El papel de las élites

Los altos ejecutivos toman el relevo a los empresarios

Las grandes corporaciones catalanas difuminan su propiedad y la gestión queda en manos de los profesionales

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XAVIER GRAU DEL CERRO
3 min
Isidre Fainé, presidente de la Fundación  Bancaria La Caixa

BarcelonaEl economista Francesc Cabana, en su libro La burgesia emprenedora, describe el valor colectivo del empresariado catalán que impulsó la economía, pero también el mecenazgo y patrocinio en el Principat, durante los siglos XIX y XX, supliendo en muchos casos la carencia de inversión del Estado. “Catalunya no ha dado un gran empresario, sino miles de pequeños y medianos empresarios, algunos bastante grandes, pero sin que haya ninguno que destaque especialmente sobre los otros [...]. Es por eso que se puede hablar de una Catalunya emprendedora”.

Sin embargo, en los últimos años Catalunya ha sabido crear empresas líder en algunos campos. CaixaBank y Sabadell en banca, Abertis en las infraestructuras, Cellnex en telecomunicaciones, Naturgy en energía o Agbar en el ciclo del agua. Son empresas líder, pero en gran parte con accionistas difuminados y dirigidas por ejecutivos de primer nivel, como Isidre Fainé, Francisco Reynés, Àngel Simon o Tobías Martínez.

Es cierto que entre las grandes empresas catalanas todavía hay compañías con un núcleo familiar en su propiedad y, incluso, en la gestión. Mirando las que forman parte del Íbex-35, se pueden encontrar ejemplos como Grifols y Almirall, como pasa también en el mercado continuo con Ciments Molins, Miquel y Costas & Miquel, Catalana Occident, Fluidra o Reig Jofre, entre otros. Pero es verdad que entre las grandes cotizadas se imponen cada vez más los ejecutivos como los impulsores del crecimiento empresarial.

Desde la visión que le da Foment del Treball, el periodista escritor y político Manuel Milián Mestre se declara decepcionado con la burguesía empresarial catalana de los últimos años por la pérdida de su liderazgo político, social y económico. “En lugar de tomar riesgos, ahora se dedican a realizar, es decir, vender el patrimonio -indica-, y hemos pasado de una burguesía emprendedora a una burguesía rentista”. Milián Mestre lo tiene claro: “Si se despersonaliza la propiedad, ¿qué sentido tienen el patrocinio o el mecenazgo?” Cree que muchas empresas catalanas han cedido dando entrada o vendiéndose a los fondos de inversión, que solo buscan maximizar sus inversiones, y muchos empresarios han sucumbido y “han perdido el control de la gestión a favor de la tecnoestructura de la empresa”, es decir, los ejecutivos. De hecho, Milián asegura que un 70% de la junta de la patronal Foment del Treball no son empresarios, sino ejecutivos.

El Gran Teatre del Liceu es, quizás, un claro exponente del cambio que se ha producido en el último siglo y medio en el papel de la burguesía empresarial. El coliseo operístico barcelonés fue una iniciativa privada desde su nacimiento, como bien explica Roger Alier, uno de los principales conocedores del mundo de la ópera en Catalunya, que incluso apunta que por la carencia de ayudas oficiales en su nacimiento no tiene un palco principal. Hasta tal punto era el símbolo de una sociedad burguesa empresarial de la Revolución Industrial que fue objeto de un terrible atentado anarquista en 1893.

La sociedad civil mantuvo el teatro hasta los años 80, cuando por primera vez entraron las administraciones. Pero fue después del incendio de 1994 cuando el teatro pasó a ser público, con presencia del Estado, la Generalitat, la Diputació y el Ayuntamiento. La reconstrucción la lideraron las administraciones, pero con participación del mecenazgo privado.

El patronato del Liceu lo preside ahora Salvador Alemany, un exponente de los ejecutivos y directivos que ahora dirigen las grandes empresas catalanas y del Estado. Alemany fue presidente de Abertis. Pero solo hay que ver la web actual del Liceu para notar que en el apoyo privado al teatro destacan estas grandes corporaciones y sus fundaciones como patrocinadores, mecenas y benefactores: CaixaBank y la Fundació La Caixa, Naturgy, Agbar, Santander, Bankinter, E&Y, la Fundació ACS, la Fundació Banc Sabadell, Enagas, la Fundació Damm, Seat Mó, Cellnex, Abertis, Telefónica, entre otras muchas, a pesar de que quedan compañías más o menos ligadas a familias catalanas como Grifols, Havas, Molins, Moventia o Fluidra, entre otros.

De hecho, la actual Fundació Bancaria La Caixa es el principal mecenas y patrocinador del país, y está en el podio mundial de la filantropía, con un presupuesto anual de 500 millones de euros para investigación, educación, cultura, ciencia y programas sociales. Una fundación con un patronato presidido por Isidre Fainé, un ejecutivo bancario nacido en Manresa en 1942 que no esconde sus orígenes humildes, lejos de la burguesía catalana dominante en aquel momento, que lo llevaron a trabajar en un taller de bicicletas mientras estudiaba por las noches. Fainé forma parte también de patronatos de otras fundaciones, como la del MNAC, el Macba o el Prado, y recibió en 2018 el premio Forbes a la Filantropía.

El presidente de la Fundació La Caixa y CriteriaCaixa es un ejecutivo que, desde su posición, ha impulsado el mecenazgo cultural y social, como otros ejecutivos de grandes corporaciones que apoyan iniciativas diversas, como el presidente del Banc Sabadell, Josep Oliu, con un papel destacado en el mantenimiento del trofeo Conde de Godó de Tenis, o Francisco Reynés, presidente ejecutivo de Naturgy, patrocinador de múltiples iniciativas y presente en los patronatos del Macba.

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