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Así se empezó a hundir la socialdemocracia en Noruega

'Power play' recuerda la primera gran crisis del Partido Laborista y reivindica la figura de Gro Harlem Brundtland

3 min
Fotograma de 'Power play'

BarcelonaA Gro Harlem Brundtland se la conocía como la "madre de Noruega". En una época en la que las políticas con poder real eran todavía una excepción, Gro ejerció de primera ministra de su país tres veces a lo largo de los años 80 y 90. Y se convirtió en todo un referente encarnando lo ideal posible, la mujer al frente del gobierno de una socialdemocracia próspera y modélica. Nos llega la primera serie noruega de ficción dedicada a Brundtland, Power play. Johan Fasting, Kristin Grue y Silje Storstein, los responsables, hablan de la necesidad de abordar por fin la figura de esta política, cuando se puede escribir desde la distancia histórica y al mismo tiempo hay que darla a conocer a las nuevas generaciones.

La serie sigue los dos años anteriores a su primera proclamación como primera ministra, desde que el Partido Laborista la ficha por primera vez para un gobierno, en el que ejerce fugazmente de ministra de Medio Ambiente, hasta que acaba sustituyendo a otro primer ministro, Odvar Nordli, cuando dimite del cargo. Sin embargo, Power play no es una serie sobre Brundtland, ni siquiera sobre las dificultades de una mujer para acceder al lugar más alto de la jerarquía del poder en entornos mayoritariamente masculinos, aunque estos temas atraviesen toda la serie. La carrera de la política sirve para dibujar una panorámica más amplia de la primera gran crisis del Partido Laborista noruego y de la socialdemocracia nórdica.

Un retrato complejo

El retrato de Brundtland es suficientemente reivindicable en tanto evita caer en simplismos disfrazados de discurso feminista. En los primeros episodios vemos a una mujer poco acostumbrada al juego político que se mantiene íntegra en relación con la dejadez de algunos de sus compañeros. La protagonista se aplica, hace siempre los deberes y no pierde los papeles. Pero en ningún caso se la presenta como alguien repelente, sino que se naturaliza esa forma de gestión femenina tan estigmatizada desde algunas perspectivas. La inocencia inicial de esta médica con un posgrado en Harvard va dejando paso a un comportamiento pragmático y estratégico de una mujer legítimamente ambiciosa que no se deja arrinconar fácilmente.

Gro lucha por el poder mientras su partido, el Laborista, afronta una brutal crisis interna muy ilustrativa del fin de la hegemonía de esta opción política. Los intereses del partido chocan con los del gobierno, que al mismo tiempo se enfrentan a los sindicatos, a las juventudes del partido, a los barones veteranos que supuestamente deberían estar disfrutando de su jubilación sin envolver más la madeja, a la prensa afín o no, ya los propios votantes de toda la vida.

La serie retrata todo ello desde el tono y la puesta en escena habituales de las sátiras políticas británicas y estadounidenses. Una cámara siempre móvil le otorga un ritmo dinámico y casi documental a una ficción de época. A partir sobre todo de un personaje que va comentando la jugada, se le añade una capa de metaficción. Y la instantánea sobre el mundo político quiere ser tan realista como afilada. Pero la copia de un estilo muy concreto de drama político le va algo gorda a una serie demasiado centrada a veces en conflictos y personajes excesivamente localistas. "Pronto en Noruega se le venderá la ilusión de un Partido Laborista que defiende a los más vulnerables, pero sólo dispondrá del bipartidismo con dos políticas inhumanas entre las que elegir. Independientemente del resultado de cualquier elección, el programa capitalista estará asegurado", sentencia el personaje que habla a cámara. El diagnóstico es impecable. Falta que la serie profundice más en los escenarios nacionales e internacionales que lo propician. ¿Quizás en una segunda temporada ya con Gro de primera ministra?

Johan Fasting, Kristin Grue y Silje Storstein para la NDR

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