Memoria Histórica

La casita y el huerto de los obreros de la fábrica Torras

En la colonia industrial de Sarrià de Ter, inspirada en la ciudad jardín, viven todavía familias con vinculación a la antigua fábrica

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Faustí Massó Pagès y su nieto, Arnau Nicolàs, en el jardín de su casa de la colonia Torras de Sarrià de Ter.

Sarriá de Ter (Girona)Un centenar de resplandecientes casitas blancas idénticas con patios floridos distribuidos en formación de abanico configuran el incombustible legado de la colonia industrial de la fábrica Torras Hostench en Sarrià de Ter, junto a Girona. La colonia parece plasmar el ideario de “la caseta y el huerto” que popularizó Francesc Macià, pese a que el proyecto fuera levantado en pleno franquismo, que hizo bandera de modernidad y buen trato a los trabajadores. Los obreros de la fábrica disfrutaban de una vivienda de alquiler de 90 metros cuadrados en dos plantas, en medio de un patio de unos 300 metros cuadrados. El huerto, numerado como las casas, estaba en un terreno cercano y cada trabajador cultivaba su propia parcela. La casa, que en el fondo pretendía fidelizar al obrero y hacerlo dependiente del dueño, acabó siendo propiedad de los trabajadores cuando llegaron nuevos tiempos y formas de relación laboral. A diferencia de otras colonias o vecindarios menos idílicos, de donde la gente ha acabado marchando para buscar viviendas más amplias, modernas y acogedoras, en Sarrià de Ter muchas de las casas continúan en manos de los trabajadores de la Torras o de los suyos descendientes, que valoran la calidad de vida que les ofrece esta urbanización adelante la lettre.

Todos hemos escrito en papel Torras

La fabricación de papel en Sarrià de Ter se remonta a la fábrica de Felip Flores que, ya en 1869, elaboraba pasta de papel para la fábrica L'Aurora, de Girona. A inicios del siglo XX se creó la Sociedad Papelera del Ter, que puso los cimientos del tejido industrial de la zona, donde Torras Hostench, después llamada Torraspapel, compró la licencia de fabricación de papel terminada la Guerra Civil. Fue líder del papel estucado en el Estado y produjo gran parte del papel de impresión y de escritura que corrió por el país. También fueron legendarias sus malos olores, que se esparcieron hasta la ciudad de Girona y originaron protestas que han durado hasta hace pocos años. De momento, durante el último intento, parece exitoso, de reflotar el negocio del papel por parte del grupo valenciano Hinojosa, los malos olores finalmente han quedado controlados.

Casas para los veteranos

Faustí Massó Pagès fue uno de los primeros habitantes de la colonia de Can Torras, porque a su padre, que era maquinista (encargado de una máquina), le tocó en 1953 una de las primeras casas por antigüedad. No era la primera, porque la de muestra los propietarios la reservaron para un obrero que se había quemado gravemente en la fábrica. Las cien casas se construyeron en tres fases: 1953, 1958 y 1961. Pagaban 200 pesetas al mes en concepto de alquiler y futuro derecho de compra. Massó entró con 18 años y ahora, que está a punto de cumplir 87, todavía vive. En lugar de sorteos, que era una de las fórmulas de repartir las viviendas, en el caso de Sarrià se dio prioridad a los trabajadores que llevaban más años en la empresa. Los directivos, técnicos y encargados, a diferencia de su padre, disfrutaban de más estatus y tenían las viviendas dentro del recinto separado, cerca de la “casa de los dueños”, ahora ocupada. Las casas eran siempre para familias y nunca se daban a parejas ni solteros.

Circuito cerrado de trabajo y ocio

La escuela era una parte más del complejo, en la que estudiaban todos los hijos de los trabajadores y algunos que venían de fuera. Ahora forma parte de la Fundación Els Joncs, que atiende a personas con discapacidad intelectual. La capilla la construyeron los propios vecinos. Había también una cooperativa exclusiva para los trabajadores, en la que podían adquirir casi todo lo que necesitaban. A diferencia de la colonia de Flaçà, en Sarrià no tenían gallinero. Massó explica que la tienda les ofrecía productos a precio de coste y que resultaba muy a cuenta ir. Más adelante también construyeron una piscina y pista de tenis para los trabajadores. Era casi un circuito cerrado de trabajo y ocio.

La colonia de la Torras de Sarria de Ter, con la forma de abanico, los huertos a la derecha y la fábrica humeando al fondo.

Propaganda del régimen

El diario Los Sitios de 1953 titulaba en portada: “El Gobernador Civil entrega 24 viviendas para productoras en Sarriá de Ter”. El complejo, llamado Grupo Paulino Torras en homenaje al fundador de la empresa papelera, constaría, según el artículo, de 94 viviendas con iglesia parroquial, hogar del productor, dispensario, escuelas y escuela-hogar femenino.

El párroco de Sarrià, durante la ceremonia de entrega de las primeras claves, habló en nombre de los obreros: “Pronunció unas sentidas palabras, glosando el significado cristiano de este acto y poniendo de manifiesto el agradecimiento de los obreros beneficiarios hacia la Empresa”. Uno de los elementos que destacaba la crónica sobre la promoción de viviendas, que la hacía única en España, era el de la propiedad: “Es digno de ser destacado asimismo que éste es el primer Grupo que en España construye una Empresa privada por el sistema de amortización, puesto que los usuarios de las viviendas devienen propietarios de las mismas, con independencia de que siga subsistiendo o no su relación laboral con la Empresa Torras”. Sobre este último punto, Xavier Martí, periodista e historiador especializado en colonias y vecindarios fabriles, puntualiza que “si se rompía la relación con la industria, en ningún caso los trabajadores podían continuar en la vivienda, ni en esta colonia ni en ninguna otra ”. El gobernador civil, Luis Mazo Mendo, dijo en su discurso que la obra era “la demostración fehaciente de la hermandad propugnada y obtenida entre las clases sociales”.

Titular de 'Los Sitios' de 15 de diciembre de 1953 sobre la colonia Torras de Sarrià de Ter.

Nuevos tiempos e inestabilidades

La construcción de la autopista AP-7 acabó de trinchar un municipio que ya mediopartía la N-II y obligó a echar al suelo algunas casas y el propio edificio de la cooperativa. La tienda se trasladó a Sarrià de Baix, en el nuevo espacio de crecimiento del pueblo y abierta a todos los vecinos, pero ya no funcionó porque no tenía suficientes clientes y los códigos de consumo eran otros. También las empresas tenían nuevos códigos. La fábrica atravesó inestabilidades, crisis y reflotamientos espectaculares, incluida la implicación de algunos de los miembros del consejo de administración en el asunto del Banco de los Pirineos. Massó recuerda sobre todo la entrada del grupo árabe KIO (Kuwait Investment Office), en 1987, cuando las casas pasaron definitivamente a manos de los trabajadores. “Pagamos 250.000 pesetas de la época y la gran mayoría aceptó la oferta, primero porque era buena y segundo porque de lo contrario nos podían echar en cualquier momento”, explica Massó. Según explica Xavier Martí, "muchas casas de colonias se fueron vendiendo a los trabajadores a precios por debajo de los de mercado, sobre todo cuando llegó la crisis, porque era la forma que tenían las empresas de capitalizarse rápidamente".

Ni ruido ni malos olores

Los vecinos de las casas de Can Torras, como se llaman popularmente, están por lo general muy satisfechos. Las valoraron aún más durante la pandemia, cuando salían a los patios y podían charlar con los vecinos. La mayoría se han acostumbrado a "no oír" el ruido de la autopista que tienen montaña arriba. Y en cuanto al hedor, no hay debate posible: “El hedor no nos tocaba nunca. O hacía viento de esa banda o tramontana y pasaba de largo”. A mediados de los años 50, sólo había en Catalunya una tipología de casas de colonia fabril similar a las de Sarrià, las de la empresa Fibracolor de Tordera. La colonia de Flaçà, también propiedad de la Torras, data de 1946, pero aunque tiene viviendas muy dignas, no son unifamiliares.

Comprar el servilismo

Xavier Martí explica que para no idealizar excesivamente las colonias fabriles, “donde se compraba el servilismo”, basta con leer algunas demoledoras crónicas del periodista y político valenciano Lluís Morote, que en El feudalismo en las fábricas (La Publicidad, 1891), decía esto sobre este circuito cerrado de trabajo, comercio y ocio: “El domingo por la mañana, o el mismo sábado por la noche, el patrón ya se ha reembolsado todos los jornales de la semana que acaba de pagar [...] Pasa el dinero de la caja del fabricante a manos del trabajador, y de éstas vuelve a la caja del fabricante por el conducto de la tienda de ultramarinos que es suya, del café que es suyo, de la panadería que es suya, de las casas (cuyo alquiler pagan los obreros con creces), del estanco que es suyo [...]”

Faustí Massó Pagès en el patio de su casa de la colonia de la Torras de Sarrià de Ter.

Interés creciente por las colonias

Hay un gran interés por recuperar la memoria histórica de las colonias fabriles, como lo corrobora el pleno absoluto en la conferencia “Vivir cerca de la fábrica. Vecindarios y colonias industriales del Gironès”, que Xavier Martí pronunció hace algunos días en la Biblioteca Carles Rahola de Girona. Ahora trabaja en un futuro libro sobre las colonias y vecindarios del Gironès.

La mayoría de las colonias catalanas se sitúan en el eje del Llobregat, del Ter y también las hay en la comarca del Segrià. Aproximadamente un 75% de las colonias son de origen textil, mientras que el resto tiene una tipología muy diversa: mineras, papeleras, agrícolas y metalúrgicas.

Uno de los casos singulares de colonia que ha sido de actualidad últimamente es la Real Fonería de San Lorenzo de la Muga, que debido a la sequía extrema del pantano de Darnius-Boadella, en el Alt Empordà, ha reaparecido de debajo de las aguas y ha vuelto a mostrar algunos de sus edificios. Se trata del primer alto horno para producir hierro de fundición en Cataluña.

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