Pilar Rahola: "Si quieres ser feliz, no opines sobre lo que pasa en el mundo"

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Pilar Rahola

BarcelonaDel mismo modo en que se habla de poetas nacionales, si existiera el título de opinadora nacional Pilar Rahola sería una seria contendiente, después de más de treinta años con presencia profusa en los medios de comunicación. Ahora la periodista cierra abruptamente una etapa a raíz de la decisión de La Vanguardia de prescindir de sus colaboraciones, después de catorce años. Rahola reflexiona, en esta entrevista, sobre el periodismo de opinión, sus placeres y sus desgastes.

Dice que la han echado de La Vanguardia por censura ideológica. ¿Fichar y relevar a columnistas no entra dentro de la gestión normal de un periódico?

— Es una empresa privada, así que puede fichar a quien quiera. Ahora bien, un articulista también puede explicar qué nivel de presiones ha vivido y por qué en un momento determinado la casa le dice: "O cambias la posición o no te mantendrás". El director tiene derecho a echarme, faltaría más, pero La Vanguardia ha querido vender la idea de que era un producto en el que cabían todas las voces y solo yo sé lo que he sufrido en los últimos años. A partir de 2017, la atmósfera era irrespirable.

Hace unos meses ya tuvo un pie fuera.

— Se me llama a filas, al despacho, y se me dice que mis posiciones son inasumibles. No tanto por la defensa de la independencia como por los artículos sobre la monarquía y los que perjudican a los intereses de España como marca. Y la verdad es que no he hecho muchos artículos sobre la monarquía, pero han sido contundentes, eso sí. A ver, yo puse en un destacado la frase de Valle-Inclán "Al rey no lo hemos echado por Borbón sino por ladrón". Claro, no fue un día simpático.

¿Cómo se resolvió, la penúltima crisis?

— Primero me dijeron que estaba fuera. Después, que pasaba a publicar un solo día. Yo creía que aceptarlo era una humillación y que entonces me tocaba irme. Finalmente, pactamos pasar de seis días a la semana a cuatro. Y me ofrecían cobrar lo mismo, lo que demuestra que era un asunto estrictamente ideológico.

¿Siempre ha sido una relación tensa?

— A mí me ficha Pepe Antich y me dice: "Por más que seamos un diario español, hay una centralidad catalana de la que no podemos escaparnos y que está virando hacia el soberanismo y el independentismo". Es cuando fichan a Albert Sánchez Piñol, Xavier Antich, Jordi Graupera, Salvador Cardús, Xavier Sala i Martín. Hay choques, pero en esta primera etapa viví con mucha tranquilidad mi libertad de opinión.

¿Cuándo se acaba la relativa calma?

— A partir de la salida de Pepe Antich todo se remueve. Tengo que decir que Màrius Carol, con sus maneras british, capeó temporales que no eran nada fáciles, y se lo agradezco. Ahora, las plumas independentistas fueron cayendo todas y me quedé sola. Muchas veces me sentía como la coartada de La Vanguardia. La gente me escribía y me decía: "Gracias a ti La Vanguardia parece lo que no es". Y, en esta última etapa, todo se vuelve mucho más complicado.

¿Pero las afinidades que ahora la sacan del periódico no son las mismas que le abrieron las puertas? Usted entraba como voz próxima a Convergència.

— Este es un estigma que se van repitiendo, ¡pero no es cierto! Yo lo que he sido siempre ha sido independentista. Cuando ERC tiene la necesidad de recuperar el escaño en Madrid, hago la locura de ir. Yo entonces tenía una pésima relación con CiU. De hecho, a mí Pujol me había vetado en TV3: me tenía en una lista negra. Ahora, en época de Artur Mas Convergència empieza a virar hacia el independentismo y yo pienso que ese es un movimiento importante para el país. Pero yo no me he hecho de ningún partido: sigo siendo un alma libre.

¿Seguirá de tertuliana en RAC1 o esta baraja también se ha roto?

— [Se encoge de hombros y sonríe.]

Minutos antes de empezar esta entrevista he llamado a una fuente de la emisora. Me ha dicho que cuentan con usted. ¡Pero me extrañaría saberlo yo mejor que usted!

— A ver, explico con sinceridad lo que sé, que es poquito. Una vez me dicen que me voy, llamo a Jordi Basté, que es amigo y le quiero mucho. Ahí siempre me he sentido libre y sé que él ha sufrido considerablemente. Cuando se lo explico, le pregunto si tengo que venir el lunes. "¡Claro que vienes!" Y fui el lunes y no he sabido nada más. Tengo entendido que vuelvo, pero ya lo veremos. Quitarme de RAC1 sería añadir más fuego al mucho fuego que ya ha habido, pero, sinceramente, no lo sé.

¿Da por cerrado el asunto, pues?

— Estoy dando esta entrevista pero he rechazado unas cuantas, porque no quiero estar diez días hablando de esto. Al fin y al cabo, lo importante no somos las personas sino el síntoma de todo. Soy muy crítica con el silencio cómplice de los poderes catalanes mediáticos, empresariales, sindicales, que callan y otorgan ante la represión. Tenemos gente en la cárcel, exiliados, 3.000 personas en procesos judiciales. Este silencio cómplice me hace enfadar mucho. Lo que más me duele no es que me echen a mí, o a los que han echado antes. Y no me duele que hayan decidido que su centralidad ya no pasa por aquí. Lo que me duele es que estos poderes callan, otorgan y aplauden ante la represión.

Según el portal de transparencia de la Corporación, su contrato en Tot es mou fue de 27.000 euros. Un año antes, era de prácticamente el doble. ¿Se siente maltratada por TV3?

— Las cifras no son correctas: son las previsiones del contrato, pero no tienen por qué cumplirse. Lo que es real son los 300 euros por tertulia. Si vas cuatro días cobras más que si vas uno, claro.

En todo caso, pasó de ir cuatro días al Tot es mou a hacerlo solo uno. Por eso le pedía cuál era su relación anímica con la casa, hoy en día.

— No, no, buena, sinceramente. Sé que hay presiones e historias. Y se sacó mucha punta a la conversación con Madí, que era un cabreo por una cosa muy concreta. Presiones hay muchas, y sobre mí, pero también sobre Toni Soler, sobre Jair Domínguez, sobre Ricard Ustrell, de otro modo... Es una televisión pública y las presiones son naturales. Pero yo, con Helena Garcia Melero y en FAQS me he sentido muy cómoda. En FAQS siempre he dicho lo que me ha dado la gana.

¿Y no puede ser que el problema fuera precisamente este? Que se le cedía una tribuna sin nadie delante para confrontarla.

— Como a los demás, ¿no? En la tribuna de Tot es mou salgo sola, sí, pero después los otros días salen Toni Bassas, Jaume Barberà o Xavier Domènech.

Pero cuatro días no los tenía nadie. Esto me lo tiene que conceder.

— Pero Toni Soler hace Està passant cada día y también es muy editorial. O la que cuenta bromas, cómo se llama... ¡Empar Moliner! También sale cada día.

¿De verdad cree que son formatos equivalentes al suyo?

— No es política, de acuerdo, pero hay carga política. Hay muchos analistas que salen en muchos programas. Algunos de los que me han criticado salían en varios programas de radio y en varios de TV3. Puedo entender que haya un momento en el que determinados partidos digan que esto no puede ser. Y por eso FAQS decidió que fuera un cara a cara.

Pilar Rahola

En todo caso, los minutos de pantalla son indiscutibles. Y un informe del CAC de hace un par de años la situaba encabezando el ranking de tertulianos.

— Podría ser, pero, como puede ver, lo han corregido.

Por cierto, en 2012 pidió en un artículo que cerraran el CAC...

— ¡No me acordaba! Pero no debía de ser por las disputas sobre mi presencia en TV3, ¿eh? Que yo no estaba. [Ríe]

¿Todavía lo clausuraría?

— No, debía de ser una boutade del momento. La verdad es que no recuerdo qué motivó el artículo. A veces las circunstancias cambian.

Ha mencionado antes su audio con David Madí. Hablaba en primera persona: "Si ganamos..." ¿Esto no la invalida para aparecer en la televisión presentada como "analista política"? La etiqueta sugiere una neutralidad, cuando es obvio que existen unos vínculos con un espacio político.

— Pero no es un "ganar" de partido. Quizás es que me explico fatal. Yo hablaba del concepto. Yo quiero que gane la independencia. Y que ganen las tesis que no tiren atrás el 1 de Octubre. Y defiendo a los que avalan mantenerse en una estrategia de confrontación y dignidad, que no quiere decir ir mañana a una huelga general. Me preocupa cómo nos estamos acomodando en la represión. Ahora Junts está evolucionando hacia una estructura de partido clásico. Pues no sé si esto me gustará.

¿Pero entiende que esto refuerce la noción de una identificación de persona y siglas?

— Yo entiendo que se creen etiquetas. Pero yo les he echado broncas enormes, a Junts. Y me lo he permitido por la confianza que tengo con algunas personas: les he dicho que qué coño estaban haciendo y que se merecían lo que les había pasado. Si me hubieran pescado una de estas otras conversacoines, el relato sería diferente. Pero, al final, yo soy una voz, igual que otras voces, diversas, hay por este mundo. Baños, Llach, Dante Fachín... Pululamos por este mundo desde hace mucho tiempo, dando apoyos explícitos y complicidades. Si yo hubiera sido alienada en un partido, no habría hecho un canal en YouTube llamándoles de todo a Junts y a ERC porque no se ponían de acuerdo por el gobierno. Y sé que Puigdemont era más proclive a ir a la oposición.

Todavía más sobre la proximidad del mundo político y el periodístico: aquella fiesta de Cadaqués, con Helena Garcia Melero, Puigdemont tocando la guitarra, el mayor Trapero cantando Joan Manuel Serrat...

— ¡Es que somos el grupo de Cadaqués! Nos lo estábamos pasando muy bien y alguien dijo que sería bueno que se viera esta alegría, porque veníamos de unos meses muy duros y feos. Cometimos la ingenuidad del siglo. Puedo asegurar que no hablábamos de política. Es que este es el mundo Cadaqués. Y mi familia hace 800 años que veranea ahí, que el primer Rahola documentado es de finales de 1200. No había ninguna maldad: no se hizo ni estrategia, ni confidencias. En las fiestas del poderío madrileño se van a cazar y después de putas y nosotros cantábamos Paraules d'amor. ¡Es que no podíamos ser más naif...!

¿Habría que alertar al espectador, en todo caso, de estas complicidades?

— Cada persona de las que salimos en TV3 tenemos posiciones marcadas. ¿O es que Sergi Sol no la tiene marcada? ¿O no la tiene Jaume Barberà? ¿O Toni Bolaño? ¿Tenemos que ponerle una etiqueta sobreimpresionada que diga "Simpatizante del PSC"? Aceptemos, por favor, que Toni Bolaño piensa por él mismo y que tiene sus complicidades. Yo soy alguien que pienso por mí misma. Puede coger mis discursos de 1992: no le caerá ni una coma. Ahora bien, ya no quiero estar en política. He tenido ofertas, y no las he aceptado.

¿Cuál ha sido la última oferta?

— [Duda unos segundos, sonríe pícara.] En las municipales. De vez en cuando hay tam-tams. Cada vez menos porque siempre digo que no, que no quiero ni oírles. Tendría que cambiar mucho mi posición anímica y personal. No me siento de ningún partido, porque quiero tener la libertad de poder decir "vais bien"... o "vais mal". También tengo que decir que puedo entender la animadversión contra mí. Soy una persona de opiniones fuertes y ofendo. No me ha importado nunca crearme enemigos, pero no negaré la cacería contra mi persona. Ahora bien, ¡a otros no se les pone la lupa! Y en las televisiones privadas, que también tienen dinero público, esto tampoco se mira nunca.

¿Por qué cree que sufre este agravio?

— Porque he tenido, supongo, mucha capacidad de influencia. La he tenido. Quizás ahora no la tengo tanto, no lo sé, pero la he tenido.

¿Le da miedo perder influencia si se queda sin tribuna, desgastarse...?

— Desgastarte te desgastas desde el primer día que opinas públicamente. Si quieres ser feliz, no opines sobre lo que pasa en el mundo, porque feliz no lo serás.

¿Qué tema le comporta más tensión?

— El tema que erosiona más es el de Israel. Es horroroso, porque se trata de una especie de fe religiosa para la izquierda y si rompes el discurso progre pasas a ser el demonio. Este es un tema muy pesado y de los que crean estigma. Hay una negación absoluta del debate. Hemos hablado con Vicenç Villatoro y Joan B. Culla, con los que hace treinta años que hablamos del asunto. Y decimos: "¿Quién nos mandaba meternos en un asunto en el que hay tanta agresividad?"

De las miles de columnas que ha hecho... ¿Borraría alguna? La sensación es que no es de mirar mucho hacia atrás.

— Es una sensación correcta. Borraría aquellas en las que me he equivocado, pero no las que me han creado problemas. Y mire, si soy sincera, quizás no borraría ni estas. Porque tú te forjas como opinador cada día. Los errores también te forman, y te preparan.

¿Me permite una última maldad, para acabar?

— Lleva unas cuantas, ¿eh?

No será para tanto. Le leo una frase que alguien escribió sobre usted y tiene que adivinar al autor. "La irresistible atracción que Rahola siente por las alcachofas –término que en el argot periodístico define a los micros de las radios y teles– la puede llevar, si no la ha llevado ya, al ridículo y al esperpento".

— Sí, esta la conozco [sonríe]. Es un artículo del año 1998, en plena guerra entre Esquerra y Convergència. En aquella época Convergència me parecía un partido vendido al régimen, que solo obedecía a intereses económicos. Carles Puigdemont escribió este artículo, de acuerdo, pero yo debía de haber escrito 50 contra el partido. Si rescatamos un artículo de 1998, nadie se salva. Empezando por mí, ¡que vete a saber qué he dicho de los demás...!

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