Crítica de serie

¿Cómo lo hicieron tres chapuzas para urdir la estafa más grande de la historia de Francia?

La scorsesiana 'Sangre y dinero' se adentra a través de un hecho real en las múltiples expresiones del judaísmo francés

3 min
Fotograma de 'Sangre y dinero'
  • Xavier Giannoli para Canal+ Francia
  • En emisión en VOSC en Filmin

1.700 millones de euros robados al estado en la mayor estafa de la historia de Francia. En 2008, un trío de criminales encontró la manera de aprovecharse de una medida pública para incentivar la reducción de la emisión de gases contaminantes a la atmósfera, la conocida como cuota o bonos del carbono. Un trapicheo fiscal con el IVA de la compraventa internacional de estas bulas para contaminar permitió a Samy Souied, Arnaud Mimran y Albert Taïeb embolsarse billetes a capazos en pocos meses.

En Filmin se acaba de estrenar la segunda temporada de Sangre y dinero, la serie que recrea ese desfalco que ya había inspirado una película de ficción, Carbone (Olivier Marchal, 2017) y un documental, Los reyes de la estafa (Guillaume Nicloux, 2021), en Netflix. Producida por Canal+, Sangre y dinero se erige en una ficción con la solidez y el pulso narrativo de los films de Martin Scorsese, deUno de los nuestros a El lobo de Wall Street, que siguen el auge y caída de un grupo de gángsters, y profundizan en el vínculo entre una cierta expresión de la masculinidad y la pulsión depredadora del capitalismo salvaje.

En su primera serie como creador, el cineasta Xavier Giannoli despliega todas las etapas de la estafa y de la posterior investigación con un montaje de ritmo implacable en el que no se pierde la vocación didáctica de explicar el entramado de un fraude tan ininteligible como la letra pequeña de un documento bancario . Como en tantos thrillers policiales, la persona encargada de la investigación, aquí el magistrado de aduanas Simon Weynachter (Vincent Lindon), dispone de una pizarra en la que intenta atar cabezas a partir de los muchos factores implicados en el caso, una ilustración perfecta de la maraña y las múltiples ramificaciones de un expolio de esa magnitud.

Resulta inapelable la eficacia con la que Sangre y dinero adapta el patrón del cine de Scorsese a un caso real francés. Pero lo que singulariza la serie es cómo acaba adentrándonos en manifestaciones diversas de la identidad judía en Francia. David Ayala y sobre todo Ramzy Bedia están fantásticos en las encarnaciones respectivas de los trasuntos de Souied y Taïeb, dos judíos sefardíes de origen tunecino que se conocen en el barrio marginal de Belleville, y presentan un talante a medio camino entre la picaresca mediterránea y el resentimiento poscolonial .

Jérôme Attias, el personaje que evoca a Mimran, simboliza, en cambio, el judío francés de toda la vida ligado al privilegio y casado con la heredera de un asquenazita millonario. Sobre todo en la segunda temporada, Giannoli subraya la vertiente narcisista y engañadora de ese táfuro ebrio de dinero y poder al que encarna Niels Schneider, posiblemente para que no se le reapropien el mismo tipo de hombres a los que impugna, como ocurre a menudo con los protagonistas del cine de Scorsese. La serie incluso habla de cómo Israel, por la Ley del Retorno que otorga la residencia a cualquier judío sea cual sea su nacionalidad, se convierte en el destino preferido de los delincuentes judíos de todo el mundo.

Si en el cine estadounidense el héroe moral suele ser un policía, un periodista o un abogado, en la república francesa es un funcionario. El magistrado Weynachter encarna a un hijo de judíos convertidos al cristianismo tras la Segunda Guerra Mundial que aprovecha la obsesión por este caso por reconectar con sus raíces. A través de su posicionamiento ético incorruptible y de las conversaciones que mantiene con un rabino, la serie reivindica el concepto de francojudaísmo, un sistema moral en el que convergen los principios de la Ilustración y los de la religión hebraica, a partir del precepto del Tikún Olam, la voluntad de "reparar el mundo".

Trailer de 'Sangre y dinero'
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