El auge de unas sandalias más antiguas que el de ir a pie
Ahora que ya ha llegado el verano, las distintas posibilidades de calzado rivalizan entre sí para llamar nuestra atención. Pero está claro que las sandalias (con o sin calcetines) son la opción más efectiva para soportar el calor. Un calzado que, nunca mejor dicho, es más antiguo que ir a pie, ya que los faraones del Antiguo Egipto, a pesar de ir descalzos buena parte del día, no concebían su vida (ni la muerte) sin ellas. Tanto es así que, en la tumba de Tutankamón, se hallaron más de cuarenta pares de sandalias y, además, existía la figura del portasandalias, dedicado exclusivamente a custodiar las de los reyes y faraones. Actualmente, entre las opciones veraniegas más veneradas tenemos las sandalias de dedo y las del tipo Birkenstock, pero también hay otras que últimamente están ganando posiciones: las Teva.
En 1984, el geólogo y apasionado de la naturaleza Mark Thatcher creó este diseño como monitor de rafting en el río Colorado, atravesando el Grand Canyon. Mientras practicaba este deporte se dio cuenta de la necesidad de un calzado adecuado, que no huyera del pie cuando la embarcación volcaba ni se perdiera río abajo, como solía ocurrir. Como solución provisional, cogió sus chancletas de dedo y les añadió una vieja correa de reloj con velcro para que quedaran bien sujetas al tobillo. Un gesto improvisado y espontáneo que resultó ser el origen de las primeras sandalias deportivas de la historia, bautizadas como Teva porque significa naturaleza en hebreo.
Con el tiempo, suprimió la pieza de entre los dedos para minimizar el riesgo de ampollas por el rozamiento. Gradualmente también se incorporaron otros elementos esenciales como la correa estructurada en tres partes –la puntera, el talón y la transversal, que une a las dos primeras– con la que otorgar libertad de movimiento, pero con una buena sujeción, así como las piezas triangulares que unen las distintas tiras. La suela también está estudiada minuciosamente, para que amortigüe el impacto, al tiempo que presenta una superficie más deslizante, donde descansa el pie, y otra más rugosa, para adherirse mejor al terreno. Es una sandalia pensada para retener el mínimo de agua posible y que se seque rápidamente para evitar el dolor del pie de trinchera, muy frecuente entre las personas que deben tenerlo sumergido durante largos ratos.
El imaginario simbólico de Teva está íntimamente relacionado con un target concreto de personas aventureras, que buscan un cierto ideal de autenticidad en la naturaleza y que abarcan una preocupación medioambiental, como ocurre también con otras marcas, como Patagonia, o las sandalias competencia de Tu, las Chaco. Un potente imaginario transformado en estilo de vida, hasta el punto de generar un sentimiento de pertenencia a un grupo que se reconoce por el llamado bronceado Teva, que consiste en tener marcadas las tres tiras del zapato en el empeine del pie, al igual que los amantes de las Harley-Davidson se saludan de una manera concreta.
Actualmente, el minimalismo y la funcionalidad de Teva las ha convertido en una tipología de sandalia en sí misma, que, además, es todo un básico de calzado. Y, además, ya han trascendido el entorno mochilero por el que fueron creadas y gozan de una gran acogida entre las celebridades y firmas de lujo como Chloe o de diseño alternativo como Camper ya han sacado sus propias versiones. Este hecho tiene que ver, en primer lugar, con la práctica generalizada de deslocalizar (y, por tanto, resignificar) prendas; y, en segundo lugar, por el fenómeno del contraconsumo conspicuo, que se apoya en que el alarde, por ahora, ha perdido su efecto como diferenciador del privilegio y, por tanto, las clases altas y las marcas elitistas juegan a alejarse estéticamente de la exuberancia para mostrar un (solo aparente) desinterés por la moda y el alarde a través de piezas claramente simples y, a veces, manifiestamente feas.