El análisis de Antoni Bassas: 'Después de la manifestación de los aviones y los calabacines'

Si la gente que salió ayer a la calle notara que el tráfico aéreo tiene un impacto positivo en sus vidas, y que en la balanza costes-beneficios pesan más las ventajas, no habrían salido a la calle a protestar. Mientras decides si frenas el crecimiento para salvar el medio ambiente, ¿qué haces con la economía de los trabajadores y sus familias?

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Ayer miles de personas se manifestaron contra la ampliación del aeropuerto de El Prat. Los organizadores hablan de 90.000 personas, la policía de 10.000. Hombre, ya se vio que no era una gran manifestación como las que este país ha visto en su historia reciente, pero da igual, porque fue una manifestación que reveló un estado de conciencia social que ya empieza a estar tan extendido que ya hace salir a gente a la calle. Es una suma de factores. A ver si no me dejo ninguno y los ordeno. 

Primero, la conciencia de que vivimos en emergencia climática. Solo hay que ver los desastres climáticos que hay por el mundo y los que tenemos en casa, y esto provoca una alerta sobre el aumento de la contaminación. Y resulta que el aeropuerto, hoy, contamina el doble de lo que contamina toda la ciudad. Por lo tanto, un proyecto que necesite cargarse un espacio natural protegido y escaso para empeorar la calidad del aire no puede ser popular, va en contra de los signos de los tiempos.

Segundo, la inversión, que es sospechosa. Sospechosa porque mira que cuesta arrancarle al Estado una inversión para Catalunya y en esta llueven de golpe 1.700 millones. Y desproporcionada: tanto dinero para los aviones transoceánicos e ir en tren de Vic o Manresa a Barcelona es penoso.

Aquí es donde entra una duda razonable. A pesar de todo, si hacen una inversión, cógela. Aunque afectes un espacio natural. ¿O será por este poco? ¿O es que todos los que se manifestaron ayer son unos campeones del ecologismo que no cogen nunca el coche y no van en avión a Roma o París aprovechando las ofertas low cost? Y todavía otra duda: ¿no le conviene a Barcelona estar en el mapa de las primeras ciudades del mundo por la importancia de sus conectividades?

La respuesta a esta duda razonable divide a la gente. Porque hay mucha gente responsable, preocupada por el medio ambiente, que también está preocupada por la pérdida de negocio y de fuerza de Barcelona y del conjunto de Catalunya. Y estos preguntan por las medias tintas: ¿no podemos repartir el tráfico aéreo con Reus y Girona? No, no todos los vuelos. Y la respuesta es, también, que podríamos aumentar el tráfico en el aeropuerto de Barcelona sin tocar las pistas, pero esto haría más ruido en Gavà. Y que los aviones contaminarán menos en el futuro, seguro, pero esto todavía tardará entre diez y veinte años. 

Por lo tanto, tercero, a esta inversión se le ve el plumero: AENA, que es una compañía 51% del Estado, pública, y 49% privada, que cotiza en bolsa, ha puesto la directa: quiero más beneficios, El Prat me los puede dar porque el aeropuerto de Barcelona es una mina, hago una ampliación. Aena mira por el negocio. Y el Estad, que tendría que mirar por la conveniencia del negocio, depende de los días. Primero la quería, pero cuando vio que le abría una crisis de gobierno Sánchez la hizo retirar. O esta fue la excusa.

Miren, hoy hace ocho días el ARA publicó un informe de las diez preguntas sobre la ampliación. Una era: “¿La operación tenía sentido económico?” Respuesta: “Más allá de la capacidad de atraer vuelos lejanos, cosa que no solo favorecía al tráfico aéreo sino que podía convencer a las empresas para apostar por Catalunya, lo que es cierto es que el proyecto de Aena favorecía a un sector económico, el del turismo, que está bajo cuestión. Esto era especialmente claro en Barcelona, golpeada por la gentrificación. La apuesta aeroportuaria también desafiaba los principios de la descarbonización”.

O sea, sí, con más vuelos vienen más rápidamente profesionales de la investigación y el conocimiento de todo el mundo, y el congreso de cardiólogos, y los 100.000 congresistas del Mobile, pero la gente sospechamos, y no nos faltan motivos para hacerlo, que nos quieren hacer una inversión para seguir engordando la vaca del turismo. No tenemos nada en contra del turismo (¿quién no ha hecho turismo?) ni en contra del turismo en Catalunya, porque de él vive mucha gente. El problema es que una pequeña minoría vive muy bien, y la mayoría malvive. O sea, que con estos 1.700 millones puede pasar lo mismo que ya vemos que pasa: que la riqueza no se reparte. O sea, es verdad que si no creas riqueza, negocio, no la puedes repartir, pero aquí el turismo crea mucha riqueza y mucho trabajo, pero mal pagado. Miren cómo lo dijo la filósofa Marina Garcés, ayer, en la manifestación: 

Es lo que dice el economista Miquel Puig en este libro que acaba de publicar, Els salaris de la Ira, el empobrecimiento de muchos amenaza la democracia de todos. Si la gente que salió ayer a la calle notara que el tráfico aéreo tiene un impacto positivo en sus vidas, y que en la balanza costes-beneficios pesan más las ventajas, no habrían salido a la calle a protestar. Si solo unos ganan dinero, no pueden esperar la comprensión de todo el mundo. Tengámoslo presente. 

La ampliación de El Prat es un asunto complejo, al que tenemos que añadir que todo lo decide Madrid y que nuestro Govern no tiene una posición clara. Y así te pasan por encima los del sí a cualquier inversión y los del no a todo. Y entonces, mientras decides si frenas el crecimiento para salvar el medio ambiente, ¿qué haces con la economía de los trabajadores y sus familias?

Un recuerdo para los exiliados y para los represaliados. Y que tengamos un buen día.

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