resultado es un editorial ("Credibilidad rota") que debe ser de los textos más duros contra un presidente socialista, si descontamos los del mismo diario cuando lo dirigía Antonio Caño, porque aquello fue una anomalía histórica, fruto de los últimos estertores del felipismo y el cebrianismo. En el texto de este domingo, recuerdan a Sánchez que fue él quien nombró a los presuntos corruptos y que la regeneración que prometía quedará en nada por culpa de ese escándalo. A esto hay que sumar una portada que se abre sin noticia concreta alguna, en favor de una interpretación durísima: "Una crisis que amenaza por primera vez la supervivencia de Sánchez".
Ahora bien, más allá de gesticulaciones y ruido, el verdadero gesto trascendente es que el diario –hasta hace cuatro días el sede diario, recordémoslo, con permiso de La Vanguardia, donde los soportes son siempre prestados– le pide que se someta a una cuestión de confianza. Es decir, coge las pinzas y traslada la patata caliente a sus socios. Los editores gráficos pueden buscar todas las fotos que quieran de Sánchez con cara compungida, pero son Junts, Esquerra y el resto quienes deben decidir si prefieren seguir viviendo en Guatemala o están preparados para mudarse a Guatepeor.