¿Servirá prohibir las redes a los adolescentes?
Los expertos recelan del intento, reclaman regular el algoritmo y sospechan que los menores de 16 años encontrarán vías para saltar las barreras
BarcelonaEl gobierno del Estado promueve la ley de protección de los menores en el entorno digital, que estas semanas se encuentra en tramitación parlamentaria. Entre las medidas que incluye, destaca la prohibición de acceder a las redes sociales si no se tiene un mínimo de 16 años. La medida es controvertida porque, aunque existe consenso sobre los efectos perniciosos de estas plataformas sobre los adolescentes, se discrepa, en cambio, en la efectividad que pueda tener. Algunas voces alertan de que no ataca el problema de raíz, que es la propia naturaleza de unos algoritmos que promueven la toxicidad, la polarización, la adicción, la dispersión o los conflictos con el propio cuerpo.
"Me preocupa el enfoque que se está dando", explica Liliana Arroyo, doctora en sociología y especialista en innovación social digital. "Me parece más evidente que nunca que la solución no es la prohibición sino el acompañamiento y la educación. Hay que conseguir que sea ilegal explotar la atención y hacer mercadotecnia con los datos", añade. Sobre la medida de retrasar el acceso a los 16 años, lo considera "aplazar el problema porque no se va a la raíz". De hecho, lo ve incluso contraproducente: "Puedes agravar el problema, porque si el primer contacto está a los 16 años y no ha habido este acompañamiento progresivo y adecuado, los efectos pueden ser aún peores".
Arroyo plantea, además, que este concepto del solucionismo tecnolegal acaba consiguiendo "más distancia entre los adultos referentes y los adolescentes si resulta que los adultos son el recordatorio constante de la prohibición": "Al final, estas medidas provocan que se deleguen las responsabilidades parentales de la tecnología en la ley". La socióloga recuerda, además, que las medidas implantadas pueden esquivarse fácilmente con el uso, por ejemplo, de las redes VPN, aplicaciones que permiten enmascarar el sitio desde donde se realiza la conexión y, por tanto, esquivan los controles de un determinado estado.
Entonces, ¿cuál debe ser el papel de la administración? "Las políticas públicas deberían entender que no es una lucha que tengan que hacer las familias o los centros escolares solos", explica Arroyo, y añade: "Hay que encontrar la manera de incorporar a los adolescentes en el mundo digital de manera progresiva y proporcionada. Hacer un itinerario por edades podría ser útil. Y está bien que se hayan incorporado preguntas sobre pantallas en las visitas a las visitas. que fuera un espacio para aportar referentes. En definitiva, es necesario generar consenso y opinión pública, partiendo de la idea de que cada familia elige su modelo de crianza y siempre habrá cierta discrecionalidad".
La inevitabilidad digital
Entre los críticos a la aproximación por prohibición de acceso existe también un cierto consenso a la hora de criticar las palabras que solemos poner a este problema. El término adictos a las pantallas, por ejemplo, genera controversia. Según un informe de Unicef, en los países desarrollados se calcula que uno de cada cinco adolescentes es adicto a las redes sociales oa los juegos online y videojuegos y, de éstos, uno de cada diez acabará sufriendo una depresión. Pero, más allá de esto, pueden darse situaciones de abuso o uso problemático al margen del tiempo diario de consumo de pantallas.
Ahora bien, hay que vigilar a la hora de hablar de adicción. "Pienso que hablar de los adolescentes en general como adictos es una falacia. Como síntoma clínico, no superan el 3,5%, en un uso que incluye al 95% de la población. No es nada despreciable, pero no es epidémico", explica José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y psicoanalista, autor ¿Adictos o amantes? Clavas para la salud mental digital en infancias y adolescencias. Los datos provienen de la unidad de ludopatía de Bellvitge y son similares a los de otros estudios, que hablan de un 25-30% de jóvenes que hacen una sobreutilización (no patológica) o un 10% que incurren en prácticas problemáticas (que no son la adicción a la propia pantalla).
"En sentido coloquial, claro, todos somos adictos. Pero deberíamos preguntarnos si hay alguna relación entre la forma en que llamamos a los adolescentes y las posturas cercanas a los populismos de extrema derecha", considera Ubieto. "Los tratamos de adictos, autistas, violentos... Los llamamos desde el déficit. Los adolescentes nos provocan fascinación por la potencia pulsional máxima, pero al mismo tiempo nos horrorizan cuando vemos su lado más fanático. Evidentemente, comportan problemas, pero los vemos demasiado patológicos", opina, y propone el término figital –híbrido de físico y digital– para asumir que ya no existen dos mundos diferenciados, un online y un offline, sino que se dan ambos simultáneamente y, por lo tanto, las aproximaciones desde la prohibición no son realistas. el amor también puede resultar tóxico. Digamos que tienen una relación complicada... con los móviles". Arroyo coincide en considerar que es muy diferente decirle a un adolescente "Estás enganchado al móvil", con la carga que conlleva, que un "No me escuchas", en el que se apela al valor de la comunicación interpersonal ~B Al menos intentarlo
Una de las voces favorables a la prohibición es la de Jordi Royo e Isach, psicólogo y director clínico de Amalgama 7, un gabinete con varios centros residenciales propios en los que se presta atención actualmente a 181 jóvenes con trastornos diversos y que son a la vez hospital, escuela, casa de colonias y residencia de estudiantes, con los cuatro equipos correspondientes para cada equipo. "Que haya cinco ministerios implicados es una buena noticia. A veces se ha trabajado demasiado como reinos de taifas donde cada uno hacía su guerra y, por tanto, es bueno ver que hablen de una protección de la salud física, psicológica y emocional desde la transversalidad".
Royo ve con buenos ojos la prohibición del acceso a los menores de 16 años y defiende, además, que los padres o tutores puedan supervisar el uso que hacen los adolescentes de los dispositivos: "En algún momento tendremos que responder, dentro del derecho, ¿qué prioridades es de un niño o no? tienen todo el derecho a mirarle el pantalón, los cajones... y el móvil, si tienen una sospecha razonable de que puede estar siendo víctima de cualquier abuso". Y afirma: "Un menor de 14 años es inimputable y hasta los 18 años el responsable subsidiario son los padres. Pues bien, si tienen responsabilidad, deben tener también la autoridad".
Este psicólogo cree que la clave es la aplicación: "Los menores no pueden comprar alcohol por ley, pero sabemos que lo consiguen fácilmente. En Finlandia, en cambio, nadie se arriesga porque sabe que las consecuencias, si la pillan, son mucho más graves".
Royo se muestra crítico con la penetración que han conseguido las pantallas: "No son una opción, son una obligación. Los adolescentes no pueden decidir si las quieren o no; se ha convertido en una necesidad y quien no tiene el último móvil más potente es un paria. El pantallismo trae problemas evidentes. Tenemos disparados el síndrome de A." duermen una hora y 45 minutos menos que en la época previa a los teléfonos inteligentes, hay más casos de TDAH... Con este panorama, identificar las edades debería servir para que, de entrada, pudieras proteger al menos a los menores de 16 años".
En cambio, Simona Levi, presidenta de la plataforma Xnet, dedicada a la defensa de los derechos digitales, cree que las medidas que promueven las barreras de acceso están desenfocadas. "Más que prohibir a los usuarios, lo que debería es prohibir los algoritmos que polarizan, enganchan y promueven mensajes agresivos y de odio", explica a este diario. "De la misma manera que no se permite la venta de tóxicos bancarios, tampoco debería permitirse que los algoritmos sean tóxicos. Por eso pedimos que el algoritmo sea transparente. El 'scroll infinito hace ya tiempo que se sabe que es pernicioso. Quizás habría que obligar, por ejemplo, a que se detenga cada veinte mensajes, para pedir una confirmación activa que se quiere seguir bajando. Musk dice que todo es cuestión de libertad de expresión, pero no. Para ellos, es un negocio. Pues entonces lo que debemos hacer no es tocar al usuario, sino ese negocio tóxico".