Si es que las sedes de los partidos se visten demasiado cortas

Hemos puesto los pies en la Luna, hemos descubierto vacunas y hemos construido edificios majestuosos de cientos de metros de altura, pero la humanidad todavía debe dedicar parte de su existencia a la aburrida labor de girar calcetines. Las narrativas periodísticas ya predeterminadas se comportan de forma similar. Basta con ver cómo los periódicos de la derecha y más allá se apresuran estos días a girar el relato, como auténticos calcetines periodísticos no necesariamente limpios. "Los policías señalan al gobierno y piden que no los utilice", escribe en portada elAbc sobre los incidentes frente a la sede del PSOE. Es cierto que, con el 1-O, no parecía necesario mucho esfuerzo para entusiasmar a los cientos de agentes desplazados –A miedo ellos, oé, oé, oé–, pero cabe deducir que obedecían órdenes igualmente del ministerio del Interior, no que actuaban por cuenta propia a partir de sus afinidades. Otra gira de calcetín radical, de esas que si haces con demasiado ímpetu puedes acabar debiendo zurcirlos, es la de convertir al agredido en provocador. Es lo que hace El Mundo cuando titula: "El gobierno blinda a Ferraz y la protesta se radicaliza". Pobres ultras de la mano alzado! Qué desconsideración, eso de proteger las sedes de los partidos políticos, pudiéndoles dejar reventar cristales a placer. No me extraña que se radicalicen: si van provocando.

También es divertido observar el esfuerzo por desmarcar los ultras del conjunto de la protesta, cuando sólo hay que ver cuatro imágenes para constatar que son la esencia de los disturbios. Con el Proceso, claro, echaban más por el derecho y no hablaban de manzanas podridas, sino de una entraña podrida de los separatistas. Su relato sólo se aguantaba si cada independentista había quemado un par de cientos de contenedores como mínimo. Claro, de tanto girar calcetines, han acabado cogiendo también los sucios y ahora se extiende un incómodo hedor de pies.